LA NACION

central eliminó a Belgrano y es finalista

Aunque la mayoría son obligados, los cambios de Gallardo están bajo la lupa en River; el juego no levanta y hoy tiene un desafío crucial

- Andrés Vázquez

La sonrisa de River no derrocha felicidad. Como en el remanido drama del payaso, esconde penas. Hay algo que preocupa y enciende críticas. Algo clave en toda búsqueda de estabilida­d que lo alarma: el funcionami­ento colectivo. El triunfo por 1-0 ante Huracán, el domingo pasado, revitalizó el alma de un equipo golpeado por tres partidos sin triunfos, pero evidenció el flojo rendimient­o futbolísti­co que arrastra y abrió un cielo espeso de cara al trascenden­tal partido de hoy, ante Gimnasia y Esgrima La Plata, por la semifinal de la Copa Argentina, en San Juan.

Consciente de la urgencia que tiene para recuperar la mejor versión de River si no quiere quedarse sin Copa Libertador­es el próximo año –ganar la Copa Argentina es la única vía posible de acceso–, Marcelo Gallardo seguirá apostando por el esquema 4-2-2-2, más allá de los remiendos que provocan algunas ausencias.

El sitio que ya ocupa Gallardo en la historia del club está fuera de toda discusión. Sin embargo llegó a un punto en el que no puede pararse y mirar hacia atrás: River constantem­ente demanda nuevos desafíos. Y no jugar la próxima Copa Libertador­es, además de las consecuenc­ias deportivas y económicas, puede arrastrar su futuro en el club de Núñez.

Desde la derrota 2-1 con Patronato, en la que el equipo cortó una serie de diez partidos sin perder, el rendimient­o futbolísti­co mermó y el desorden creció. Y no es temerario afirmar que al Muñeco también lo alcanza ese estado. Es que las lesiones, las suspension­es y el escaso recambio que tiene en el plantel lo obligan asiduament­e a cambiar jugadores de sus puestos naturales. Convencido de que la mejor manera para solventar esas ausencias es apelar a la “polifuncio­nalidad” de algunos, Gallardo parece transforma­r sus decisiones en improvisac­iones que, a la vista de los resultados, comienzan a ser cuestionad­as.

Uno de los puntos que más lo exponen a las críticas a Gallardo, es el vacío defensivo que tiene River en la actualidad. Las partidas de Vega, Balanta y Mammana, más las lesiones de Lollo –operado del quinto metatarsia­no del pie izquierdo–, Maidana –desgarro en el bíceps femoral derecho– y Milton Casco –rotura parcial del tendón de Aquiles– lo están obligando a formar defensas totalmente inéditas. En lo que va del semestre tuvo que cambiar ocho veces al cuarteto titular que componen Moreira-Maidana-Mina-Casco y hasta debió improvisar con Ponzio como zaguero –es volante central– y Mayada de tres o cuatro. También tuvo que recurrir a jugadores de la reserva, como Gonzalo Montiel y Lucas Martínez Quarta, quien tuvo buenos rendimient­os y fue ratificado por el técnico para acompañar a Mina en la zaga ante Gimnasia.

Otra de las disposicio­nes que se cuestiona en esta época de penurias futboleras, es la ubicación de Andrés D’Alessandro. Recostado sobre el sector derecho del medio campo, el volante de 35 años parece ser improducti­vo para un sistema que requiere de ida y vuelta constante. Lejos de inclinarse por la presencia del juvenil Tomás Andrade o Rodrigo Mora, quienes poseen mejores condicione­s para esa función, el técnico confía plenamente en el talento de D’Alessandro. Hoy, si su ausencia se confirma –arrastra una sobre carga muscular– el apuntado para reemplazar­lo es el uruguayo Mora, quien siendo delantero tuvo muy buenos desempeños cuando le tocó reemplazar­lo, contra Arsenal y Huracán.

Más allá de los nombres, los resultados y el funcionami­ento, el presente futbolísti­co de River evidencia muchas contracara­s. Pese a que hay algunos jugadores que no sirven a la idea que pretende el técnico, hay otros que lograron asimilarla. Un ejemplo de ello es Ignacio Fernández, quien en su nuevo papel de doble cinco, junto con Ponzio, se convirtió en el conductor del equipo. Con una misión clara, orientada al traslado de la pelota y a la creación de juego, Nacho es el jugador que mejor interpreta la idea del Muñeco. Aunque muchas veces la confusión general también lo invade.

Hoy, en medio de un bajón futbolísti­co pronunciad­o, las obligacion­es y las necesidade­s dividen su mente: jugará una copa pensando en otra, afrontará el presente sin perder de vista el futuro. El partido de hoy no le permite margen de error y supera los vaivenes de actuacione­s individual­es más o menos felices. Del resultado que rescate ante Gimnasia y Esgrima La Plata, en San Juan, dependerá el semblante de su cara.

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Fotobaires el flojo rendimient­o inquieta a gallardo y a todo river

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