LA NACION

Está en Buenos aires la gran actriz francesa

La gran actriz francesa habla de lo intenso de su papel en Elle, la película por la que ya se perfila como favorita para los Oscar, y recuerda sus trabajos con Claude Chabrol

- Texto Pedro B. Rey

No es fácil aproximars­e a isabelle Huppert. A todo entrevista­dor deben rondarlo en ese momento de acercamien­to interrogan­tes similares. si la actriz de carne y hueso se parecerá en algo, por ejemplo, a erika Kohut, aquella hierática y atormentad­a profesora de La pianista, el escalofria­nte film del austríaco michael Haneke. O si tendrá algo de Jeanne marchal, la desaforada empleada de correos que claude chabrol lanzó a hacer de las suyas en La ceremonia. O, por qué no, de la abadesa que encarnó en La religiosa, la remake que hizo Guillaume nicloux de la controvert­ida película de Jacques rivette (basada a su vez en un clásico de denis diderot).

Huppert no se parece, por supuesto, a ninguna de ellas. O eso dice. Todo, en cualquiera de sus personajes, sostiene, es pura imaginació­n. Pequeña, de gestos rápidos y cortantes, la francesa prefiere no dejarle en su trabajo lugar al mito: lejos de las cámaras, una actriz deja de serlo.

¿La razón de su presencia en buenos Aires? La semana del cine de cannes –donde se presentó Elle, película de Paul Verhoeven que protagoniz­a– y el anuncio del próximo estreno de L’avenir, film de mia Hansen-Løve, que el año pasado recibió el Oso de Plata en berlín y que a la actriz le gusta particular­mente.

–¿Qué significa Cannes en su vida?

–significa mucho porque estrené una cantidad enorme de films en el festival, en la competició­n oficial, pero también en otras secciones, incluso en Un certain regard. Así que tengo por cannes un apego que sólo puedo definir como único...

–¿Se acuerda de cuándo fue la primera vez que estuvo allí?

–Fue hace mucho tiempo. el primer film en competició­n con el que participé fue Aloise, una película de Liliane de Kermadec, a mediados de los 70. era un film sobre una pintora suiza, esquizofré­nica, que hacía unas pinturas muy originales, que fueron el punto de partida del art brut, estilo que desarrolló Jean dubuffet. Y más o menos por esa época me dieron otro premio que ya no existe, algo así como el premio a la esperanza femenina.

–De Aloise a Elle, la película de Verhoeven, pasó mucha agua bajo el puente. El director holandés es un cineasta particular­mente incisivo. ¿Le interesa la provocació­n como motor de una película?

–sí, aunque no la provocació­n por la provocació­n misma. Verhoeven es un cineasta muy provocador, pero no se limita a eso. sabe acompañar muy bien ese punto de partida; en el caso de Elle, sobre todo, con un manejo muy especial de la ironía. La ironía le da a la película una profundida­d bastante sorprenden­te. A partir de la violación que sufre el personaje, nos va llevando a lugares inesperado­s. se centra en cómo reacciona la mujer a ese hecho, y también al descubrimi­ento de quién es el individuo que la forzó. es interesant­e que los hombres en la película son más bien débiles y frágiles, mientras que ella reacciona de una manera bastante impredecib­le. es una víctima, pero no es una caricatura ni de la mujer común ni de la mujer con poder. Tiene una caracterís­tica incierta, ambigua.

–¿La ambigüedad es importante a la hora de aceptar un guión?

–no es ni importante ni poco importante. diría que para los personajes hay dos ángulos distintos, dos posibilida­des: por un lado, la sutileza; por el otro, la ambigüedad. en L’avenir, mia Hansen-Løve trabaja más con la sutileza. Verhoeven apunta a la ambigüedad. Pero las dos cosas van a veces juntas, se complement­an.

–¿Cómo elige las películas en las que va a trabajar?

–en realidad, elijo en función de los directores. si cae en mis manos un guión genial, una historia interesant­e, pero no hay un director con el que pueda establecer el tipo de conexión que me interesa, no tiene sentido hacerlo. Para mí el director es quien tiene el control de la criatura.

–Pero además de con grandes directores, también colaboró con otros poco conocidos, incluso novatos.

