LA NACION

Abatida y en silencio, Chapecó todavía lucha por salir del desánimo

Hoy velarán a los muertos por la caída del avión en una masiva ceremonia en el estadio del club; aún paralizada, la ciudad busca recuperar su ritmo habitual

- Fernando Czyz

CHAPECÓ, Brasil.– La ciudad de Chapecó vive desde el martes pasado como en un eterno funeral sin cuerpos que velar. En sus calles –sobre todo la avenida central, que lleva el nombre de Getúlio Vargas– reinan el silencio, la tristeza y la melancolía. Desde la tragedia aérea en las afueras de Medellín, en la que murieron varios integrante­s del club Chapecoens­e, no hay palabras que puedan consolar a una población de casi 220.000 habitantes que perdió su alegría de vivir.

El estadio Arena Condá es desde hace cuatro días sede de una peregrinac­ión de personas que llegan para demostrar su cariño, su solidarida­d con los familiares de las víctimas y su apoyo hacia el club que supo unir a una ciudad.

En un acto con el que se buscará empezar a cerrar heridas, la ciudad entera recibirá hoy a 51 de las 71 víctimas, y les brindará un funeral colectivo en el estadio Arena Condá, en la conclusión de una despedida que ya lleva más de cuatro días. Se espera que por la ceremonia pasen unas 100.000 personas.

“La gente casi no se ríe y la que llega a esbozar una sonrisa rápidament­e se arrepiente. Es como si no estuviera permitido ser feliz”, cuenta a Favio, que tiene un restaurant­e la nacion sobre la avenida principal. Él ratifica la sensación que invade a este municipio, el cuarto en importanci­a en el estado de Santa Catarina luego de los litoraleño­s Florianópo­lis, Joinville y Blumenau.

La tragedia marcó un antes y un después en una ciudad que no logra recuperar su ritmo de vida, y que sigue atada a la necesidad de buscar un desahogo que no tarda en llegar.

“Necesitamo­s ver los ataúdes, despedir a estos chicos que hicieron de un club humilde una institució­n llena de héroes. Es que hasta que no los veamos..., no vamos a poder empezar a cerrar esta herida”, dice Aida, en una manicura sobre la calle Sete de Setembro.

El camino entre el modesto aeropuerto Serafim Enoss Bertaso y el centro de la ciudad de Chapecó atraviesa bosques verdes que marcan este polo de cría de cerdos y avicultura del sur de Brasil. Vestido con su camiseta número 10 de Chapecoens­e, Marcelo, que se dedica a la cría del ganado porcino, señala un detalle típico de la ciudad: “Mirá las vidrieras de los negocios y fijate que junto con el verde del club hay igual proporción de negro por el luto. Así nos sentimos y no podemos ocultarlo”.

El presidente brasileño, Michel Temer, y su par de la FIFA, el suizo Gianni Infantino, serán los encargados de recibir los féretros tras un vuelo de 12 horas desde Medellín con una escala técnica y administra­tiva en Manaos. Un cortejo fúnebre salió ayer de la ciudad colombiana y recorrió más de 40 kilómetros para llegar a la base militar adyacente al aeropuerto internacio­nal José María Córdova, para embarcar en tres aviones Hércules de la fuerza aérea brasileña, que esperaban en pista.

Otros féretros, en su mayoría con los restos de los periodista­s brasileños que murieron en Colombia, volarán directamen­te a San Pablo, mientras que los restos de los miembros de la tripulació­n irán a la ciudad boliviana de Santa Cruz de la Sierra, desde donde partió el avión de la empresa LaMia.

Los muertos brasileños son 19 jugadores del Chapecoens­e, 25 dirigentes, personal técnico e invitados del club, y 20 periodista­s que viajaban para cubrir el partido.

“Si hasta ahora fue un mar de lágrimas, mañana [por hoy] será un océano”, expresa Luiz Fabiano, mozo en un bar, que agrega que desde el martes usó una camiseta distinta de Chapecoens­e cada día. “Nosotros dijimos que no nos movíamos de acá hasta que no volvieran nuestros gladiadore­s. Y vamos a cumplir”, dice Diogo, un chico de 14 años que junto con dos amigos armó una carpa al lado del estadio Arena Condá.

Justamente al ingreso del estadio se erigió, como en otras catástrofe­s, una especie de altar que el martes pasado era muy humilde, pero con el pasar de los días tomó una pared entera delante del principal acceso de la tribuna popular.

“Tenemos una idea preliminar de redestinar un dinero ya aprobado del gobierno de Santa Catarina, que originalme­nte iba a permitir ampliar una tribuna. En principio, el club está pensando la posibilida­d de hacer un museo de cera para homenajear a los muertos, pegado al estadio”, cuenta a uno de los la nacion directivos que organiza el funeral.

En tanto, el alambrado de la platea techada amaneció ayer lleno de 3000 papelitos de origami, el arte milenario japonés que responde a una leyenda: cada mil de estas figuras se puede pedir un deseo. Entonces los hinchas del conjunto brasileño elaboraron esa cantidad para tener disponible­s tres deseos.

“Primero pedimos por los muertos, para que encuentren paz. En segundo lugar, por las familias, para que puedan seguir adelante. Y tercero, por el club para que consiga la fortaleza para seguir adelante”, explica Marquinhos.

Con respecto al futuro del club luego de los funerales, es un tema sobre el que nadie todavía quiere aventurar ninguna hipótesis. La idea en este momento de desconcier­to es volver a las fuentes e intentar repatriar a jugadores de reconocido paso por esta institució­n, de apenas 43 años de vida.

Los tres años sin descensos a nivel local, el título honorífico de la Copa Sudamerica­na, las donaciones económicas y la cesión mundial de jugadores son gestos que aún tienen que transforma­rse en realidad.

Vitor Hugo Nascimento, integrante del departamen­to administra­tivo del club, fue claro: “Todavía no es tiempo de pensar en estas cuestiones. Primero hay que despedir a nuestros hermanos”.

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Douglas magno/afp En el estadio, hinchas del Chapecoens­e iniciaron ayer una vigilia para el funeral colectivo de hoy

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