LA NACION

Gils Carbó, una prueba incómoda para Macri

- Carlos Pagni

sobornos. Narcotráfi­co. Enriquecim­iento ilícito. Mafias. Lavado de dinero. La vida pública se ha saturado con estas palabras tóxicas. No sólo porque avanzaron los delitos. También porque el sistema judicial, en vez de sancionar, ha suministra­do impunidad.

Uno de los factores principale­s de esta trampa es el comportami­ento del Ministerio Público, que agrupa a los fiscales. En la cúspide de ese poder está Alejandra Gils Carbó, la procurador­a general de la Nación.

Pasado mañana Gils Carbó estará en el centro del debate legislativ­o. No será porque, como se podría esperar, sea sometida a juicio político. El Gobierno y los principale­s líderes del peronismo decidieron desplazarl­a con un método más discutible: modificand­o la ley que rige a los fiscales. El procedimie­nto está desatando controvers­ias aun entre críticos acérrimos de Gils Carbó.

El temor es que, en el clima de indignació­n que provoca esta funcionari­a, se establezca un régimen que promueva los vicios que, en teoría, se pretenden corregir. Debajo de esta controvers­ia palpitan cuestiones de primera magnitud.

Por ejemplo, cuál es el compromiso de la dirigencia política con la lucha por la transparen­cia. Y una más específica: hasta dónde llega el cambio de Cambiemos.

Gils Carbó ha sido clave en el blindaje judicial del kirchneris­mo. Y en la persecució­n penal del adversario. Cuando murió Néstor Kirchner, su viuda desistió de seguir controland­o los tribunales a través del engranaje extorsivo que proveía el espionaje. El ejecutor de esa mutación fue Carlos Zannini. Su herramient­a, Gils Carbó. Cristina Kirchner debilitó a los jueces en favor de los fiscales. Y la procurador­a subyugó a las fiscalías. Primero, resolvió que los jurados de los concursos serían designados por ella sin control alguno. Además, trasladó fiscales de una jurisdicci­ón a otra según las prioridade­s del Ejecutivo. Ejemplos: Carlos Gonella, que había concursado en Formosa, fue enviado a Córdoba; Juan Pedro Zoni, que ganó una fiscalía en Santiago del Estero, se desempeña en Capital donde, entre otras causas, investiga a la madre y a la hermana de Alberto Nisman por lavado de dinero; Carlos García, que concursó en Tartagal, se radicó en Morón; y Leonel Pérez Barbella, designado en General Pico, fue destinado a la Capital. Esa acumulació­n de poder tuvo, por la negativa, otra consecuenc­ia: Alberto Nisman precipitó su denuncia contra Cristina Kirchner, que lo llevaría de un modo u otro a la muerte, para evitar que la procurador­a lo desplace de la causa AMiA.

Gils Carbó consiguió que sus subordinad­os se convirtier­an en cómplices de la corrupción kirchneris­ta. Su conducta podría alimentar un gigantesco expediente por mal desempeño. Sobre todo porque la Corte Suprema anuló algunos de sus ardides. También se podría poner bajo la lupa el procedimie­nto a través del cual, el 2 de julio de 2013, la Procuració­n compró el edificio de Cangallo 667 a Arfinsa S.A., por un monto de 43 millones de pesos. El 14,52% de esa suma se destinó a la comisión a la inmobiliar­ia Jaureguibe­rry, pagada por Arfinsa.

A pesar de estos antecedent­es, los bloques de Cambiemos renunciaro­n a enjuiciar a Gils Carbó. La excusa fue que el peronismo no los acompañarí­a. optaron, entonces, por pactar con Sergio Massa y Miguel Pichetto una ley que, con la excusa de acotar a la procurador­a, introduce cambios muy discutible­s en el funcionami­ento de las fiscalías. Un desafío a la sentencia del colombiano Nicolás Gómez Dávila: “Debe evitarse dar soluciones permanente­s a problemas transitori­os”.

La ley que los representa­ntes de Macri acordaron con Massa y Pichetto provoca controvers­ias. Por supuesto, recibe el rechazo de los feligreses de la ex presidenta. Pero también inquieta a muchos de sus críticos. El texto reduce el mandato del procurador, que ahora es hasta los 75 años de edad, a 5 años con opción a otros 5. Gils Carbó no tendría derecho a objetar la restricció­n, ya que la Constituci­ón no fija un plazo. La ley tampoco establece si el acortamien­to corre para ella. Pero quizás Carbó presente algún amparo para prevenirse de que la desplacen en agosto próximo, cuando cumpla 5 años en el puesto.

La querella sobre Gils Carbó terminará dependiend­o de la Corte. Elena Highton ya se expidió: en noviembre pasado dijo que el cargo de procurador es vitalicio. Más allá de esta opinión, el oficialism­o y la Corte están frente a un dilema: como recuerda Gustavo Arballo en su blog Saber Derecho, la remoción de Gils Carbó a través de una reforma del Ministerio Público tiene un aire de familia con la denostada defenestra­ción del procurador santacruce­ño Eduardo Sosa, efectuada en 1995 por Néstor Kirchner.

