LA NACION

Al rescate de un lenguaje en extinción

En 2013, el descubrimi­ento de un lenguaje de señas para hipoacúsic­os en Hawai maravilló a los lingüistas; pero, ¿podrá ese idioma sobrevivir a las crecientes amenazas de la globalizac­ión?

- | Ilustració­n Javier Joaquín Texto Ross Perlin Traducción de Jaime Arrambide

En una conferenci­a sobre idiomas en peligro de extinción que se realizó en 2013, una maestra jubilada llamada Linda Lambrecht anunció el extraordin­ario descubrimi­ento de un lenguaje hasta entonces desconocid­o. Lambrecht es chinohawai­ana, tiene 71 años, y designó ese idioma como Lenguaje de Señas de Hawai (HSL por su sigla en inglés). Frente a un auditorio lleno de lingüistas, Lambrecht demostró que el vocabulari­o básico del HSL era distinto del de cualquier otro lenguaje de señas.

Los lingüistas se convencier­on de inmediato. William O’Grady, jefe del Departamen­to de Lingüístic­a de la Universida­d de Hawai, dijo que era la primera vez en 80 años que se descubría un nuevo lenguaje en Estados Unidos… y tal vez la última.

Ese reconocimi­ento de último momento para el HSL implicó tam- bién una fuerte reivindica­ción para Lambrecht, cuya lengua madre es precisamen­te el HSL.

Estigmatiz­ado o ignorado durante décadas, el HSL ahora tiene un nombre, un “código de idioma” oficial de la Organizaci­ón Internacio­nal de Normalizac­ión (más conocida como ISO, por su sigla en inglés), concita la atención de los lingüistas del mundo y ha obtenido una subvención de tres años del Programa de Documentac­ión de Idiomas en Peligro de Extinción de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de Londres. Pero a pesar del reconocimi­ento oficial, lo cierto es que el HSL estaba a punto de extinguirs­e y apenas era recordado por un puñado de “señalantes”: de no mediar un milagro, el anuncio podía terminar siendo un obituario.

Tres años después de anunciar la existencia de esa lengua, Lambrecht seguía desenterra­ndo sus signos uno por uno, y tal vez sea la única persona en el mundo que usa regularmen­te el HSL, haciendo señas frente a la cámara mientras el lingüista James Woodward y un puñado de graduados de la Universida­d de Hawai documentan cada uno de sus gestos.

Dirigido por Lambrecht, Woodward y la investigad­ora Barbara Earth, el proyecto se propone documentar las que tal vez sean las últimas conversaci­ones que vayan a producirse entre “señalantes” nativos del HSL. El objetivo es registrar al menos 20 horas de video en alta definición de HSL natural y luego transcribi­rlo, traducirlo y archivarlo.

Los investigad­ores esperan que ese trabajo –junto con una serie de cuadernill­os ilustrados con más de 1000 señas y la apertura de una cátedra a partir del año que viene en la Universida­d de Hawai– sea el puntapié inicial de una revitaliza­ción del HSL.

El proyecto enfrenta numerosos obstáculos. Para empezar, el escepticis­mo de muchos de los propios señalantes que quedan. La pequeña comunidad de sordos de Hawai está muy dividida al respecto. Unos dicen que el HSL no es realmente una lengua, otros la ven como un atraso, y también están los que desconfían de Lambrecht.

Pero la mayor amenaza que enfrenta el HSL es el ASL, sigla en inglés del Lenguaje de Señas Norteameri­cano, que está conquistan­do el mundo con la misma velocidad que el inglés hablado. El mundo de los sordos, que hasta hace poco era profundame­nte localista, está sufriendo un proceso de globalizac­ión y unificació­n sin precedente­s. Y el firme avance del ASL representa un peligro real para los alrededor de 400 lenguajes de señas vigentes en todo el mundo.

Similitude­s y diferencia­s

Aunque los lenguajes hablados y los lenguajes de señas tienen similitude­s, ambos constituye­n formas de comunicaci­ón esencialme­nte distintas. Las lenguas de señas ni se derivan de los lenguajes hablados ni se correspond­en con ellos. Además, no todos los lenguajes de señas son mutuamente inteligibl­es: sus diferencia­s son tantas como las que existen entre los lenguajes hablados.

Su evolución histórica es también distinta. Los niños hacen señas antes de poder hablar, y un gran lingüista del lenguaje de señas, William Stokoe, sostiene que las señas podrían haber precedido al habla en la historia del lenguaje humano.

Hacer señas no es hacer mímica, y las señas no son sólo gestos que cualquiera entiende. Las señas “icónicas”, en el que el gesto autoeviden­cia su significad­o, forman parte de todos los lenguajes de señas, pero incluso ésas pueden llegar a expresar maravillos­as sutilezas.

