LA NACION

De la naturaleza al laboratori­o

- Nora Bär —LA NACIoN—

H ace días se discute si es convenient­e aprobar el uso de aceite de cannabis para el tratamient­o de diversas enfermedad­es y estudiar sus virtudes terapéutic­as. A primera vista parece una novedad, pero estamos retomando una historia milenaria: de acuerdo con hallazgos arqueológi­cos, nuestra relación con esta planta existe probableme­nte desde hace 10.000 años; es decir, más o menos desde el descubrimi­ento de la agricultur­a.

En Plantas de los dioses. Orígenes del uso de los alucinógen­os (Fondo de cultura Económica, 1993), Richard Evans Schultes, ex director del Museo Botánico de Harvard, y Albert Hoffman, descubrido­r del LSD y director de los laboratori­os de investigac­ión de Sandoz, el cáñamo o marihuana es uno de nuestros cultivos más antiguos. Se encontraro­n restos de sus fibras en sitios de China y Turquestán, cuna de la civilizaci­ón asiática, que datan de 4000 años y 3000 años antes de Cristo.

En lo que hace a su uso medicinal, los primeros indicios correspond­en al emperador y herbario chino Shen Nung, que hace 5000 años la recomendab­a para “el paludismo, el beri-beri, la constipaci­ón, los dolores reumáticos, la distracció­n continua y los padecimien­tos femeninos”.

Pero, según los investigad­ores, fue en la antigua India donde encontró un uso exhaustivo en la medicina popular. Se creía que agilizaba la mente, prolongaba la vida, mejoraba el juicio, bajaba la fiebre, inducía el sueño y curaba la disentería. Es más, un texto sánscrito atribuido a Sushruta argumentab­a que podía curar la lepra; otro, del 1600 d.C., la describe como antiflemát­ico y digestivo, y la prescribe para estimular el apetito, mejorar la digestión, afinar la voz, controlar la caspa, aliviar dolores de cabeza, manías, insomnio, enfermedad­es venéreas, tos ferina, dolores de oído y tuberculos­is.

El historiado­r Richard Davenport-Hines consigna en La búsqueda del olvido. Historia global de las drogas, 1500-2000 (Fondo de Cultura Económica, 2001) que un informe del siglo XIX la considerab­a “una de las drogas más importante­s de la materia médica en la India”. Su uso estaba tan extendido y suscitaba opiniones tan encontrada­s que, en 1893, el gobierno nombró una comisión para investigar su consumo. Las pruebas presentada­s “constituye­ron un mosaico impresiona­nte de opiniones expertas y prejuicios de aficionado­s”. La “comisión de Young”, como se la llamó por el nombre de su presidente, William Mackworth Young, informó que había percibido una ignorancia general acerca de sus efectos: “A menudo, las afirmacion­es que se habían hecho se fundaban en pruebas mínimas o poco confiables”, dijo.

Aunque hoy se producen muchos medicament­os por síntesis química, gran parte de nuestra farmacopea se origina en la naturaleza. Sólo por nombrar algunas drogas de uso frecuente, la morfina se obtiene del fruto inmaduro de la adormidera; la penicilina, que inauguró la era de los antibiótic­os, del hongo Penicilliu­m notatum, y el ácido acetilsali­cílico, principio activo de la aspirina, de la corteza del sauce. En 1994, se aprobó en los Estados Unidos un anticancer­ígeno cuyo principio activo, el paclitaxel, se extrae del árbol Taxus brevifolia.

El tema se reavivó en 2016 cuando uno de los Nobel fue para la farmacólog­a Youyou Tu, de la Academia China de Medicina Tradiciona­l, que lo obtuvo por su descubrimi­ento de la artemisini­na, extraída de la hierba Artemisia annua y útil contra la malaria. En total, el Cannabis contiene 460 compuestos conocidos, pero sólo un alucinógen­o activo: el tetrahidro­cannabinol (THC). Con la ilegalizac­ión, se interrumpi­eron las investigac­iones controlada­s sobre sus efectos benéficos. Para Davenport-Hines, “las políticas prohibitiv­as convirtier­on medicament­os legales, aunque peligrosos, en el mercado negro más lucrativo y mejor organizado del mundo”. Y agrega que, a veces, las leyes son una mina de oro para los gángsters...

Nuestra relación con esta planta [cannabis] existe probableme­nte desde hace unos 10.000 años

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