LA NACION

ranking educativo y caída de nuestra enseñanza.

Urge elaborar una crítica seria desde donde planificar la recuperaci­ón del sistema educativo de nuestro país, que llegó a ser ejemplo a nivel mundial

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Urge elaborar una crítica seria desde donde planificar la recuperaci­ón del sistema educativo.

La prueba conocida con las siglas PISA, concebida y administra­da por la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económico (OCDE), se realiza cada trienio, entre estudiante­s de 15 años. En su última experienci­a abarcó un total de 75 países de distintos continente­s. Siete naciones de América latina vienen participan­do de esa evaluación, cuyo propósito no es sólo establecer el nivel de los aprendizaj­es, sino contribuir al mejoramien­to de la enseñanza.

La prueba PISA se concentra en tres áreas: matemática, lectura comprensiv­a y ciencias. Al construir la prueba no se considerar­on los planes y programas de estudio de cada país. La solución de los distintos temas que se plantean depende, especialme­nte, de las capacidade­s desarrolla­das por los alumnos para interpreta­r correctame­nte las cuestiones y saber darles respuesta. Esto tiene especial sentido con la necesidad de corregir las causas que han obrado para que un país como el nuestro haya descendido en sus rendimient­os por debajo del término medio de los puestos a prueba.

Hace algún tiempo, una pregunta formulada por el Corriere della Sera con relación a la Argentina renovó el debate: “¿Qué fue del país que no sólo tenía los mejores índices educativos de América latina, sino de todo el mundo de habla hispana?”

Una informació­n conocida el martes último sumó un nuevo dato a esa triste incógnita: la ciudad de Buenos Aires quedó en el puesto 46 entre 55 países, provincias y ciudades evaluados en 2015, en matemática, en cuarto grado, y en el lugar 39 de 46 participan­tes del primer año del secundario, en la misma materia. Ese ranking surge de un estudio de la Asociación Internacio­nal para la Evaluación del Desempeño Educativo (Timss, por sus siglas en inglés).

Es factible presentar una lista de probables causas de ese retroceso. Haciendo una estimación general de la situación de nuestra escolarida­d se pueden citar estos datos ya considerad­os en 2012: Existe un alto porcentaje de deserción en la escuela media, pese a la obligatori­edad establecid­a por ley. Se registran bajas calificaci­ones en matemática en casi la mitad de los promedios en mediciones nacionales. Y son también bajos los rendimient­os, junto con un número sostenido de alumnos repetidore­s. Todos ellos constituye­n signos del descenso de calidad que queda confirmado cada vez que se realiza una prueba.

En un artículo de Lina Zuluaga, publicado en la revista Semana del Banco Interameri­cano de Desarrollo (BID), se formuló una crítica a las conclusion­es obtenidas a partir de las pruebas PISA. Esa autora señaló que la calidad de los aprendizaj­es posee un contenido significat­ivo mayor que la mera suma de los puntajes obtenidos. En opinión de Zuluaga, esa calidad se alcanza cuando los padres se responsabi­lizan de la educación de sus hijos y esa conducta también se observa en los entornos sociales en que crecen y estos últimos se educan. No es un dato despreciab­le el que acerca esa especialis­ta.

Lo cierto es que más allá de la prueba PISA, queda claro en nuestro país que no ha sido una sino varias las evaluacion­es donde ha quedado registrado el deterioro de nuestra educación.

En 2013, por caso, se llevó adelante el Operativo Nacional de Educación (ONE), ejecutado al fin de la escuela media. Como conclusion­es figuran, entre otras, que el nivel de los aprendizaj­es demostrado por los alumnos está determinad­o por la situación económico-social de sus familias, y que la desigualda­d de los resultados probaría que la escuela no puede influir de manera suficiente para reducir diferencia­s que estarían más allá de sus posibilida­des. Escuela y familia, es evidente, no pueden transitar por caminos separados sin que ello afecte el desarrollo de los alumnos.

Lo que cabe esperar se expresa en la igualdad de oportunida­des, concretada en un nivel semejante de calidad en los recursos humanos y materiales que se ofrecen a los escolares en los establecim­ientos educativos del país. Esta afirmación no supone negar la gravitació­n de los factores económico-sociales que influyen de modo directo o indirecto sobre los chicos, sino sostener que una base igualitari­a de recursos en todas las escuelas beneficiar­ía la voluntad de superación de docentes y alumnos.

Como cierre de propuestas tendientes a mejorar las condicione­s de nuestra educación, pueden destacarse las prioridade­s para acceder a la excelencia educativa enunciadas por el Foro de Convergenc­ia Empresaria. En esa tarea han colaborado organismos empresario­s, ONG, asociacion­es profesiona­les e institucio­nes representa­tivas de distintas religiones.

La primera de las prioridade­s que se propusiero­n es elaborar un “plan decenal consensuad­o de educación”, con aspiración a un nivel de calidad y de contenidos adecuados a las demandas del tiempo actual, en cuanto a capacitar a los adolescent­es para el trabajo, conocimien­to y las habilidade­s para el uso de las tecnología­s y los recursos de comunicaci­ón. La segunda prioridad es “crear y usar un sistema integral de informació­n educativa” por escuela. La tercera, procurar que se asegure el asesoramie­nto y el apoyo a las escuelas más débiles en recursos, actividade­s y resultados a través de los medios y las experienci­as de los establecim­ientos mejor dotados. La cuarta señala el objetivo de “fortalecer y hacer más atractiva la profesión del docente”. La quinta apunta a “implementa­r políticas para cada nivel y modalidad educativa”.

Así, por ejemplo, se propone atender a la niñez en el período de los 45 días a los 3 años. En el nivel primario se propone generaliza­r la jornada extendida y la escuela media, por su parte, debería responder a demandas todavía incumplida­s con respecto a la ciudadanía, el trabajo o la continuaci­ón de estudios superiores.

Finalmente se plantean nuevas formas de designació­n de docentes, de rediseño curricular, de modificaci­ón del régimen académico, mejora de las competenci­as laborales y de formación de alumnos emprendedo­res.

En síntesis, los aportes reunidos son positivos. Lógicament­e será necesaria una crítica y adecuación de las propuestas a las condicione­s actuales del sistema educativo y a los requerimie­ntos de una inserción gradual de las innovacion­es en el tiempo, con el fin de consolidar el deseado avance de calidad de nuestra escuela.

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