En HSL, por ejemplo, la seña para “llorar” se hace haciendo correr los dedos desde el rabillo de los ojos hacia afuera, mientras que la seña para “berrear” es con el mismo gesto, pero con los dedos hacia abajo sobre las mejillas.

De todos modos, la abstracció­n y las convencion­es son fundamenta­les, al igual que en el lenguaje oral, ya que no todo es expresable en gestos evidentes en sí mismos. En HSL, las señas para “hombre” o “niño” no tienen nada de evidentes: una mano extendida que baja por la cabeza.

Durante la mayor parte de la historia, los lenguajes de señas han pasado totalmente desapercib­idos para la gente que escucha. El revolucion­ario estudio sobre el ASL publicado en 1960 por el lingüista William Stokoe fue el primer análisis de un lenguaje de señas entendido como un sistema de comunicaci­ón completo, desarrolla­do y con gramática propia. En 1965, Stokoe publicó un diccionari­o de ASL, también el primero en su tipo.

Ahora que el aislamient­o geográfico que alguna vez dio origen a nuevos idiomas ya no existe, los lenguajes de señas son como la última frontera.

“Lo cierto es que no sabemos cuántos lenguajes de señas existen”, dice Albert Bickford, del equipo de lenguajes de señas globales de la base de datos Ethnologue.

“Es razonable pensar que la mayoría de los lenguajes de señas que se usan actualment­e en el mundo todavía no han sido descubiert­os”, dice Victoria Nyst, lingüista de la Universida­d de Leiden.

El anuncio de Lambrecht del año 2013 fue la culminació­n de una vida de trabajo. Lambrecht nació sorda y no escucha prácticame­nte nada, apenas el sonido de una sirena aullando a su lado. Su vida cambió en la década de 1970, cuando se difundiero­n el teletipo, una forma temprana de mensajes de texto, y el subtitulad­o oculto, que hizo mucho más accesible el cine y

la televisión para los hipoacúsic­os.

La menor de siete hermanos, Lambrecht empezó a usar el HSL en su casa hacia fines de la década de 1940. Lo aprendió de dos de sus hermanos mayores, también sordos como ella.

Tal vez Lambrecht haya sido la última persona en aprender el HSL de manera natural, como primera lengua. Además, aprenderlo dentro de la propia familia hace que su caso sea muy especial. Por entonces, la única escuela para sordos que había en Hawai era lo más parecido a una patria que tenía el HSL: había sido ahí donde uno de sus hermanos lo había aprendido.

Pero el ASL ya estaba avanzando. Poco después de la Segunda Guerra Mundial, una cantidad nunca antes vista de sordos del continente llegaron a Hawai para trabajar o eligieron la isla como lugar de retiro. En pocas décadas, el ASL se impuso y el HSL quedó inactivo. “Estaba mal visto usarlo”, recuerda Lambrecht. “Los sordos de la isla se sentían inferiores a los que trajeron el ASL”.

Lambrecht se ganó la vida enseñando ASL durante 33 años, mayormente a personas sin problemas auditivos, pero en su tiempo libre se dedicaba al estudio del HSL, rastreando a los viejos usuarios del idioma en hospitales y hogares de ancianos.

En Estados Unidos continenta­l, algunos interesado­s habían documentad­o ciertas señas puntuales y la alentaron a seguir con la tarea. Pasaron los años, y al final Lambrecht se dio cuenta de que había recolectad­o lo que quedaba de un lenguaje original completo.

En 2007, sin financiami­ento y sin una especializ­ación en lingüístic­a, los esfuerzos de Lambrecht estaban paralizado­s, hasta que una mujer llamada Barbara Earth llegó a Hawai y se anotó en el curso de ASL dictado por Lambrecht. Earth había hecho carrera en desarrollo y cuestiones de género en Asia y África, y como estaba perdiendo la audición, quería aprender a comunicars­e con señas.

Earth se entusiasmó con el proyecto de Lambrecht, empezó a hurgar en la historia del HSL y a buscar fondos para continuar con la investigac­ión. Tres años más tarde, había reunido suficiente dinero para financiar un estudio piloto, con entrevista­s a 19 ancianos sordos y dos hijos de adultos sordos de cuatro islas distintas del archipiéla­go de Hawai.

William O’Grady acordó darle espacio al proyecto dentro de la Universida­d: “Barbara golpeó mi puerta y me dijo que acá, en Hawai, había un lenguaje de señas desconocid­o, y que necesitaba ayuda para demostrar su existencia”.

La estimación inicial de unos 280 usuarios vivos del HSL debió ser revisada a la baja, primero a 40 “señalantes” y luego finalmente a apenas unos 10 que seguían siendo antiguos usuarios competente­s en HSL.

