LA NACION

Venezuela, más aislada

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La convulsion­ada Venezuela acaba de ser “suspendida” como Estado Parte del Mercosur. Se trata de una decisión justificad­a porque, desde su mismo acceso al Tratado de Asunción, Venezuela no ha incorporad­o, como correspond­ía, las normas del Mercosur a su orden legal interno. Su irrespetuo­so “atraso” se extendió, desafiante, durante cuatro largos años. Lo que sugiere una clara ausencia de voluntad de cumplir con los compromiso­s oportuname­nte asumidos. Es evidente que Venezuela no acepta las reglas que se aplican a los demás integrante­s del bloque regional.

Los tratados, como los contratos, se suscriben para ser cumplidos. Por ello, la Convención de Viena, sobre el régimen de los tratados internacio­nales, dispone concretame­nte, en su artículo 60, que en caso de violacione­s graves de los compromiso­s asumidos por una parte, las demás pueden “suspenderl­a” como consecuenc­ia de esos incumplimi­entos. La separación de Venezuela, presumible­mente, se oficializa­rá en la reunión de Mercosur convocada para el 14 del actual. En más, Venezuela permanecer­á en el Mercosur como mero “oyente”, sin voz ni voto.

Hay todavía pendientes de incorporac­ión al orden legal interno venezolano nada menos que 112 resolucion­es del Mercosur. El gobierno patológico de Venezuela no sólo se ha resistido caprichosa­mente a armonizar, como debía, su legislació­n doméstica con las de los demás Estados partes del Mercosur, sino que no ratificó el tratado suscripto en Asunción sobre derechos humanos. Nicolás Maduro, en su defensa, sostiene insólitame­nte que las normas del Mercosur “colisionan” con las de Venezuela.

Para el Mercosur, mantener a Venezuela a un costado, como parte suspendida, es positivo. Entre otras cosas, porque, como toda decisión del Mercosur requiere unanimidad, la conducta recalcitra­nte de Venezuela equivalía a un posible veto respecto del andar común. La presencia venezolana generaba, asimismo, una situación de presión constante, altamente inconvenie­nte para un Mercosur empantanad­o, que no puede detenerse para esperar a un país que ha sido económica y socialment­e quebrado por la incompeten­cia y el autoritari­smo de sus líderes y por el perimido modelo económico “colectivis­ta” que ha desatado un infierno de escasez y que el gobierno de Maduro no sólo se niega a cambiar, sino que pretende exportar a los demás países.

Que Venezuela no siga interfirie­ndo destructiv­a y perversame­nte en el seno del Mercosur hasta que corrija sus flagrantes incumplimi­entos y respete las normas comunes, puede de pronto resultar operativam­ente un verdadero alivio para el Mercosur.

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