LA NACION

La movilizaci­ón en homenaje a Fidel, no tan espontánea como parece

El régimen castrista intenta aprovechar la muerte del histórico líder para consolidar su poder en la isla

- Daniel Lozano PARA LA NACION

LA HABANA.– Los medios cubanos aseguran, como si fuera dogma de fe, que toda la isla despide y llora a Fidel Castro. Toda. La multitudin­aria presencia en las calles habaneras (dos millones, según la versión oficial) y la “caravana de la libertad”, que recorre el país con las rutas llenas de gente, parecieran darles la razón ante los ojos de los enviados especiales y del mundo, sorprendid­os por la exuberanci­a oficialist­a.

¿Es apoyo incondicio­nal todo lo que reluce? ¿Qué ocurre de verdad estos días en Cuba? “Los adherentes activados por el luto son una minoría importante, sobre todo ancianos que el Estado organizado cobija y favorece. Pero no sólo mayores”, estima el politólogo Armando Chaguaceda. “Ha pasado siempre que se va un líder carismátic­o, incluso en el declive de su vida y obra”, añade.

Los paralelism­os entre el duelo por Hugo Chávez en 2013 y el actual por Castro son evidentes. En Vene- zuela, el oficialism­o quiso aprovechar la muerte de su líder para crear un culto metafísico en torno al comandante supremo y así consolidar el chavismo. Uno de los lemas más repetidos aquellos días fue “Yo soy Chávez”. Hoy, en Cuba, la consigna bajada desde la máquina de ideas revolucion­arias es “Yo soy Fidel”.

“Imagino que haya de todo, pero a la larga Fidel es un político muy controvert­ido que deja un legado múltiple con errores y logros, y a la hora de su muerte creo que muchas personas tratan de no olvidar la transforma­ción social que produjo en Cuba y los avances en este frente. Es un símbolo para muchos cubanos, a pesar de sus fracasos”, afirma Pavel Gómez, economista y ex analista del Banco Central, quien forma parte de Cuba Posible, críticos moderados.

“¿Que si he ido a despedir a Fidel? Asere [hombre], tú estás loco. Sólo los organizado­s van. Eso sí, el tipo era un salvaje [calificati­vo de admiración en la jerga callejera]”, afirma R. V., un peluquero.

“Los que no sienten ese luto están fragmentad­os y ocultos, pero son segurament­e más”, dice Chaguaceda. “Estamos viviendo el mismo andamiaje de las movilizaci­ones habituales, no es del todo espontánea. Una parte asiste por cumplimien­to del deber del trabajo y la otra lo hace por respeto y solidarida­d”, sostiene la disidente Joanna Columbié.

Organizaci­ones opositoras, como la Unión Patriótica de Cuba (Unpacu), han denunciado agresiones de fanáticos contra quienes se negaron a rendir homenaje al líder histórico.

Las explicacio­nes de unos y otros en las calles abarcan distintos ángulos. “Yo no soy comunista, pero sí fidelista. No conozco una sola cosa de esas que dicen que ha hecho (represión)”, asegura un joven ingeniero al volante de un taxi del Estado. “No tiene nada que ver conmigo, pero ha formado parte de mi vida desde siempre”, añade otro jovencito en G, la avenida por la que desfilan las tribus urbanas de La Habana.

“Está saliendo el agradecimi­ento de las masas con su estado de conformida­d, una especie de síndrome de Estocolmo en la peor de sus fases. Mucha gente lleva toda su vida viviendo del sector estatal, unas migajas constantes que han ayudado a su superviven­cia mínima”, aporta Claudio Fuentes, activista pro derechos humanos.

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ronaldo schemidt/afp Camiones con gente se sumaron ayer a la “caravana de la libertad”

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