LA NACION

Macri terminó siendo esclavo de sus dichos y del teorema de Baglini

- Fernando Laborda

El hombre es dueño de lo que calla y esclavo de lo que dice, especialme­nte si se trata de un alto dirigente político. En septiembre de 2015, en un spot de campaña de Cambiemos, Mauricio Macri expresaba: “El Estado no tiene que quedarse con el fruto de tu trabajo. En mi gobierno, los trabajador­es no van a pagar impuesto a las ganancias. Ése es mi compromiso”. Y si googleamos la frase “Macri elimina el impuesto a las ganancias”, encontrare­mos no menos de 127.000 resultados en la Web. De aquellos dichos del candidato Macri a la propuesta actual del presidente Macri de subir el mínimo no imponible de Ganancias en un exiguo 15% que ni siquiera compensa la mitad de la inflación de este año hay un enorme trecho no exento de costos políticos.

La justificac­ión oficial por el abrupto cambio de posición en una cuestión tan sensible al bolsillo de los sectores medios y medios altos no fue muy original. El propio Macri intentó explicar que no imaginó que la herencia kirchneris­ta fuera de tanta gravedad. ¿Realmente no lo imaginó? El vicejefe de Gabinete Mario Quintana, por su lado, señaló que para hablar del impuesto a las ganancias es necesario hablar antes del déficit fiscal y puntualizó que algunos de quienes critican al Gobierno lo acusan por el elevado déficit de las cuentas públicas al tiempo que formulan exigencias que acrecentar­ían aún más el rojo fiscal.

Para cuestionar a opositores como Sergio Massa, que reclaman más generosida­d gubernamen­tal para reducir el impuesto que pesa sobre los salarios de los trabajador­es, algunos funcionari­os, incluido el titular de la AFIP, Alberto Abad, apelaron al conocido “teorema de Baglini”, según el cual el grado de responsabi­lidad de las propuestas de un partido o dirigente cae a medida que descienden sus probabilid­ades de acceder al gobierno.

Tal vez sin darse cuenta, estos funcionari­os pusieron en evidencia al propio Macri, quien en la campaña prometió algo que hoy confiesa que no es posible hacer. No se sabe si para intentar llevar tranquilid­ad a la mayoría de la sociedad o para autoconven­cerse de que su error no será tan caro en términos políticos, el Presidente expresó ayer que el debate sobre el impuesto a las ganancias sólo atañe “al 3 por ciento (de la población) que más gana”. Claro que ese 3% y algunos de sus familiares directos han sido decisivos en su triunfo electoral.

En la víspera, los diputados oficialist­as lograron imponer en comisión su propio dictamen sobre la reforma en Ganancias, con una grata sorpresa para los inquilinos: podrán deducir de ese impuesto una parte del alquiler. Es probable que, cuando la semana próxima, se trate el proyecto en el recinto, la oposición se una para imponer otras modificaci­ones y subir el piso salarial a partir del cual se pagará el tributo. Los dolores de cabeza para Macri amenazan con continuar.

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