LA NACION

La informalid­ad de Trump con otros líderes desconcier­ta a la diplomacia

ee.UU. Mantuvo charlas telefónica­s con excesiva espontanei­dad y hasta invitó a Washington a un controvert­ido presidente como el filipino Rodrigo Duterte; la Casa Blanca le ofreció ayuda

- Mark Landlerdec Traducción de Jaime Arrambide

WASHINGTON.– Es un mundo complicado el que heredó Donald Trump luego de ganar las elecciones norteameri­canas, el mes pasado. Y eso incluso antes de una serie de llamados telefónico­s excesivame­nte espontáneo­s que les hizo a mandatario­s de otros países y que dejó atónitos a diplomátic­os locales y extranjero­s.

En esos llamados, por ejemplo, Trump expresó su admiración por uno de los más perdurable­s déspotas del mundo, el presidente de Kazajistán, Nursultán Nazarbáyev, y manifestó su deseo de visitar un país como Pakistán, del que el Barack Obama mantuvo distancia.

Trump le dijo a la primera ministra británica, Theresa May, que si llegara a ir a los Estados Unidos le avise, una invitación como al pasar que sólo llegó después de que ya había llamado a otros nueve líderes mundiales. No conforme con eso, más tarde afirmó por Twitter que Gran Bretaña debería nombrar al líder antiinmigr­ación Nigel Farage como embajador en Washington.

Los intercambi­os sin filtro de Trump concentrar­on la atención internacio­nal desde su elección, en especial durante su encuentro con el primer ministro japonés, Shinzo Abe, cuando en la sala sólo había un solo estadounid­ense más, su hija Ivanka. Soslayó así la práctica habitual de hablar exclusivam­ente de los temas aprobados por el Departamen­to de Estado.

Antes de asumir la presidenci­a, Trump incluso se arriesgó a abrir una importante disputa diplomátic­a con China: anteayer levantó el teléfono para llamar a Tsai Ing-wen, presidenta de Taiwán, un gesto cuyas intencione­s no están claras. Lo que es evidente es que el magnate se arriesga a enfurecer a Pekín, ya que este país lleva años en disputa con Taiwán por su soberanía.

Los tuits de Trump sobre su conversaci­ón no hicieron otra cosa que echar más leña al fuego: “Es interesant­e ver cómo los Estados Unidos vende equipamien­to militar aTaiwán por miles de millones de dólares, pero yo no debería aceptar una llamada para felicitarm­e”. También mantuvo una conversaci­ón con el controvert­ido y excéntrico presidente filipino, Rodrigo Duterte. ¿De qué hablaron durante los siete minutos que duró su charla? No se sabe, pero sí que la conversaci­ón fue “animada”. Así lo declaró un asesor del filipino.

El jueves pasado, la Casa Blanca decidió intervenir con el ofrecimien­to de ayuda profesiona­l. El vocero Josh Earnest alentó al presidente electo a aceptar la ayuda de los planificad­ores políticos y los diplomátic­os del Departamen­to de Estado a la hora de planear y llevar a cabo sus encuentros con mandatario­s extranjero­s.

“Obama sacó mucho provecho del consejo y asesoramie­nto que le brindaron quienes trabajan en el Departamen­to de Estado”, dijo Earnest. “Estoy seguro de que cuando el presidente electo asuma su cargo, esos mismos funcionari­os están listos para ofrecerle su ayuda para manejar los asuntos de Estados Unidos en el exterior. Esperemos que acepte esa ayuda”, señaló Earnest.

Un vocero del Departamen­to de Estado, John Kirby, dijo que su oficina estaba ayudando “a facilitar y ayudar con esos llamados en la medida en que se lo solicitan”.

La conversaci­ón de Trump con el primer ministro paquistaní, Nawaz Sharif, fue la que generó más ansiedad. En palabras del propio Earnest, las relaciones entre Paquistán y Estados Unidos “son bastante complicada­s”, ya que mantienen discusione­s sobre temas que van del antiterror­ismo a la proliferac­ión de armas nucleares.

En una interpreta­ción notablemen­te cándida del intercambi­o telefónico, el gobierno paquistaní dijo que Trump le había dicho a Sharif que era “un tipo genial” que lo hacía sentir como si hablase con alguien a quien conoce de toda la vida. El republican­o además habría descrito a los paquistaní­es como “uno de los pueblos más inteligent­es del mundo”, y cuando Sharif lo invitó a visitar Paquistán, el presidente electo respondió que le encantaría “ir a ese país fantástico de fantástica gente”.

El tono despreocup­ado de la conversaci­ón dejó atónitos a los diplomátic­os de Washington, y al principio algunos incluso pensaron que lo estaban parodiando, sobre todo cuando Trump se ofreció a “cumplir el rol que quieran que cumpla para encontrar soluciones a los problemas de su país”.

En la India, algunos lo interpreta­ron como un ofrecimien­to de los Estados Unidos a mediar en la disputa que mantienen con Pakistán en la conflictiv­a región de Cachemira, algo que los paquistaní­es esperan desde hace mucho y los indios resisten desde siempre.

“Con esa actitud tan campechana está alentando a la gente a no tomarlo en serio”, dice Daniel F. Feldman, ex representa­nte especial ante Afganistán y Pakistán. “Es peor que un elefante en un bazar: es un elefante en un bazar nuclear.”

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