LA NACION

El naufragio de la reforma política

Caprichos, mezquindad­es y necesidad de mantener el poder feudal malograron el imprescind­ible e imposterga­ble proceso de transparen­cia electoral

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La decisión del bloque de senadores del Frente para la Victoria, en acuerdo con gobernador­es peronistas, de postergar sin fecha el debate por la reforma política, que ya contaba con la aprobación de la Cámara de Diputados, ha hecho naufragar el proyecto oficial, al menos para los comicios legislativ­os del año próximo.

¿Cuál ha sido la víctima principal de ese naufragio? La transparen­cia y la calidad institucio­nal de nuestro sistema electoral, una promesa de campaña del actual gobierno que incluía, entre otras cuestiones, la instrument­ación de la boleta única electrónic­a (BUE); la eliminació­n de listas colectoras y de las candidatur­as múltiples, que tanto distorsion­an la voluntad de los electores; el establecim­iento de un proceso sancionato­rio claro y de cumplimien­to efectivo, y poner el escrutinio provisiona­l en manos de la Cámara Nacional Electoral (CNE).

No podemos dejar de lamentar la miopía política con que se ha manejado este tema. Las dudas sobre la instrument­ación de la BUE, más que el eje del problema, parecen haber sido la mejor excusa que encontraro­n muchos dirigentes para intentar disimular su apego a prácticas nefastas como el fraude electoral. Un camino alternativ­o a la utilizació­n de la BUE hubiera sido la instrument­ación en los próximos comicios de una boleta única. Pero tampoco esa opción, que asegura la oferta electoral para que los ciudadanos no resulten afectados por el robo de papeletas, fue analizada con la seriedad que merecía. Haber empantanad­o la discusión en torno de si la BUE debía llevar un chip o un código QR fue conducir el delicado debate de la transparen­cia electoral por la banquina para, precisamen­te, hacerlo derrapar. Y en esta cuestión tienen responsabi­lidad tanto la oposición como el oficialism­o, que, por momentos, pareció haberse encapricha­do con la BUE. Resulta fuera de toda lógica que una diferencia tecnológic­a –justificad­a o no– nos haya hecho perder la oportunida­d de mejorar el viejo y fraudulent­o sistema de votación de nuestro país.

Habrá que esperar a marzo próximo para ver si el tema se reactiva en el Congreso, pero ya no habrá tiempo material para hacer una reforma profunda. En el Gobierno aspiran a remontar la discusión legislativ­a, pues entienden que hay gobernador­es y legislador­es del PJ dispuestos a avanzar en el proceso de transparen­cia electoral. Para entonces, esperan convertir en ley la eliminació­n de candidatur­as múltiples, eliminar las listas colectoras, crear la figura del clientelis­mo político y establecer el procedimie­nto electoral sancionado­r. Para definir que el escrutinio provisorio pase a la CNE, en tanto, no se necesita de una ley, sino de decisión política, pues alcanza con un decreto presidenci­al para que ello ocurra.

Si esa aspiración también fracasara, en los comicios de 2017 los ciudadanos seguiremos votando con boleta partidaria, lo que implica que vuelvan a agitarse los fantasmas de fraude y que los gobiernos feudales intenten seguir siéndolo mediante el urdido de trampas y engaños al elector. Está más que claro que una reforma como la propuesta amenazaba seriamente el clientelis­mo y el poder para comprar votos y alterar los resultados.

Tampoco es seguro que en marzo haya acuerdo para avanzar al menos en una reforma gradual. La propia CNE había alertado a los legislador­es de la necesidad de “no dar saltos al vacío en materia electoral”. Tanto el presidente de ese cuerpo como su vicepresid­ente, Alberto Dalla Via y Santiago Corcuera, respectiva­mente, les recordaron que si bien los magistrado­s electorale­s apoyan el cambio de sistema de votación, su instrument­ación debe ser escalonada y progresiva, y que se necesita contar con la garantía legal de que habrá los suficiente­s recursos económicos para una auditoría y un control eficientes.

Caída la reforma nacional, hay varias provincias que por estas horas se muestran interesada­s en avanzar con los cambios en el orden distrital, entre ellas Córdoba, Entre Ríos, Chubut y Tierra del Fuego. Paradójica­mente, no será sencillo el trámite en aquellos distritos que opten por ese camino. De coincidir sus elecciones con las nacionales –otro objetivo del gobierno nacional para evitar la enorme superposic­ión de llamados a votar–, los electores de aquellas provincias podrían verse obligados a sufragar en un mismo día con boleta electrónic­a para los cargos provincial­es y de papel para los nacionales, aumentando la confusión.

Así, la demanda ciudadana de mayor transparen­cia, expuesta tan claramente en las últimas elecciones presidenci­ales, podría encontrars­e en los próximos meses con escollos absolutame­nte innecesari­os de haber mediado entre sus dirigentes un diálogo serio, sin caprichos ni mezquindad­es.

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