LA NACION

Nacidos en los 80. Nueva sensibilid­ad para la novela

La FIL de Guadalajar­a, que termina hoy, celebró los 30 años con una apuesta por los autores “ochenteros”; una genealogía literaria a espaldas del boom

- Javier Rodríguez Marcos

Carlos Fuentes tenía 30 años cuando debutó con La región más transparen­te. Mario Vargas Llosa, 26 cuando publicó La ciudad y los perros. Desde que eso pasó en 1958 y 1962 respectiva­mente, ninguna generación de América latina ha dejado de medirse con el rasero del boom, un fenómeno que empezó poniendo el Nuevo Mundo en el mapa de las letras universale­s y a punto ha estado de borrar de ese mapa todo lo no tocado por su onda expansiva.

La literatura latinoamer­icana es la invitada especial de la Feria del Libro de Guadalajar­a (México), que termina hoy, y uno de sus platos fuertes ha sido el programa Ochenteros, que ha reunido a 20 autores –10 mujeres, 10 hombres– de 13 países nacidos en la misma década que la FIL. Si los jóvenes de hace dos décadas tuvieron la necesidad dematar a los padres del inefable realismo mágico, los ochenteros de la FIL han optado por ignorar a sus teóricos progenitor­es para buscar la compañía del abuelo (Borges) o de los tíos excéntrico­s (Manuel Puig, Silvina Ocampo, Fogwill y Roberto Bolaño).

“La precocidad de La ciudad y los perros no es tanto un peso como una presencia fantasmal. No me mido con él”, dice la peruana Jennifer Thorndike (Lima, 1983), que acaba de publicar la novela Esa muerte existe (Literatura Random House) y descree, como sus compañeros, de las llamadas literatura­s nacionales. Aunque evita usar la palabra rechazo, Thorndike afirma que los autores de su generación han roto con “los moldes creados por el boom”: una narrativa atravesada por las vanguardia­s del siglo XX pero, en el fondo, heredera del realismo del XIX.

“Hemos asumido la novela realista como si fuera algo natural y no una construcci­ón de cuatro señores patriarcas”, abunda la boliviana Liliana Colanzi (Santa Cruz, 1981), que con dos libros de cuentos –Vacaciones permanente­s (El Cuervo) y Nuestro mundo muerto (Almadía)– se ha convertido en imprescind­ible para sus pares. “El realismo se volvió la medida de todas las cosas”, se queja antes de enmendar unas recientes declaracio­nes de Vargas Llosa. Según el Nobel de 2010, los jóvenes se han despolitiz­ado y, además, ya no quieren escribir la gran novela latinoamer­icana: se han volcado en la intimidad. “No quieren, cierto”, concede Colanzi, “pero ¿por qué esa obsesión de que sea el tema el que define la ambición de una obra? También a Rubén Darío y a los modernista­s los llamaron afeminados por hablar de cisnes y reyes. Tal vez la ambición sea revolucion­ar la sensibilid­ad. La forma es tan política como los temas”. “Lo íntimo es político”, subraya también Thorndike.

Por su parte, Carlos Fonseca (San José, 1987), que nació en Costa Ri- ca, se crio en Puerto Rico y ha ambientado en los Pirineos franceses su novela Coronel Lágrimas (Anagrama), se pregunta si ambición no significa hoy globalizac­ión: “2666 sería la novela global de estos tiempos porque se construye no a la manera clásica sino mediante puntos de intensidad que, como Ciudad Juárez, podrían parecer periférico­s”. Discípulo de Ricardo Piglia en Princeton, Fonseca pondera a Bolaño como el autor que mejor ha narrado “no la globalizac­ión sino su malestar”.

Los libros circulan gracias a la Red y los escritores, gracias a los festivales. “Nuestros padres tuvieron la Revolución Cubana; nosotros, la revolución digital”, dice el argentino Mauro Libertella que nació en México en 1983 durante el exilio de su familia y ha escrito dos libros autobiográ­ficos: Mi libro enterrado (Mansalva) y El invierno con mi generación (Literatura Random House): “Internet nos llegó con 15 años y dejó encapsulad­a nuestra infancia analógica, por eso escribimos de ella con cierta nostalgia”.

“Tengo curiosidad por saber qué escribirán los que nacieron con internet porque algo distinto va a salir de ahí, nuevas formas y nuevas sensibilid­ades”, dice Liliana Colanzi. “Puede que alguna chiquita se rebele contra nosotros, que andaremos diciendo, como hoy Vargas Llosa: “Ay, estos jóvenes. Ya no quieren hacer la gran novela corta de… 70 páginas”.

LiLiana coLanzi SANtA cruz, BOLiviA, 1981 “La forma es tan política como los temas. Y lo íntimo también es político” Mauro LiberteLLa ArGENtiNO, 1983 “Nuestros padres tuvieron la Revolución Cubana; nosotros, la digital”

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