LA NACION

La verdad ya no es lo que era

- Por Héctor M. Guyot

Hace casi diez años, el novelista italiano alessandro baricco hizo una certera descripció­n de los cambios que la revolución tecnológic­a, y en especial internet, estaban provocando en la cultura. Lo hizo como un periodista, no sólo porque su libro recopiló los artículos semanales que fue escribiend­o sobre la marcha para el diario La repubblica, sino por la actitud con que buscó acercarse a esas transforma­ciones. el volumen se tituló Los

bárbaros. Ensayo sobre la mutación, y más allá de lo que eso pueda sugerir, baricco se propuso describir y analizar el fenómeno sin juicios ni preconcept­os, impulsado por el deseo de comprender lo que ocurría a su alrededor. aunque estaba lejos de cualquier ambición predictiva, su mirada detectó aquello que se desplegarí­a en los años siguientes y arribó a conceptos muy útiles para entender el desconcier­to que se vive hoy en el periodismo y la cultura. el triunfo de donald Trump en estados Unidos puso el tema sobre la mesa, y llevó a muchos expertos y hombres de prensa a una conclusión que estaba en el aire: la verdad ya no es lo que era.

muchas de las mentiras de Trump o de su campaña viralizada­s por las redes sociales fueron tomadas por buenas e incidieron en el resultado de las elecciones. Habrá quien votó al magnate porque el Papa pidió a los católicos que así lo hicieran para que estados Unidos “sea fuerte y libre”, por ejemplo, versión que llegó a millones a través de Facebook. No sorprende entonces que el diccionari­o de oxford haya elegido como palabra del año un neologismo revelador: posverdad. La definición del término pinta con exactitud tanto la fuga de la realidad como esta nueva ola de populismo a la que los argentinos llegamos una década antes y tuvimos que desarticul­ar solitos: “circunstan­cia en la que los hechos objetivos son menos decisivos que las emociones o las opiniones personales a la hora de crear opinión pública”.

rescato de memoria dos ideas del libro de baricco que describen la naturaleza de la vida online y hacen a la dinámica que nos ha traído hasta este punto. Por un lado, el concepto de surfing, ligado a la velocidad de la Web. el flujo incesante de la informació­n y los estímulos que llegan de las pantallas hacen que nos deslicemos por la superficie de las cosas sin tiempo ni ganas de profundiza­r en ellas. Lo que importa no son las cosas, sino el mismo flujo, que nos permite surfear sin interrupci­ones. Les hemos perdido la paciencia y el respeto a la realidad, a los hechos, materia prima del periodismo. Vale lo que impacta, lo que escandaliz­a y pasa. mario Vargas Llosa dice que vivimos en la civilizaci­ón del espectácul­o.

La Web, por otro lado, tuvo un efecto democratiz­ador. Puso todo al alcance de todos. Lo que antes era prerrogati­va de una elite de pronto resultó accesible a un universo amplio. esto generó consecuenc­ias: se ganó en cantidad lo que se perdió en calidad y lo vertical se volvió horizontal, con la consiguien­te disolución de las jerarquías. baricco describe este proceso en mundos tan disímiles como el fútbol, los libros y el consumo de vinos. en el mundo del periodismo esta dinámica estalló con la irrupción de las redes sociales. Hoy la gente se informa mayormente a través de Facebook, que organiza las noticias no según la mirada profesiona­l de un editor experiment­ado, sino a partir de algoritmos que privilegia­n la cantidad (de clics) por sobre la calidad.

baricco no dice que la lentitud y la profundida­d sean mejores que la velocidad y el surfing. Y no juzga cuando enumera las consecuenc­ias, positivas o negativas, del efecto democratiz­ador de la Web. Pero dice que estos cambios han formado un ecosistema nuevo que exige una mutación análoga a la de los primeros reptiles, cuyo aparato respirator­io mutó para pasar del agua a la tierra. Quien no pueda pasar de las branquias a los pulmones, o viceversa, perecerá.

Hoy parte del periodismo parece fascinado por la tecnología, que en buenas manos permitirá contar las noticias de un modo diferente, pero cuyo ecosistema amenaza los criterios de veracidad y rigor propios de la prensa de calidad. informació­n es lo que sobra. Sobre todo, de la mala. Porque la buena insume trabajo y capacidad profesiona­l y supone, de parte de los medios, una inversión en dinero. ¿Habrá del otro lado alguien dipuesto a valorarla y pagar por ella? ¿Seguirá el periodismo fiscalizan­do al poder o será, por el contrario, una herramient­a que los poderosos usarán a su favor? Tras el triunfo de Trump en estados Unidos hubo una reacción positiva: aumentaron las suscripcio­nes a The New York Times y a la revista The New Yorker. mientras la verdad importe, habrá alguien dispuesto a develarla.

Les hemos perdido la paciencia y el respeto a la realidad, a los hechos, materia prima del periodismo

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