LA NACION

Los cubanos se vuelcan a las calles para despedir las cenizas de Fidel en su último viaje

Un jeep partió desde La Habana y recorrerá la isla hasta Santiago de Cuba, su destino final

- Daniel Lozano PARA LA NACION

LA HABANA.– La “caravana de la libertad” emprendió ayer su viaje de vuelta a Santiago de Cuba por los mismos pueblos y las mismas ciudades recorridas en 1959 por los barbudos victorioso­s de Sierra Maestra al finalizar una cruzada que hoy es un ícono en el alma de revolucion­arios, izquierdis­tas y antisistem­a de todo el mundo.

Buena parte de Cuba salió entonces a las calles para vitorear y aclamar a sus héroes y buena parte de Cuba sale hoy para despedir al líder histórico en su último viaje. “Y esto que la bestia fuera derrotada por el bien del hombre, y esto que la sombra se volviera luz, esto tiene un nombre, sólo tiene un nombre, ¡Fidel Castro Ruz!”, resumió en su día la histórica marcha triunfal el poeta local El Indio Naborí.

Si las multitudes, las imágenes, las emociones y la repetición constante en los medios cuentan en el juicio de la Historia, Fidel ha comenzado a ganar su absolución. Eso sí: con un tribunal perfectame­nte dirigido.

Cuba se ha sumado sin vueltas visibles al culto al líder que impuso su autoritari­smo. Unos convencido­s, otros abducidos, otros obligados. Un culto apabullant­e, sostenido por un aparato de propaganda que colma casi todos los ámbitos de la vida. Ordenados, con disciplina casi militar, con parecidos lemas y constantes vivas a Fidel, miles y miles se lanzaron a las calles para presenciar el paso de la caravana.

Todos ellos buscaban con los ojos la urna de cedro, depositari­a de las cenizas, protegida por una vitrina de cristal. Las mismas cenizas que tanto echaron de menos el lunes y el martes durante su último homenaje en la Plaza de la Revolución.

En el jeep que precede a los restos, cinco militares, aunque por sus movimiento­s en la ceremonia inicial y su porte en el vehículo parecen robots. Y delante de ellos, el general Leopoldo Cintra Frías, ministro de las Fuerzas Armadas, héroe de la Sierra y uno de los hombres de confianza de Raúl. Junto a él, otros dos generales cercanos, Ramón Espinosa y Joaquín Quintas Solá.

Una de las grandes paradojas es que miles de los presentes grabaron o fotografia­ron el paso de la caravana con sus teléfonos móviles, los mismos que Fidel les prohibió hasta que su hermano llegó al poder y cambió la ley.

La caravana salió de la Plaza de la Revolución y recorrió el Vedado hasta el emblemátic­o Malecón habanero, donde se repetían gestos e imágenes. Así salieron de la capital, marchando a ritmo lento, hasta llegar a Cotorro. Allí los esperaba desde la noche del martes el matrimonio formado por Marisa Garo (50 años) y Carlos Manuel Céspedes.

Ella, militante del Movimiento de Mujeres y de profesión revolucion­aria, no dejaba de llorar. “Nuestro deber es seguir la revolución para siempre, somos la mayoría y aquí nada va a cambiar. El legado de Fidel es muy fuerte y todavía tenemos a Raúl”, vaticinó Marisa.

Sí, los revolucion­arios tienen a Raúl, afianzado sin duda en el poder tras el acto de masas del martes en la Plaza de la Revolución. El “general de ejército”, como lo llama el oficialism­o, aprovechó “esta hora de dolor y de compromiso” para resumir los grandes momentos vividos por su hermano en su lugar más emblemátic­o: el territorio de sus grandes discursos.

“Precisamen­te aquí, donde conmemoram­os nuestras victorias, te decimos, ¡hasta la victoria siempre!”, clamó su sucesor. Un discurso corto, preámbulo del que entonará en Santiago de Cuba pasado mañana, horas antes del entierro privado que la familia de Fidel le realizará en el cementerio de Santa Ifigenia.

La “caravana de la libertad” tenía previsto pasar su primera noche en Santa Clara, la ciudad que inmortaliz­ó al Che Guevara, el otro gran ícono de la revolución cubana. Hoy le toca el turno a Camagüey y mañana a Holguín, para terminar el sábado en Santiago.

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carlos garcía/reuters En La Habana, un vehículo militar trasladó las cenizas de Fidel

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