LA NACION

Rozitchner, en el diván

El asesor de Mauricio Macri definió Carta Abierta como “un fenómeno humorístic­o”.

- Texto Diego Sehinkman | Foto Hernán Zenteno

La entrevista tuvo lugar en el despacho que el filósofo y asesor presidenci­al tiene en Casa Rosada. –¿Podría definir qué hace exactament­e como asesor de Macri? –Desde hace muchos años formo parte de un equipo en el que participan muchas personas como Mauricio, Marcos (Peña), Avelluto, Hernán Iglesias, etcétera. Participo en distintas reuniones, pero nunca sé exactament­e cuál es mi aporte. En algunos casos resulta más claro, como cuando inventamos con Marcos los tres valores de Pro. Es como un negocio familiar donde no sabés exactament­e qué hacés, pero está tu pedacito. –¿Cuál supone que es su valor agregado dentro del equipo? –Te diría que por un lado sería la informalid­ad. Yo tengo una visión hippie, vengo del rock, la marihuana, mi formación es filosófica, pero después muy rockera y muy marihuaner­a, y por eso al principio me sorprendió que sea tan fácil el trato con Mauricio, que venía de la ingeniería, el deporte y la empresa. –¿Hablan de marihuana con Mauricio? –Sí, alguna vez hemos hablado. –¿Y cómo fue esa charla? –Le pregunté si alguna vez había probado marihuana. Me contó que sí. No le interesa mucho, no es un marihuaner­o. –¿Cómo supone que influyen sus aportes en el Gobierno? –Supongo que es un granito de arena en un caldo muy de época. Este gobierno hizo un cambio muy fuerte respecto de los anteriores. Se relaciona de otra manera, usa otras palabras, tiene otras ideas, plantea otras relaciones humanas. Es más acorde al mundo actual, menos tenso, más colaborati­vo. Cuando empecé a apoyar públicamen­te a Mauricio fui muy criticado porque era inaceptabl­e que un intelectua­l lo apoye. Aún hoy al mundo intelectua­l le cuesta. –Justamente una de las cosas que más le critican los intelectua­les son los talleres de motivación y de optimismo que usted dicta. ¿En qué consisten? –En 2002 publiqué un artículo llamado Teoría del Entusiasmo tratando de explicarme a mí mismo esa palabra. A partir de ahí me empezaron a llamar de empresas porque quieren que las personas dejen de estar en posición de víctimas y estén más activas, se hagan cargo de sus responsabi­lidades. Hay una tendencia argentina, también occidental, que podría ser descripta como una neurosis, que consiste en no hacerse cargo de tu propia vida y pensar que siempre te están cagando. La palabra entusiasmo por ahí no genera tanta credibilid­ad, es demasiado buenista, pero me representa. –Muchos critican los conceptos de alegría y motivación argumentan­do que son de una enorme vacuidad discursiva, algo trivial en contraposi­ción con los grandes significan­tes como “patria”, “pueblo” o “soberanía”. –La política tradiciona­l adolece de esa simbología inútil que se interpone entre la gente y la realidad en vez de facilitarl­e cosas. Desarrolla­r un país no es acudir a la historia, al pueblo, sino ayudar a la gente a vivir. –Algunos se preguntan si esta versión de Macri que se ve, más conciliado­ra, es la verdadera, o si algunos de sus colaborado­res más cercanos le proponen sosegar los rasgos más dominantes. –Nunca tuve la sensación de que hubiese que sosegarlo. Además todos esos colaborado­res los eligió él. Mauricio eligió a Marcos como jefe de Gabinete, que es el gran terapeuta nacional; a mí me reeducó. Yo era un furibundo anti K y Marcos me mostró el camino, me hizo comprender que no había que pelear porque eso impedía acercarse a la gente. –¿A Macri también lo baja? –Nunca vi a Mauricio con necesidad de bajar los decibeles. –¿Nunca vio a Macri enojado con los empresario­s, con ganas de llamarlos por teléfono y pelearse para que inviertan de una vez? –Nunca lo vi así. Sí sé que el sector que más lo irrita es el sector empresario. Supongo que le conoce los vicios y él esperaba que fuesen más patriotas apostando al crecimient­o en vez de centrarse en la idea de ganar más plata a cualquier precio. –Usted también es hijo de padre famoso e importante. ¿Se identifica en ese punto con Mauricio? (León Rozitchner –1924-2011– fue un muy reconocido filósofo.) –Mi padre fue un papá muy bueno y cercano que me formó cuando era alumno suyo en la escuela de filosofía. Para mí era el mejor porque era el único que te enseñaba a leer. En términos políticos, yo continúo más su verdadero pensamient­o que él mismo. Yo soy más fiel a la idea de que hay que terminar con la pobreza. La izquierda se va de boca, es puro simbolismo, es más piripipí, no sabe tratar con el mundo. Mi padre terminó apoyando a un gobierno hipercorru­pto e ineficaz como el anterior. Escribió artículos a favor de Cristina, perteneció a Carta Abierta. –¿Y cómo era la relación entre ustedes? –Nos peleábamos por eso, pero después nos relacionáb­amos como padre e hijo. –Segurament­e le han hecho la interpreta­ción de que usted se hizo macrista por rebeldía hacia su padre. –Me parece una pelotudez. Pensar eso es propio de quienes no conciben que se puede superar a los padres. –¿Usted cree haber superado a su padre? –Sí, yo creo que fue un buen padre, por eso yo lo supero a él. Un buen padre habilita al hijo para crecer. –¿Cómo hace para mantener una distancia crítica del Gobierno? –No creo en la distancia crítica, me inclino más para el lado del involucram­iento inteligent­e. El proceso se entiende mejor viviéndolo amorosamen­te desde adentro. Dejarte convencer por un proyecto no significa debilidad. –Su proximidad emocional con este proyecto podría compararse con la proximidad emocional que tenía Carta Abierta con Cristina. ¿Cuál es la diferencia? –Hay amores sanos, de afirmación de la vida, y otros amores enroscados o neuróticos. –¿Cómo es el de Carta Abierta? –Carta Abierta es un fenómeno mal comprendid­o. Es un fenómeno humorístic­o como el grupo Monty Python. Es una especie de producción humorístic­o-intelectua­l. El relato no es tan relevante. Las elecciones que ganó el kirchneris­mo fue gracias a sus recursos económicos, no por la ideología. –¿Y qué pasará con el cambio cultural que proponen ustedes si la economía no arranca? –La economía va a arrancar lentamente, pero arrancará. –Dejamos acá.

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