Francia se quedó helada por un anuncio de Hollande: no buscará la reelección
Admitió que no hubiera tenido un apoyo amplio en los comicios del año próximo; su paso al costado le despeja el camino a Valls para ser candidato
PARÍS.– El presidente François Hollande provocó un terremoto político sin precedente en la historia reciente de Francia al anunciar ayer que no será candidato a su reelección en 2017.
“Tengo plena conciencia de los riesgos que provocaría una candidatura […] que no obtendría un amplio apoyo. Por eso he decidido no ser candidato en las elecciones presidenciales”, anunció en un mensaje televisado de 12 minutos, que fue emitido en directo.
Con la voz estrangulada por la emoción, explicó que su obligación era consagrar toda su energía a seguir defendiendo los intereses de Francia en los últimos siete meses de mandato. Legitimado con 51,6% de los votos, Hollande llegó al poder el 15 de junio de 2012 para reemplazar a Nicolas Sarkozy.
Su decisión de no presentarse a la reelección, después de 1630 días en el Palacio del Elíseo, constituye un hecho sin precedente en los 58 años de historia de la Quinta República, fundada por el general Charles de Gaulle en 1958. El único presidente que no pudo postularse para un nuevo mandato fue Georges Pompidou, que murió en el poder el 2 de abril de 1974.
El renunciamiento –que por el momento no constituye de ninguna manera un abandono de la actividad política– es el tercer terremoto de gran magnitud que sacude el tablero político francés en diez días, tras los retiros de la vida pública de Sarkozy y del ex primer ministro Alain Juppé.
La inesperada decisión anunciada ayer por Hollande, tanto por el contenido como por el momento elegido, tomó por sorpresa a la
clase política e, incluso, a sus más cercanos colaboradores.
Sólo un puñado de amigos –como el secretario de Defensa, Jean-Yves Le Drian, y el titular de Agricultura, Stéphane Le Foll– fueron advertidos entre martes y miércoles. El responsable de la comunicación del Elíseo, Gaspard Gantzer, fue informado pocas horas antes, cuando recibió la orden de organizar la transmisión para que coincidiera con el comienzo de los noticieros de la noche. El primer ministro, Manuel Valls, con el cual mantuvo un duro enfrentamiento en los últimos días,
recién fue informado por la tarde. Su decisión fue inspirada en buena medida por el consejo de algunas escasas personas de confianza de su entorno político y familiar, entre los que figuraba la ministra de Ecología, Ségolène Royal, madre de sus cuatro hijos.
Todos ellos le desaconsejaban presentarse a una batalla política de características humillantes, ya que –a pesar de ser el jefe del Estado– se hubiera visto obligado a competir en las primarias del Partido Socialista. Peor aún: en esa lucha despiadada, en la que algunos candidatos no tienen nada que perder, corría incluso el riesgo de ser derrotado y perder toda legitimidad para seguir al frente del país hasta el traspaso del poder.
Las encuestas pronosticaban que perdería frente a su ex ministro de Economía Arnaud Montebourg. Aun en caso de ganar la lucha interna, los sondeos preveían que en la primera vuelta de las presidenciales obtendría un humillante quinto lugar, con apenas 7,5% de votos.
La decisión de Hollande fue también provocada en gran medida por la intensa presión de Valls, que la semana pasada lo colocó entre la espada y la pared con la amenaza de enfrentarlo en un duelo en la primaria socialista, convocada para el 22 y el 29 de enero. Esa pulseada se saldó al parecer el lunes, cuando Valls le reclamó una clarificación de su posición y amenazó con renunciar esta misma semana a su cargo y anunciar su postulación.
El paso al costado de Hollande le abre a Valls el camino a la candidatura presidencial. Para ello, el primer ministro deberá presentarse a la primaria socialista. Pero, como ocurría con Hollande, aun si gana esa batalla, no le será fácil obtener un resultado digno el 23 de abril en la primera vuelta de las presidenciales, que le permita pasar al ballottage. Las encuestas le acuerdan 9% de los votos.
Con la salida de Sarkozy, Juppé y Hollande del tablero político, las elecciones presidenciales de 2017 cambiaron totalmente de fisonomía y ahora –más que nunca– se abre un período de incertidumbre que puede ser tan angustiante como el que vivió Gran Bretaña con el referéndum por Brexit o Estados Unidos con la victoria del republicano Donald Trump.