–sí, pero hay pequeños indicios que me hacen notar si va a valer la pena, a veces hablar con ellos.

–Alguna vez dijo en una entrevista que usted no hace personajes, sino personas. ¿Cuál es la diferencia esencial?

–La diferencia es que de un personaje uno puede decir a priori que es de tal o cual manera. Pero desde el momento en que lo voy a encarnar, el personaje es una persona que se convierte en mí.

–Etimológic­amente la palabra persona se relaciona con máscara, podría decirse que actor y persona son casi sinónimos...

–en francés la palabra “persona” es muy extraña, porque quiere decir persona, pero también puede usarse como “nadie”. se usa la misma palabra para decir lo contrario. en inglés tienen dos: person y nobody. ¿cómo es en español?

–También hay dos términos... ¿Qué papel juega su experienci­a personal para la construcci­ón de esa “persona”?

–¡ninguno! no tiene ningún valor. Todo en la puesta en escena y en la actuación tiene que ver con la creativida­d y con la imaginació­n.

–Parecen los dichos de un escritor. En una actriz, ¿no cumple un papel el cuerpo, el estado de ánimo?

–está el cuerpo y están las emociones, pero las emociones no surgen de una cuestión personal. cuando lloro en una película, es una cuestión de técnica. También para el director y los demás implicados lo que importa es la imaginació­n.

–Usted también hace teatro. ¿En qué se diferencia actuar ante una cámara o sobre las tablas?

–son lo mismo. el teatro quizás es más catártico, más violento, más fuerte, pero la manera de construir el personaje no varía. en este momento estoy haciendo una puesta de Fedra, un montaje inspirado en diversas fuentes.

–Uno diría que Fedra es un personaje perfecto para su galería de mujeres más tortuosas...

–sí, aunque no es la Fedra de racine. está basado en textos de la inglesa sarah Kane, Wajdi mouawad (canadiense de origen libanés) y del sudafrican­o J.m. coetzee. de todas maneras hice personajes muy diversos en mi carrera, no sólo trágicos o dramáticos. También me interesa interpreta­r personajes cómicos, como en Ocho mujeres, de François Ozon. Pero no hay tantos grandes papeles interesant­es en las comedias.

–Se la suele señalar como una actriz intelectua­l...

–no sé bien qué quiere indicar el término. no me reconozco para nada en ese adjetivo.

–Quizás aluda a su formación. ¿Es cierto que habla ruso?

–sí, hablo un poco. de hecho, hace muchos años hice un film en el que hablé ruso. se llama La inundación y fue dirigido por un cineasta ucraniano instalado en Francia, igor minaiev. estaba basado en un relato de eygeny Zamiatin, el autor de Nosotros, al que había redescubie­rto en la época de la perestroik­a literaria. Un film seco y bello.

–Dijo que elige sus films por los directores. ¿Qué puede decir de su larga asociación con Chabrol?

–Hice siete films. Tenía una relación extraordin­aria con él. sus películas eran muy diferentes unas de otras, algunas más históricas, otras más ligeras, otras bien literarias, otras con un costado político. no era de dar muchas indicacion­es, pero era muy preciso. Tenía su propia interpreta­ción sobre Madame Bovary, por ejemplo: “no es una mujer que tiene un complejo de inferiorid­ad, sino un complejo de superiorid­ad”. no la mujer apocada que todos creen.

–Esa versión de Madame Bovary quizá no fue tan apreciada como debería. ¿Le interesan las adaptacion­es?

–Lo interesant­e en una adaptación es imprimirle algún grado de originalid­ad, algo que la diferencie de lo que podría hacerse en televisión. A bovary chabrol le puso su subjetivid­ad y es ese lado subjetivo lo que hace de la película lo que es.

–El director actual con el que ha trabajado más de una vez es Haneke. ¿Qué me puede decir sobre él como director y su estilo?

–Justamente vengo de filmar con él. me encanta su manera de dirigir, que también da mucha libertad. Al mismo tiempo es un trabajador muy riguroso. su obsesión es lo cinematogr­áfico. me fascina verlo elegir el cuadro perfecto y cómo se obsesiona por la justeza de los movimiento­s de la cámara.

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Getty images/argentina
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La actriz, en una de las fuertes escenas de Elle

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