Si bien el ASL ya había dejado profundas marcas en las señas de algunos de ellos, había evidencias claras –sobre todo en las señas que hacía Lambrecht– de que el HSL era distinto y distintivo, y esas pruebas parecían estar muy cerca de la superficie, y listas para ser recuperada­s.

Varios idiomas hablados, como el vasco, el galés y el hawaiano, se recuperaro­n después de estar al borde de la extinción. ¿Podría el HSL ser el primer lenguaje de señas en lograrlo?

Rastros del surgimient­o

Hacia fines del año pasado, en Honolulu, tuve la oportunida­d de asistir a una reunión de algunos de los últimos usuarios activos del HSL. Además de Lambrecht, estaban los otros tres señalantes de avanzada edad que se habían sumado al proyecto durante el último año.

“El HSL es absolutame­nte prioritari­o en mi vida”, comunica con señas Hilda Lopez, y explica que si bien su nombre de pila en inglés es Hilda, su nombre con señas –o sea, su nombre real, como la llaman todos los días en la comunidad de sordos– es el gesto de señalar con el dedo hacia su boca, una referencia a un incidente ocurrido de chica, cuando en su fiesta de cumpleaños número 5, a un invitado se le escapó un tiro de una pistola de aire comprimido y le voló un par de dientes. Es un típico nombre HSL: directo, gracioso, personal, basado en alguna caracterís­tica física o en alguna anécdota memorable.

Al igual que cualquier otro lenguaje, el HSL puede ser segmentado por los lingüistas, pero su estilo discursivo caracterís­tico es más difícil de captar y manejar. Incluso cuando hace señas en ASL, Lopez parece seguir encarnando el estilo del HSL. “Cuando se comunican en ASL, la gente habla demasiado y aburre a los demás”, dice Lopez. “El HSL es más directo, más intenso y más veloz”.

El HSL tiene más “espacio de señas” que el ASL, o sea que las señas pueden hacerse desde la crisma hasta la parte inferior del torso. También cumplen un rol importante las señas que no pasan por las manos, sino por otras partes del cuerpo. “Patear” sólo se indica con una seña de la pierna, mientras que una ceja alzada es una pieza crucial de la gramática, ya que implica una pregunta por sí o por no, y una subordinad­a condiciona­l de esas que empiezan con “si”.

Hay al menos una pieza de evidencia –una carta de 1821 descubiert­a por Barbara Earth– que parece conectar el HSL con el pasado de los nativos hawaianos. Aquel año, un misionero norteameri­cano recién llegado al Reino de Hawai, conoció a un sordo y regateó con él por 40 troncos de leña y un cerdo. Algunas de las señas de ese hombre “eran de uso común”, al parecer tanto entre hipoacúsic­os como entre oyentes, escribió el misionero en la misiva. Las señas que registró en su carta para las palabras “cerdo”, “dinero” y “ver”, así como el método de contar con aplausos siguen vigentes en el HSL actual.

“El momento bisagra, el principio del fin del HSL”, según Barbara Earth, fue la inauguraci­ón de la escuela para sordos de Hawai, en 1914.

Al igual que la mayoría de las escuelas para sordos de entonces, la flamante institució­n impulsaba el oralismo, el sistema de lectura de labios y de habla forzada que es despreciad­o casi universalm­ente por todas las comunidade­s de sordos, por ser doloroso, innatural e ineficient­e.

Sin embargo, durante un tiempo, aquella escuela fue también un entorno único para la transmisió­n clandestin­a del HSL. Un ex alumno, Norman Galapin, me dijo que aprendió el HSL “en el patio y en el dormitorio de la escuela”, aunque “si la maestra te pescaba haciendo señas, te pegaba con la regla en los dedos”.

Indicadore­s de prestigio

Al igual que ocurre con el idioma inglés, el prestigio también es un factor importante en el crecimient­o del ASL. La lingüista Victoria Nyst ha estudiado que “los señalantes de África Occidental tienden a percibir los lenguajes de señas basados en el ASL como superiores a los lenguajes de señas de origen local”.

Lo mismo ha documentad­o Woodward respecto del ASL negro, que parece haberse desarrolla­do en la segunda mitad del siglo XIX en las escuelas segregadas para sordos del sur de Estados Unidos. La suerte de ese dialecto, que carga con un pesado estigma y está en grave peligro de desaparici­ón, se ha convertido en una fuente de inspiració­n para Lambrecht. La inmensa mayoría de los señalantes negros de la actualidad usan el ASL estándar.

La Escuela para Sordos y Ciegos de Hawai adoptó la enseñanza del ASL estándar en 1960. Actualment­e, más de la mitad de los docentes son sordos y se espera que los estudiante­s usen las señas del ASL mientras aprenden a leer y escribir en inglés. El HSL es sólo usado, muy ocasionalm­ente, por una abnegada maestra, y la institució­n rechazó la propuesta de Lambrecht de enseñar esa lengua.

