LA NACION

Misterio en Córdoba. Una década sin pistas de dos mujeres que desapareci­eron

Hace 11 años que no hallan a Mariela Bessonart, que había sido vista con su esposo; Andrea Del Fa Svolos, que estaba embarazada, hace 10 años la vieron por última vez

- Gabriela Origlia

CÓRDOBA.– La vuelta a escena del caso de Mariela Bortot, que estuvo desapareci­da casi tres años hasta que fueron hallados sus restos en los últimos días, recuerda la misteriosa desaparici­ón de otras dos mujeres en esta provincia, que hace una década faltan de sus hogares.

Hoy, sus familias y amigos continúan la búsqueda y quieren al menos dar con sus cuerpos y así tener ese último consuelo.

Uno de los casos es el Mariela Bessonart, de 38 años, que desapareci­ó hace 11 años de la ciudad de Villa María. El único acusado es su ex esposo Rodolfo Delpino y el juicio no comenzó todavía.

En el caso restante, el año pasado la justicia provincial condenó a 18 años de cárcel al productor Jorge Omar Rinaldi por la desaparici­ón de Andrea Marina Del Fa Svolos, una mujer de 37, que estaba embarazada, en un hecho ocurrido hace una década en la ciudad de Laboulaye, a 365 km al sur de esta capital.

“¿Qué pasa si una pérdida no es concreta, sino hay constataci­ón final y libre de toda duda, sino hay un cuerpo para despedir, un lugar para llorar? Si no hay certezas y queda siempre la esperanza de que lo que sucede no sea lo peor? Entonces esa pérdida se convierte en ambigua; es pero no es, la persona está presente pero no está. El ser querido no está físicament­e, pero sí psicológic­amente presente, aunque sea en la esperanza y la fe de que un milagro suceda”, dijo a el licenciado Damián Klor, la nacion especialis­ta en clínica psicológic­a.

Tal vez el milagro sucedió ahora para la familia de Mariela Bortot, una vecina de 40 años de Inriville, una localidad de casi 4000 habitantes que está situada a 290 km al sudeste de esta capital, quien había salido a caminar el 24 de enero de 2014, pero nunca volvió. Hace pocos días, por el testimonio de un jornalero detenido, fueron descubiert­os sus restos óseos. Juan Rodríguez, de 38 años, preso en Villa María por abuso sexual con acceso carnal, declaró que la misma tarde que Mariela desapareci­ó, que la vio acompañada de un hombre en un campo donde él trabajaba. Señaló que horas después se acercó a la zona y vio un pozo y entre la tierra removida vio una mano. El 18 de noviembre pasado, los investigad­ores lo llevaron a ese lugar y encontraro­n los restos.

El único imputado por su desaparici­ón, hasta ahora, es el ex policía Jorge Orellano, quien trabajaba como jefe de seguridad en la estancia

La Redención, que pertenece al intendente de Inriville, Marco Rodrigué. Después de recuperar la libertad por falta de pruebas, el hombre denunció torturas de la policía.

En las primeras búsquedas se encontró una ojota de Mariela cerca de la estancia. Los análisis genéticos realizados en una mancha de sangre y cabellos rubios encontrado­s en el Peugeot 206 gris que usaba Orellano, dieron negativos. Hubo varias marchas de silencio y reclamos de los vecinos, pero sin resultados hasta esta última semana.

Una empleada de una estación de servicios declaró que ese sábado a la noche Orellano fue al lugar embarrado y nervioso y dijo: “Me man- dé una cagada”. El hombre siempre afirmó que era un “perejil” y que nada tiene que ver con la desaparici­ón de la mujer. Después de cinco meses detenido quedó en libertad, pero sigue imputado del delito de privación ilegítima de la libertad coactiva.

Hace pocos días, en tanto, falleció la madre de Bessonart, Teresa Ramírez. Se fue sin saber qué pasó con su hija, a la que se vio por última vez la mañana del 28 de setiembre de 2005. Era madre de tres hijos; su ex marido la llevó a hacer unos trámites, discutiero­n y nunca más se supo de ella. Siete meses después Juan Carlos Blumberg encabezó una marcha con sus familiares frente a los tribunales de la ciudad de Villa María; el gobierno cordobés ofreció una recompensa de 100.000 pesos. En 2012 la justicia decretó su muerte, entendió que falleció la misma jornada que desapareci­ó.

Bessonart y Delpino estaban separados, pero se seguían viendo. El 28 de setiembre él la pasó a buscar por el taller mecánico en donde ella había dejado su auto. El hombre aseguró que la dejó en el centro, a dos cuadras de la sucursal del Banco Nación; un testigo afirmó que ella fue hacia la ruta 9. Él estuvo preso un año acusado de privación ilegítima de la libertad agravada por el paso del tiempo; la causa se elevó a juicio en 2010, pero nunca se inició el debate.

La hermana de Mariela, Gladys, es la cara visible de la lucha de su madre y hermanos. “No es fácil que te golpeen por buscar justicia”, dijo en referencia a que su sobrino le pegó –hay una probation por el tema– y recuerda que su madre siempre le pidió “saber algo”. Le costó describir el sufrimient­o por más de una década, el dolor de no tener datos concretos, de aferrarse a alguna señal. Admitió que nunca tuvo esperanzas de encontrar con vida a Mariela.

Juan Manuel Tovo, abogado de la querella de la familia de Mariela (hay otra impulsada por los hijos), definió la situación como “terrible” y reclama que –una vez que se inicie el debate– se cambie la imputación a homicidio o secuestro coactivo, lo que está en análisis. “Es muy complicado que sin cuerpo una cámara condene por homicidio; hace un año y medio se hizo el último rastrillaj­e en 70 hectáreas de monte y pantano, pero no bajamos los brazos.”

Los hijos de Bessonart –Marcos, Franco y Gisella, todos mayores de edad– confían en la inocencia de su padre e inclusive su abogado intentó excluir como querellant­e a la madre de Mariela. “El proceso se viene demorando y dilatando; no se cae por la lucha de Gladys”, explicó el abogado.

Angustia en Laboulaye

En diciembre de 2006, Del Fa Svolos, ciudadana argentina-estadounid­ense, desapareci­ó. Estaba embarazada de ocho meses y la justicia condenó a fines de 2015 a Jorge Rinaldi, de 68 años, a 18 de cárcel por el secuestro coactivo calificado. El productor rural mantenía una relación con ella y era el padre del bebe, aunque no quería hacerse cargo.

Ana Dalton, madre de la mujer, sigue reclamando y quiere saber dónde está el cuerpo. “Quiero recuperar a mi hija y a mi nieta”, repite. Del Fa Svolos nació en la Argentina, pero al poco tiempo se fue con sus padres a los Estados Unidos, donde se casó y tuvo tres hijos. Cuando murió su padre, regresó y se instaló en Laboulaye. Mantuvo una relación con Rinaldi, quien era casado, y le reclamaba el reconocimi­ento de su bebe.

En ese contexto, la Justicia planteó que el productor la buscó y la llevó engañada es su camioneta. Quería evitar un escándalo familiar. Por las antenas de los celulares, la habría llevado al campo que tenía en Salguero, en las afueras de Laboulaye. El siempre se declaró inocente, aseguró que le dio 100 dólares para pagar la pensión en la que vivía y que la dejó en el vehículo para buscarle un vaso de agua; cuando regresó –según su relato– no estaba ella ni 1800 dólares que él tenía en la guantera. Aún hoy, nadie sabe de ella.

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