Lo que hay que saber antes de salir con la mochila
Después de recorrer más de 435.000 kilómetros y 87 países, Esteban Mazzoncini hizo una (pequeña) pausa para compartir la experiencia en La guía del mochilero
Esteban Mazzoncini visitó 87 países y recorrió más de 435.000 kilómetros en 25 años, generalmente con una mochila al hombro. Es autor del libro de relatos en el camino Un viajero curioso (2014), docente de fotografía y conferencista sobre sus viajes desde hace varios años. Con toda esa experiencia y ese kilometraje, acaba de publicar (digitalmente) La guía del mochilero. Cómo preparar el viaje de tus sueños
y no quedarse en el intento. Más de 50 páginas que repasan asuntos de peso como el financiamiento, perder los miedos para salir a la ruta, tips para sacar buenas fotos, apps indispensables, salud y prevención y trucos para viajar haciendo dedo. “Mi vida viajera siempre estuvo ligada a una mochila –dice Mazzoncini–. A los cinco años ya decía que quería ser arqueólogo para salir a descubrir el mundo. Entonces, cuando cumplí los 20 comencé a recorrer Europa y África solo. Después me enamoré de Medio Oriente y Asia, continente al que volví ocho veces. Llevo recorridos 87 países. De ese primer viaje pasaron 25 años dedicados a documentar el mundo con una cámara y un cuaderno.”
—¿En qué te hubiera ayudado tener a mano una guía como la que ahora publicás? —A ahorrar tiempo, plata y esfuerzo. También me hubiera venido bien para tener la posibilidad de usar buenas aplicaciones y hacer reservas online, buscar un hostel con un mapa sin necesidad de wifi. Además, me hubiera venido bien para vencer miedos y comprender que estos viajes se puede autofinanciar. Pero principalmente con una guía así podría haber aprovechado la experiencia y los consejos de alguien que recorrió el mundo de la misma manera en que quería hacerlo yo. —¿Cuáles son tus principios fundamentales como mochilero? —Para ser un “buen” mochilero se necesita, primero, ser muy curioso e informarse sobre la cultura a visitar. Segundo, aprender a ser tolerante con los demás y con uno mismo. Nunca perder la capacidad de asombro. Y agregaría algo más: intentar dejar algo a cambio en ese destino visitado. Puede ser un día de voluntariado, visitar un orfanato o simplemente ir a una escuela a llevar útiles. No se es mochilero sólo por llevar una mochila en la espalda, sino por la huella que se deja en el camino. —¿Cambiaron las condiciones para mochilear desde que arrancaste hasta ahora? —Sí, mucho, especialmente en lo que respecta a seguridad. Países como Colombia, El Salvador, Nicaragua o Líbano se volvieron turísticos y accesibles para viajar como mochilero, a pesar de que mucha gente los sigue viendo como peligrosos. Antes al mochilero se lo consideraba a alguien con pocos recursos, sin objetivos claros en la vida. En cierta manera el mundo también cambió y aparecieron más ONG, voluntariados o trabajos a la medida de quien viaja y visita un destino por un período de tiempo determinado. Hoy ver a un mochilero parado en la ruta haciendo dedo es —Tuve la suerte de comenzar a viajar a fines de 1990. En esa época no existía ninguna red social, teléfonos inteligentes ni aplicaciones. ¡Nada! pero estaban los mejores aliados: el instinto y el sentido común. La gran ventaja de este cambio tecnológico es poder ser un mochilero nómada digital. La tecnología permite que la oficina de un mochilero esté en una playa de Filipinas, en un bar de Nueva York o en un hostel de Marruecos. Muchos mochileros comenzaron a abrir blogs, lo que permitió no sólo compartir las experiencias con otros, sino usarlo como una carta de presentación. Es así que algunas empresas convocan a viajeros a dar charlas para sus empleados para motivarlos a que logren nuevos proyectos en su ámbito laboral. Un mochilero que dio la vuelta al mundo tiene un potencial enorme. Seguramente la tecnología fue su aliada en varias oportunidades.
La depresión del día después Con 25 años de dar vueltas por el mundo, Mazzoncini asegura que sigue con la misma energía del arranque. Actualmente termina en Buenos Aires su segundo libro de crónicas de viaje. Después será el momento de retomar la mochila y salir a explorar nuevos caminos. “Seguramente, por África. El proyecto más ambicioso es ir desde Mauritania y Mali hasta Sudáfrica sin límite de tiempo”, adelanta.
—En la guía hablás de la depresión post viaje. ¿Cuál es tu experiencia? —Para muchos el regreso puede llegar a ser tan complejo como animarse a salir solo. No es fácil porque al volver a la rutina, a tu zona de confort, toda esa adrenalina y aventura que tenía el viaje se perdió. O al menos eso parece. No es lo mismo bajar al cráter de un volcán en Indonesia, sacar fotos en la Muralla China, navegar el Mekong en Laos o bucear en una isla del Caribe que estar en el living de tu casa. Hay un vacío y es real, pero lo mejor es disfrutar de todo lo vivido, ser conscientes de que eso fue real y no pensar que todo terminó. Al contrario, que esa experiencia nos enriqueció y nos permite salir a explorar nuevos caminos. Lo mejor es sincerarse con nuestro propio estado anímico y no pretender forzarnos a estar de otra manera. El tiempo ayuda a ver las cosas desde otra perspectiva y un nuevo viaje también. Soluciones: comenzar a hacer todo eso que tenías en mente mientras viajabas. Empezar a tocar un instrumento, organizar las fotos del viaje para una muestra, pensar en nuevos desafíos para el próximo viaje...