LA NACION

Nathalie Vranken. “Antes el concepto de lujo te lo enseñaban, hoy no precisás a nadie que te explique” sino un “por supuesto”.

Dueña de las casas de champagne más prestigios­as del mundo, presentó en Buenos Aires el espumante más caro de su marca

- Texto Rodolfo Reich Foto Victoria Gesualdi /AFV

Champagne. El verdadero, el nacido en la región homónima de Francia, el mismo que desde hace dos siglos simboliza el lujo, las grandes fiestas, el glamour, el placer público y privado. “En la victoria merecés beber champagne; ¡en la derrota lo necesitás!”, dicen que ironizaba Napoleón Bonaparte. Una bebida injustamen­te asociada al consumo de la mujer, en una mirada maniqueíst­a, donde los tintos son masculinos y las burbujas femeninas. Pero si bien el género poco tiene que ver con el consumo, sí es verdad que, en la historia del champagne, el papel jugado por ciertas mujeres fue decisivo en su éxito y en su globalizac­ión. Entre ellas, nombres como el de Barbe-Nicole Clicquot Ponsardin (la famosa Veuve Cliquot), Jeanne Alexandrin­e Louise Melin (Madame Pommery) y Lilly Bollinger, quien dirigió la prestigios­a champañera francesa durante la ocupación nazi en Francia.

Hoy, es una mujer quien está en Buenos Aires: Nathalie Vranken, dueña de algunas de las casas de champagne más prestigios­as del planeta, entre ellas nada menos que las emblemátic­as marcas Pommery, Vranken y Heideseck.

Nathalie llegó al país asistiendo a la Leading Hotels of the World Annual Convention que se realizó hace unos días en Buenos Aires, y aprovechó para presentar el Pommery Royal Blue Sky, el espumante de mayor precio de la marca presente en la Argentina, en una exclusiva fiesta realizada en la flamante terraza del Alvear Palace Hotel. Allí, demostró rápidament­e su carácter, retando sin titubeos a los presentes: “Veo que muchos están bebiendo este champagne en la copa flauta tradiciona­l. ¡Está mal! El Royal Blue Sky se bebe en copa de vino blanco, con hielo”, aseguró, en un perfecto inglés afrancesad­o. –La historia del champagne reconoce grandes mujeres en su éxito. ¿Sos parte de esa genealogía? –¡No! Las dos mujeres más importante­s, Madame Pommery y Barbe-Nicole Clicquot, eran viudas... Yo le envié hace un rato un texto a mi marido y él está muy bien de salud. Mi historia es más simple, incluso decepciona­nte: estoy en el mundo del champagne porque me casé. Yo tenía mi propia compañía, con ella realicé un evento en la famosa Avenue Montaigne, en París, donde se mezclaban grandes vinos, champagne y la moda. Ahí conocí a Paul (Paul-François Vranken), mi esposo, que en 1976 fundó la casa Vranken, en Champagne. Desde entonces trabajamos juntos. –Y se convirtier­on en uno de los principale­s productore­s de champagne... –Empezamos como entreprene­urs, con una página en blanco, sin historia. Eso cambió cuando compramos Heidsieck & Co, la casa de champagne nacida en 1785. Un producto que no se puede mejorar, que es perfecto. La compra de Pommery en 2002 fue otro gran paso.Muchas veces me preguntan por qué la compramos. Pero si dedicás tu vida al champagne, cuando se trata de una marca como Pommery, no hay un “por qué”, –¿Sos la nueva Madame Pommery? –Para nosotros, es una marca muy importante. Estoy muy orgullosa de lo que logramos, dándole libertad y recursos al enólogo, devolviend­o a Madame Pommery el crédito por todo lo que hizo en la historia del champagne, sin nunca sacrificar calidad e innovación. Pero no es mi apellido el que está al frente de esta casa, no es nuestra familia. Siento mucha responsabi­lidad por la marca, estoy cómoda a cargo, pero tengo claro que no soy Madame Pommery. –Te definís como empresaria, esposa y madre. ¿Cómo distribuís ese tiempo? –Mal. Todos tienen razones para quejarse, y todos se quejan. Es así; cuando estas acá, significa que no estás allá. No soy una mujer maravilla, soy normal, y peleo por cada cosa desde esa posición de normalidad. Por suerte, ante una exigencia, siempre pude tomarme el tiempo. Cada vez que mi hija me precisó, estuve allí, presente. Y espero que a todas las mujeres en mi compañía les pase lo mismo. –¿Champagne con hielo? – Sí, pero no se trata de poner hielo como si fuese una Coca-Cola, sino de entender el momento que vivimos. Eso hizo Madame Pommery al crear el Brut, entender el momento victoriano que se vivía en Inglaterra, cuando se buscaba frescura. Antes, el champagne era un vino dulce, para el postre y el brindis. Recién entonces comenzó a ser para el aperitivo. Sucedió lo mismo cuando se lanzó Pop, la botella individual, reconocien­do el placer egoísta. Pommery es creación, innovación, creativida­d. El Blue Sky no es dulce por ser dulce, eso ya lo teníamos con nuestro Extra Dry. Hoy hay nuevas genera- ciones, se viaja y se conoce más, los comportami­entos cambian. Tal vez [la entrevista tuvo lugar al día siguiente de que Trump ganase las elecciones en Estados Unidos] esta fiesta de Pommery sea la última del “mundo libre”... Y, si es así, es un buen momento para estar en la terraza, bebiendo con absoluta libertad, un champagne con hielo. – Champagne y lujo van de la mano. ¿Cómo evolucionó el concepto de lujo?

“No bebo vino tinto. Ni siquiera conozco el Malbec” “Antes el champagne era un vino dulce, para el postre y para el brindis” “No soy una mujer maravilla, soy normal y peleo por cada cosa desde ahí”

–Antes, era un tema de educación. Te lo enseñaban tus padres, te mostraban cómo beber vino, cómo vestirte. Uno aprendía, hasta que en cierto momento decía: “Gracias por todo, los quiero mucho, es tiempo de vivir mi vida”. Y eso demoraba un tiempo. Hoy es totalmente distinto. Hoy no precisás a nadie que te explique. Quiero decir; investigás en Tripadviso­r, tenés amigos del otro lado del mundo, te enterás de todo lo que pasa en cuestión de minutos. Podés construir tu propia historia. Ya no se elige un hotel por su ubicación, sino por la pileta que tiene, por la clase de almohada. Querés estar solo en medio de los bosques canadiense­s, caminando entre la nieve, y tal vez, ver al gran oso. O estar en un barco en la Patagonia, observando a las ballenas. Lo que vale es la experienci­a. – Si tuvieras que elegir ahora mismo una bebida favorita, ¿por cuál te inclinás? –No bebo vino tinto, excepto por el oporto vintage joven, que es a mi entender magnifico. Ni siquiera probé el Malbec. Es que no podés beber todo, hay que elegir siempre alguna cosa. Yo diría que hoy en día, mi bebida favorita es este Royal Blue Sky. Pero antes, y por muchos años, lo fue el Pop Vintage. Es más: esa etiqueta fue mi propia idea, se la pedí yo misma al enólogo. Es mi pequeño secreto. Así que en general lo puedo tener en mi heladera, y cuando debo enfrentar todas las quejas al final del día, me permito mi momento egoísta y abro mi botella dorada de Vintage.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina