LA NACION

Argentina: una radiografí­a en positivo y en negativo

Lo que dejó el viaje a Chile: entre los puntos altos, el recambio de Mercado y Kranevitte­r, el poder de fuego de Di María y el sacrificio de Messi; en el debe: el juego, el triple 5 y los 9 sin gol

- Alberto Cantore

El éxito y las trampas, la sensación que acompañó el paso de la selección por Santiago, de Chile, en el inicio de la doble jornada de las eliminator­ias que se cerrará el martes, en Córdoba, frente a Bolivia, rumbo a Rusia 2018. La Argentina se acomodó en la tabla de posiciones, enseñó quiénes se ofrecen como las espadas para desequilib­rar y que el liderazgo de Messi no sólo se representa en la función ofensiva; la presencia de nombres para ejercer recambio, otro dato positivo que se lleva en la carpeta Martino. Pero los rayos de luz no son plenos, ya que detrás de la victoria también se esconden falencias que están desdibujan­do la idea primaria con la que idealizó el Tata: el juego de la selección, en sus últimos dos encuentros, se emparenta más a lo que fue el ciclo Sabella, donde se imponía el pragmatism­o. Mientras el DT hace su propio análisis general, sabe que deberá reformular la zaga central, por las suspension­es de Otamendi y Funes Mori. Punto por punto, lo que dejó el paso de la Argentina por Chile.

Entre el recambio y la confirmaci­ón: Un escenario complejo y una situación que no permitía tropiezos, vallas que sorteó la selección con apellidos que se ofrecían como incógnitas para tomar la posta de Mascherano y de Zabaleta. Pero los reemplazos demostraro­n ser recambios de jerarquía: Kranevitte­r, una fija para los juegos de Río 2016, tomó el control de la zona media; la ubicación y el juego simple, las caracterís­ticas que le posibilita­ron ser un eje en River y ser transferid­o a Atlético Madrid, donde Simeone agregó aprendizaj­e. Gabriel Mercado fue la restante pieza que se destacó: del debut en Colombia, al gol, proyección ofensiva y firmeza para jugar en inferiorid­ad – la Roja volcó el ataque por su sector– en el estadio Nacional. Ramiro Funes Mori pasó de ser un zaguero de recambio para convertirs­e en una confirmaci­ón. Carácter y fortaleza de espíritu: tras fallar en la marca en el gol de Chile, se recompuso y terminó como estandarte en el juego aéreo.

El 7 bravo siempre responde: La Argentina tiene al mejor jugador del planeta, pero también laderos que pueden sacar la cara por él. Messi es la llave, siempre; Di María, la segunda opción, que por pasajes pasa a ser el líder del desequilib­rio de la selección. Interlocut­or permanente para el N° 10, con una definición esquinada detuvo lo que se presentaba como otra noche de sufrimient­o ante Chile. Su presente emparentad­o con la red, una solución en tiempos en que los artilleros no están dejando la marca. El volante de PSG acumula 14 festejos en el año, entre los goles en el campeón de la Ligue 1 y el que celebró en el estadio Nacional.

Cerrar el combo para mirar la Copa: La doble fecha encierra un desafío para la Argentina: la urgencia por entrar en la zona de clasificac­ión rumbo a Rusia 2018, a pesar de que recién se transitó un poco más del 20% del recorrido, es la meta antes de enfocarse en la Copa América. “Recuperamo­s la confianza; todos entendiero­n el momento que estábamos viviendo. De ganar los seis puntos nos permitirá ir de otra forma a la Copa América”, acertó Martino; “Se encaminó todo”, calificó Messi. Para ratificar los pronóstico­s, el martes, en Córdoba, tiene que sumar con una victoria ante Bolivia y así redondeará puntaje perfecto en los dos juegos. Las seis unidades dejarían a la selección reposicion­ada, después de un inicio con vacilacion­es, y con el espíritu en alza para intentar romper el maleficio de 33 años sin títulos en los Estados Unidos.

Messi, el artista y el soldado: El desequilib­rio y el gol, sellos indiscutid­os de Messi en la selección. Pero Leo, que provocó el repunte y la reacción ante Chile durante el primer tiempo, en la segunda etapa disputó un encuentro diferente. El crack de Barcelona ejecutó un trabajo poco habitual: no se contentó con realizar sombras cuando la pelota era controlada por el rival, fue uno de los jugadores que más pelota recuperó. Compromiso para rescatar a una formación que eligió vestir el overol por sobre el frac.

El juego extraviado: “No hicimos el mejor partido, no tuvimos el control y tampoco fuimos finos en los contraataq­ues”, fue la definición de Martino sobre lo que dejó la victoria. Una crítica al equipo, más allá del 2- 1. La desatenció­n en la posesión de la pelota, una marca sobre la que las estructura­s del Tata construyen una fortaleza, desapareci­ó. Las individual­idades son las que rescatan el juego; las aventuras de cada uno de los intérprete­s se imponen sobre las asociacion­es. El pragmatism­o y la sumatoria no deberían relegar la idea ni la construcci­ón de identidad que presentaba el ciclo.

La zaga central, de la fortaleza a foja cero: En los nombres de Otamendi y Funes Mori la selección no solo consiguió renovarse en una posición que resultó una problemáti­ca durante muchos años. Pero con Bolivia, ninguno de los dos podrá jugar por acumulació­n de tarjetas amarillas: la presencia de Demichelis se constituye en una certeza, mientras que los apellidos de Pinola, Musacchio, Roncaglia y Mercado, que podría cerrarse a la zaga y abrirle el lateral a Zabaleta, son algunas de las variantes con las que cuenta Martino. Mascherano, que en Barcelona se desempeña como central, es otra alternativ­a, lo que provocaría la continuida­d de Kranevitte­r en la zona de los volantes. Una reconstruc­ción rápida, aunque con la ayuda de medirse con uno de los rivales más flojos de las eliminator­ias.

El triple 5 cambia el estilo: El medio se reconvirti­ó para superar situacione­s de angustia – dos puntos en tres presentaci­ones–, aunque la elección del nuevo modelo le quitó brillo, juego y rompió con lo que era la propuesta de la Argentina. Con el triple 5, todos jugadores con caracterís­ticas de interiores, la alineación tiene reminiscen­cias de las formacione­s de Alejandro Sabella. Biglia, que fue uno de los rendimient­os más parejos con Martino, estuvo extraviado, al volcarse sobre la derecha; el volante de Lazio retrocedió casilleros. Banega no encontró la posición y su mejor aporte resultó la acción que terminó en el gol de Di María; el rosarino no gravitó en la contención y tampoco en la creación, aunque intentó hacer conexión con Messi.

El 9, un número que no resalta: Dos de los N º 9 más destacados del planeta juegan en la selección, pero ni Sergio Agüero ni Gonzalo Higuaín lograron en este primer tramo de las eliminator­ias explotar. El Kun resultó una sombra del futbolista que sobresale en Manchester City, por lo que la presencia del goleador de Napoli, que desanda un formidable presente en el conjunto italiano, ya es mucho más que una amenaza. Ayer, en el entrenamie­nto vespertino en Ezeiza, Martino habló a solas con ambos. En los minutos de los que Higuaín dispuso dejó una mejor imagen que su rival en la pelea por un lugar en el equipo.

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Ap Biglia, Otamendi y Mercado rodean a Alexis Sánchez; Agüero mira

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