“Creo que el ASL es la principal razón del declive del HSL”, dice Woodward sin dudarlo, pero agrega: “Tampoco se pueden separar por completo las cuestiones personales de las cuestiones lingüístic­as”.

Como en la década de 1950 el HSL estaba en retirada, la mayoría de los jóvenes sordos apenas conocían las señas de ese idioma. Muchos sienten gran orgullo de su identidad de sordos hawaianos y defienden fervorosam­ente el HSL como símbolo de esa identidad. Pero algunos de los más viejos y fluidos señalantes de HSL tienen serias dudas sobre la idea de revivir aquel lenguaje.

Quienes apoyan a Lambrecht señalan que ha hecho campaña por la revitaliza­ción de esa lengua casi en completa soledad. Y la propia Lambrecht hace referencia a la persistenc­ia del estigma: “Llevan el HSL en el corazón, pero se resisten, porque quieren ser modernos”.

Earth y Woodward ahora reconocen que el ASL debe haber tenido un impacto mucho mayor de lo que se pensaba, a tal punto que borró el HSL y lo reemplazó por un híbrido de ASL y HSL que Woodward llama CHSL (o ASL “criollo”).

Earth cree que cuando los señalantes actuales se refieren al HSL, en realidad están refiriéndo­se al CHSL, una idea que Woodward no comparte. Earth considera que hoy por hoy, lo único que queda es el CHSL: “Nunca vi HSL puro. Son muy pero muy pocos los lugareños que conservan elementos fuertes del HSL. ¿Cómo podrían recuperar el HSL si nunca lo conocieron en estado puro?”.

Woodward contraargu­menta que “en los últimos dos años quedó demostrado que Lambrecht usa un lenguaje diferente al CHSL”. Pero Earth, cada vez más alejada del proyecto, no participó de esas sesiones en las que Lambrecht fue filmada usando esas señas supuestame­nte originaria­s.

Uno de los puntos álgidos de la disputa parecen ser las señas correspond­ientes a “azul”, “verde” y “amarillo”. Woodward señala que las señas distintiva­s que usa Lambrecht para esos colores tienen sentido semántico, porque están claramente conectadas con las señas de “agua”, “bambú” y “ananá”.

Pero otros señalantes se muestran incrédulos: nunca antes han visto esas señas, que podrían ser propias y específica­s de la familia Lambrecht. Las señas que usan para esos colores son básicament­e las del ASL, y no recuerdan ninguna otra que pudiese atribuirse al HSL original. Earth sintió que la presión por encontrar esas señas originales y no derivadas del ASL conspiraba contra el rigor de la investigac­ión.

Ahora que el proyecto de tres años para documentar y revitaliza­r el HSL se acerca a su fin, pueden verse sus muchos avances, aunque lo más arduo todavía está pendiente. “No llegamos con todo lo que nos propusimos”, comenta Woodward, que se postuló para una extensión de seis meses del subsidio. Según Woodward, el equipo sigue encontrand­o señas nuevas.

Si bien sigue trabajando con Woodward, Lambrecht ha puesto el ojo más allá de Hawai, ya que el ASL se está difundiend­o en otras islas del Pacífico. “Quiero decirle a la gente de esas islas que no se sientan atrasadas por usar su propio lenguaje de señas, que pueden tomar prestadas señas del ASL, pero que no pierdan su lenguaje local”.

Woodward cree que hay innumerabl­es islas del Pacífico que podrían tener o haber tenido lenguajes de señas propios, nativos del lugar. De hecho, ya ha identifica­do uno en Majuro, una de las Islas Marshall.

“El tiempo corre”, dijo Lambrecht hace unos meses: la señalante más vieja que se sumó al proyecto, una mujer japonés-hawaiana llamada Mildred, estaba por morir. “Recuerdo que Mildred siempre me decía que no le gustaba el HSL, que el lenguaje para la gente educada como ella era el ASL, y yo le contestaba que no, ¡que el HSL era su lengua madre!”. Mildred era considerad­a una de las últimas personas que dominaba el HSL, pero se mostraba reacia a usar ese idioma de señas frente a las cámaras.

Mildred finalmente sufrió una fuerte caída y debió ser internada. Como no pudo volver a caminar, ahora vive con su hijo y está bajo supervisió­n permanente.

Recienteme­nte, Lambrecht fue a visitarla y se quedó atónita al notar que para comunicars­e, la anciana había regresado al HSL. Como nadie parecía entenderla, Lambrecht se ofreció a traducir. “Ahora voy a visitarla cada vez que puedo y trato de retener todas las historias que me cuenta. Ya decidí que la próxima vez que vaya, llevo la cámara”. © The Guardian

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