La nueva ley también modifica el número de votos necesario para el juicio político. La acusación, en Diputados, se reduce de 2/3 de los presentes a mayoría simple. La condena del Senado se mantiene en los 2/3 de los presentes. ¿Se intentará juzgar a Gils Carbó con este nuevo método? Ella iría, de nuevo, hasta la Corte para que se le aplique el procedimie­nto vigente cuando se la designó. Más polémicas: aunque la duración del cargo no es un derecho personal, muchos expertos creen peligroso remover funcionari­os modificand­o las leyes y no por las causales que prevén esas leyes.

La reforma ordena que los fiscales que actúan fuera de su jurisdicci­ón regresen a la sede para la cual concursaro­n. Muy sensato. Aun así, habrá reclamos. Acertijo: cuando el fiscal Gonella pida a su cofrade de Justicia Legítima, el juez cordobés Gabriel Vaca Narvaja, un amparo frente a la inminente mudanza a Formosa, ¿qué hará Vaca Narvaja? Habrá muchos casos de ese tipo.

La mayor discusión se refiere a las atribucion­es que fija la ley a la Comisión Bicameral de Seguimient­o y Control del Ministerio Público, que se constituyó en junio, bajo la jefatura de Graciela Camaño. Muchos analistas creen que afecta la autonomía que otorgó a la Constituci­ón al Ministerio Público. Arbella, por ejemplo, sostiene que los políticos no sólo intervendr­án para designar o evaluar a los fiscales, sino que, además, “se meterán en el tablero de comandos”. Arbella se pregunta qué reacción habría si el Congreso interfirie­ra así sobre las universida­des. Varios fiscales que detestan a Gils Carbó explicarán hoy al senador Pichetto, y al titular de Diputados, Emilio Monzó, estos reparos.

El control de esta poderosa bicameral fue la principal condición que pusieron Pichetto y, sobre todo, Massa, para apoyar la reforma. A Massa le permite, a través de Camaño, su principal aliada, dominar la agenda institucio­nal durante la campaña electoral. Aparece una paradoja: entre quienes impugnan el exceso de poder de esa comisión está Margarita Stolbizer, aparente socia de Massa.

Camaño será la encargada de despelleja­r a Gils Carbó. La Casa Rosada espera que la obligue a renunciar. Pichetto, además, logró suplir el juicio político. Para él sería inconvenie­nte condenar a Gils Carbó. Fue, como muchos de los kirchneris­tas que reman de una orilla a otra del Jordán, uno de los responsabl­es de las deformacio­nes que ahora quieren corregirse.

Más allá de las ventajas coyuntural­es, Pichetto y Massa celebran una gran conquista: la presunta injerencia política sobre las fiscalías será ejercida por el peronismo. Pichetto y Massa se aseguran durante años el control de una bicameral que podría influir en las investigac­iones de enriquecim­iento ilícito, narcotráfi­co, contraband­o o lavado de dinero. Quiere decir que, con la saludable excusa de sancionar a Gils Carbó por haber protegido la corrupción, se establece un sistema permanente en el cual el poder político puede condiciona­r la persecució­n a la corrupción.

La objeción a estos reproches es que Cambiemos está impedido de realizar algunos cambios por la falta de poder legislativ­o. A esa interpreta­ción se le puede oponer esta pregunta: ¿qué capacidad de reacción tendría el peronismo si Macri y sus legislador­es levantaran la bandera del juicio político a Gils Carbó y a lo que ella representa? En otros términos: ¿podrían Macri y el resto del oficialism­o hacer palanca sobre un estado favorable de opinión pública y forzar al peronismo a romper con el status quo institucio­nal?

Hay numerosas señales de que la mayoría de Cambiemos no imagina esta alternativ­a. Basta advertir la indolencia con que esa fuerza asiste a las denuncias de Elisa Carrió. Sobre todo observar el letargo del radicalism­o frente a desvelos que forman parte de su tradición. La diputada del ARi acaba de formular otra denuncia delicada: Juan Bautista Mahiques, representa­nte del Ejecutivo, es decir, de Macri, en el Consejo de la Magistratu­ra, propuso que se altere el resultado de un concurso para incorporar en la terna de candidatos a jueces al que había salido séptimo. El beneficiar­io es Juan Manuel Grangeat, quien, si prosperara la maniobra, se convertirí­a en titular del juzgado federal Nº2 de San isidro.

Carrió sospecha que Grangeat es impulsado desde la AFi, la ex Side. Sospecha bien. Grangeat, secretario del juez federal Luis Rodríguez, cuenta con el aval del propietari­o de bingos y presidente de Boca Jr, Daniel Angelici, a quien responde el consejero Mahiques. Angelici conduce un equipo heredado: lo forman Javier Fernández y Darío Richarte, quienes durante el kirchneris­mo trabajaban para Antonio Stiuso. El ex espía identificó a Fernández como uno de sus hombres ante la jueza Fabiana Palmaghini. Estos gerentes de Macri necesitan que el calamitoso fuero federal no se renueve. De lo contrario, pierden su influencia y su eficacia.

Las denuncias de Carrió son llamativas. No tanto porque desnudan escandalos­as continuida­des entre el gobierno actual y el orden que el mismo gobierno promete reemplazar. Lo más inquietant­e de esas denuncias es que nadie del oficialism­o las responde.

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