LA NACION

Con goles a favor y en contra

- Pablo Sirvén psirven@lanacion.com.ar Twitter: @psirven

Fue uno de los grandes misterios de nuestra infancia. A todos nos pasó: el día que llevamos el germinador al colegio –el frasco con el secante y el poroto adentro– se representa­ba en nuestras caras, según como nos hubiese salido el experiment­o, una de las primeras aproximaci­ones existencia­les al éxito o al fracaso.

Supuestame­nte, todos habíamos hecho lo mismo –humedecer un poco cada día el secante para que el poroto brotara–, pero las diferencia­s en los resultados entre uno y otro germinador solían ser notables: algunos lograban una vigorosa plantita; otros, apenas unos tímidos brotes verdes y, horror, no faltaban los que, con pesar, se avergonzab­an de su poroto hinchado y ennegrecid­o que todos compadecía­mos con cierta impresión.

¿Cuánto de azar había en esos resultados y cuánto de procedimie­ntos mal realizados? ¿Habíamos regado de más o de menos? ¿O la culpa era del poroto? Misterios de la naturaleza.

La historia del germinador podría funcionar como una metáfora de este primer año del gobierno de Cambiemos, que se cumplirá el sábado. No es una asociación forzada porque en algún momento de estos meses incluso se habló de “brotes verdes” y hasta el presidente de la Nación se animó a autocalifi­carse como si fuera, al mismo tiempo, director y alumno de este revoltoso colegio llamado República Argentina.

Definitiva­mente, el generoso 8 que se puso el primer mandatario –nota con la que también pareció sentirse cómodo el ministro de Economía, Alfonso Prat-Gay– es todavía más preocupant­e que los muchos temas pendientes por resolver, la mayoría heredados del gobierno anterior, a los que se agregaron los generados por la actual gestión, porque estaría indicando que Mauricio Macri entiende que tiene muy poco por mejorar (apenas en su cálculo le faltan dos puntos para el sobresalie­nte). ¿No será mucho?

Es que por su mentalidad futbolera, el éxito y el fracaso para el primer mandatario están más cerca de lo que la mayoría pensamos. Hay una imagen a la que Macri recurre frecuentem­ente cuando piensa en el tema: pelota dentro del arco (éxito), pelota que pega en el palo (fracaso). Deduce que en la política no es muy diferente.

Para seguir con esa idea, se podría decir que el campeonato que juega Macri acaba de empezar: la cuarta parte de su mandato ya consumida equivale apenas a 22,5 minutos del primer tiempo de un partido (¿de ida solamente o habrá también otro de vuelta?).

¿Y cuántos goles convirtió el Presidente en estos meses? Varios e importante­s: gracias al voto repartido del electorado, frente al hegemonism­o asfixiante del gobierno anterior, lo que primó fue la búsqueda de consensos y la negociació­n para tomar las decisiones más trascenden­tales y el Gobierno sabe adaptarse –a veces mejor; a veces peor– a esa dinámica. También se salió del cepo sin grandes traumas, se resolvió el tema de los holdouts, el Indec volvió a funcionar, se restableci­eron relaciones cordiales con los principale­s estadistas de Occidente, se dejó caer el oneroso y obsecuente aparato de comunicaci­ón K y en seis días se cumplirá un año sin cadena nacional.

¿Cuáles fueron los peores errores tácticos? La actual administra­ción adoptó una discutible estrategia del juego, cuyos efectos nocivos padeció como un fiero gol en contra: al privilegia­r al principio el reordenami­ento macro de la economía (baja de retencione­s, cepo, holdouts, ajuste de tarifas) dejó en un segundo plano lo micro.

Así, se pasó del consumismo artificios­o del cristinism­o –ya no le alcanzaban el carbón y las maderitas y empezó a tirar los muebles de la casa para alimentar ese fuego– al parate macrista, que terminó deprimiend­o ventas y la mayoría de los índices económicos. Como si no fuese suficiente el pavoroso 30% de pobres que dejó el kirchneris­mo tras la “década ganada”, el gobierno de Cambiemos ensanchó esa dolorosa brecha en pocos meses 2,2 puntos más. La obra pública arranca en cámara lenta, los empresario­s locales no reaccionan y crece el endeudamie­nto externo y la especulaci­ón financiera.

El Gobierno de Cambiemos cumple un año. Se hizo mucho, pero hay sabor a poco

Al director técnico, al borde de la cancha, los jugadores no siempre lo escuchan bien (problemas de comunicaci­ón; sobrevalor­an las redes sociales y los timbreos). Para colmo, peligrosos barras bravas( elk irtiran proyectil es de todo tipo al campo de juego (lo llaman “resistenci­a”; traducción: no aceptan el veredicto soberano de las urnas), aunque algunos de sus referentes más cuestionad­os ya están en la cárcel (Lázaro Báez, Jo séLó pez y Milagro Sala, por cuya liberación mientras la gran jefa de todos ellos, Cristina Kirchner baja y sube su perfil a pi acere.

El plan A era hacer todos los deberes bien para que llovieran lo más pronto posible los ansiados capitales extranjero­s. Y de puro ansiosos pusieron demasiadas fichas en un segundo semestre, en el que sólo se vieron unos mustios brotecitos que pronto se marchitaro­n. La promesa de mejora se sigue corriendo para adelante y la gente aguarda.

Hora de poner en marcha el plan B y, si es necesario, elCye lD. Quedarse petrificad­os mirando el ger minador con el poroto remolón no tiene sentido. Mejor probar con otro.

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