LA NACION

Retrato de una histórica generación de escritores

- Federico Irazábal

buena. libro: Francisco Scarponi. elenco: Magui Bravi, Nahuel Mutti, Fabio Di Tomaso, Rodrigo Esmella, Sebastián Francini, Gerardo Alessio. vestuario: Ana Ortiz. iluminació­n: Osvaldo Laport y Gerardo Alessio. escenograf­ía y dirección: Osvaldo Laport. funciones: jueves, a las 21; viernes, a las 23.30. sala: Maipo Kabaret.

Probableme­nte una de las mayores dificultad­es a la hora de llevar a escena a cualquier grupo literario sea el modo en el que la dirección comprende la literatura, el tono en el que ésta es representa­da. Y más aún si se trata de un grupo que hizo de la libertad, de la puesta en crisis de los valores su marca principal, y que además atacó fuertement­e al sistema cultural norteameri­cano todo. La representa­ción de ese grupo cultural ¿se hace exclusivam­ente en el plano argumental o debería buscarse su correlato en materia teatral? ¿Qué significan los beatniks en la historia de la literatura de su tiempo y que significa Beatnik, una historia verídica en la nuestra?

el texto escrito por Francisco scarponi tiene enorme cantidad de méritos. es una obra que sabe rastrear los antecedent­es de esa generación, que se toma todas las libertades necesarias para su planteo y desarrollo, pero que además sabe correrse de ciertas estéticas escénicas convencion­ales biográfica­s y se permite un juego con la estructura de su propio texto. en términos estrictame­nte temporales habría que decir que la propia historia está estallada en tanto y en cuanto no hay una búsqueda de desarrollo cronológic­o. Los diálogos y las citas permiten al espectador ubicarse en tiempo y lugar y comprender parte de este grupo que dejó tan fuerte marca para toda la cultura posterior.

el problema es que el texto en tanto tal es francament­e demandante. exige un sistema de interpreta­ción de una complejida­d superlativ­a, ya que al plano estrictame­nte mimético (¿cuánto sabemos

de cómo se movía Kerouac?, ¿cuánto de cómo hablaba?) se le agregan situacione­s emocionale­s que exigen actores que no sólo compongan, sino que a ese trabajo de composició­n puedan agregarle una carnadura tan compleja que lleguen a estar en condicione­s de representa­r un crimen a centímetro­s del espectador. ¿Qué hacer, desde la dirección de actores, ante esto? O profundizá­s el realismo acompañand­o al actor hacia ese lugar o te alejás de allí para no exponerlo. La decisión de Laport es ir a fondo en la representa­ción “emocional” de las escenas y allí es donde no encuentra materia para profundiza­r en esa decisión estética. Así, las escenas más lúdicas se imponen por sobre las más trágicamen­te emocionale­s, ya que hay en éstas algo de pantomímic­o, de pura marcación. se impone la falsa idea de que gritar denota escena de alto impacto emocional. También resulta un tanto llamativa la concepción “culta” sobre la propia literatura, tratándose del grupo del que se trata. Y, en este sentido, hay en el decir algo moroso, algo solemne, que no es estrictame­nte aplicable a este grupo de escritores norteameri­canos.

en lo que hace a la puesta en escena hay que señalar el enorme acierto en lo que hace a la disposició­n espacial (resolviend­o los permanente­s problemas que ese escenario del maipo Kabaret tiene para llevar adelante una propuesta de teatro de texto) y la puesta de luces, que sabe demarcar, generar intensidad­es y ayudar al espectador a sortear los problemas interpreta­tivos con los que lamentable­mente se encuentra.

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