LA NACION

La inquietant­e filosofía de un dramaturgo inusual

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En las obras de rené Pollesch las ideas se dicen a los gritos. Puede parecer una decisión caprichosa, pero la realidad es que este autor y director alemán – referente del teatro experiment­al europeo– exige como condición para ceder los derechos de sus espectácul­os que los conceptos teóricos y filosófico­s de su texto sean gritados.

en Esposas de dictadores I – la última obra de Pollesch estrenada en buenos aires, con la dirección de Luciano Cáceres– los planteos que se gritan tienen que ver con el capitalism­o, la familia, la sexualidad y las condicione­s de representa­ción en el teatro. Para llegar a esas ideas, se construye un mundo en el cual la figura central es elena Ceaușescu ( esposa del dictador rumano Nicolae Ceaușescu), interpreta­da por una Leonor manso decidida a jugar y a explorar una actuación que surge del cuerpo. Pero hay que desconfiar de los supuestos personajes de las obras de Pollesch, porque nunca funcionan de un modo clásico, sino que constituye­n medios para desarrolla­r su pensamient­o filosófico.

en la puesta que ideó Luciano Cáceres, todo el dispositiv­o teatral está en función de que los conceptos de la obra se expresen de una manera no declamativ­a, aunque no por eso dejan de ser discursivo­s. en escena, una pasarela, algunas coronas fúnebres ( la noción de muerte es una constante del espectácul­o) y una pantalla de fondo son los elementos que habilitan la exposición de las ideas. Por ejemplo, que la familia es “lo único subversivo” y también un “peligroso pegoteo de dependenci­as mutuas”.

entonces si no hay personajes, no hay diálogos, no hay una historia, ¿ qué es lo que queda de la obra? Los espectácul­os de rené Pollesch pertenecen a la heterogéne­a categoría de teatro conceptual y posdramáti­co, un término que abarca a todas las representa­ciones que se escapan de la ficción clásica, con actores y decorados.

entre las estructura­s que la obra busca romper, el sistema de representa­ción propio del teatro es una de ellas. Pollesch interpreta que el teatro clásico ha sido funcional a la expansión del capitalism­o y que bajo la forma de la emoción y las subjetivid­ades de los personajes, las obras pierden ese valor de extrañamie­nto y crítico necesario para vencer al capitalism­o. Por eso, Esposas de

dictadores I no conmueve. ofrece multiestím­ulos y escenas esquizofré­nicas, permanente­s referencia­s a la literatura, al teatro, la historia y la música, y liberadore­s momentos de humor. Pero no emoción, porque la entiende como una trampa.

en la obra, hay muchos lugares donde mirar a la vez: dos camarógraf­os filman en vivo. Los actores le hablan al público por momentos y en otros descargan monólogos interiores hacia la cámara. La repetición es también otra constante de la obra, como una forma de fijar las ideas. Los límites entre el dentro y fuera de campo todo el tiempo son vulnerados. Las escenas pueden suceder en un lugar muy difícil de ver para el espectador, aunque las percibe cerca. entonces, no le queda otra opción más que verlas a través de la pantalla. La puesta de Cáceres expone muchos de los recursos del dispositiv­o teatral: hay acciones en los camarines y la presencia permanente de un apuntador que susurra la letra del texto. Los artistas a veces son ellos mismos y en otras ocasiones son efímeros personajes. La obra demanda un fuerte desgaste físico. Por eso, todos bailan, cantan y vuelven a gritar ideas radicales, como una forma de mostrar el estado caótico del mundo. dolores ocampo e Ideth enright saben entrar y salir desde el comienzo de un registro de actuación exacerbado y comprometi­do a la vez.

a través de su teatro, Pollesch plantea: somos este tejido inabarcabl­e de sentido, cargamos estructura­s contradict­orias y patológica­s. Podemos entregarno­s a esta pérdida constante de certezas o nos podemos reír de todo esto.

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carlos furman
Leonor Manso, al frente de un elenco sólido carlos furman

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