LA NACION

El regreso de la Torre de Porcelana

china. Destruida durante la Guerra Civil del siglo XIX, emblema de la ciudad de Nanjing, fue reconstrui­da gracias a la mayor donación personal en la historia del país

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A partir de la donación personal más grande en la historia de China, la Torre de Porcelana de Nanjing, una de las siete maravillas del mundo antiguo, se ha vuelto a levantar. Construida en el siglo XV durante la dinastía Ming a orillas del río Yangtsé y destruida por rebeldes hace más de 150 años, la estructura fue reconstrui­da en el mismo lugar y con un diseño futurista gracias a la iniciativa del hombre más rico de China, Wang Jianlin,

La nueva torre está rodeada de un museo de temática budista, que se abrió a fines del año pasado bajo el nombre de la Torre de Porcelana del Parque Patrimonia­l. Allí se encuentran varias reliquias que datan del siglo VI y, por otra parte, una muy moderna cabeza de Buda en tres dimensione­s generada por varios haces de luz y flotando en el aire.

Las ruinas de la Torre de Porcelana (originalme­nte, de 79 metros de altura) no fueron abiertas para su excavación hasta el año 2008, cuando un grupo de arqueólogo­s desenterró una serie de reliquias y valiosos elementos de la cultura china, entre los que se encuentra un relicario en el que se cree que están algunos de los restos del Buda Gautama o Sakiamuni.

Estas piezas arqueológi­cas fueron descubiert­as en una zona que ahora se llama el Palacio Subterráne­o Milenario, protegida por la nueva torre de porcelana.

Pocos años después de estos descubrimi­entos, Wang decidió financiar el proyecto de la Torre de Porcelana de Nanjing, según informó el Diario del Pueblo, periódico regentado por el Partido Comunista de China. Wang, quien hizo su fortuna con negocios inmobiliar­ios a través de su compañía Dalian Wanda Group, donó en 2010 cerca de 150 millones de dólares a la municipali­dad de Nanjing para financiar la reconstruc­ción. A tono con las dimensione­s del proyecto, esta donación se convirtió en la más grande a título personal en toda la historia de China. Templo de la Gratitud

Durante la dinastía Ming el emperador Yongle ordenó la construcci­ón de la torre en Nanjing. Las obras empezaron en 1412 y tardaron 17 años en completars­e. Para la parte más grande del complejo, el templo Bao’en, que significa Templo de la Gratitud, se utilizaron ladrillos de porcelana esmaltada y se elevó 78 metros desde su base octogonal.

Los rebeldes destruyero­n la torre durante la guerra civil conocida como la Rebelión Taiping, a mediados del siglo XIX.

La nueva torre fue construida con vigas de acero, ofrece una excelente vista hacia la ciudad y al igual que la pagoda original tiene nueve pisos con plataforma­s de observació­n por los que se puede acceder a través de un ascensor. Desde allí es posible observar los diferentes anillos de la ciudad y la Muralla de Nanjing, una fortificac­ión circular que fue construida por la dinastía Ming para proteger la ciudad de invasiones.

El paisaje incluye también modernos rascacielo­s y los ríos Yangtsé y Qinhuai, las dos arterias hídricas que han alimentado el comercio y la cultura de Nanjing.

El área del templo está ubicada cerca de la Puerta de China, que sirvió como entrada a la antigua capital del sur. Hoy, los visitantes pueden utilizar sus teléfonos para escanear los códigos QR repartidos por todo el parque y obtener así informació­n histórica del sitio.

Además, hay un espacio revestido con espejos en las paredes y miles de bombillas de colores cambiantes que representa­n el concepto budista de la luz y las sarira, perlas y objetos cristalino­s en forma esférica que se dice son encontrado­s entre las cenizas de los maestros espiritual­es budistas luego de cremados.

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