LA NACION

Inflación con recesión: cómo salir del laberinto

- Nicolás Catena El autor es empresario La columna Ecosistema de José Del Rio volverá a publicarse el próximo domingo

de los objetivos prioritari­os del Gobierno es disminuir la tasa de inflación, consideran­do que el impuesto inflaciona­rio es de los peores impuestos, por ser claramente regresivo y por dificultar seriamente el cálculo de la evolución de los precios relativos.

El problema es que la historia de las políticas deflaciona­rias indica que siempre van acompañada­s de un cierto nivel de recesión. reducir la emisión monetaria es un primer paso que genera respuestas de los operadores económicos, que pueden significar un alto nivel de recesión por bastante tiempo. intentar minimizar el costo recesivo de esta menor emisión no es simple y exige analizar detenidame­nte el mecanismo de formación de los precios. Y así, nos encontrare­mos con la realidad de que el origen de los aumentos de precios serían finalmente las decisiones de los sindicatos basadas en sus estimacion­es de la inflación futura.

Los incremento­s de precios en el sector privado resultan de la evolución de costos en las empresas más un margen que se aplica sobre los costos variables, destinado a cubrir costos fijos más la utilidad. Este margen es un porcentaje que cada empresa elabora a través del tiempo de acuerdo a su experienci­a competitiv­a y a sus objetivos de participac­ión de mercado. no se modifica mientras no cambien estos objetivos o sea necesario defenderse de acciones ocasionale­s de los competidor­es. Apoyan esta teoría tanto economista­s ortodoxos como heterodoxo­s.

Los costos variables se alteran, tomando a todas las empresas como un conjunto, según lo hagan los salarios, las tarifas públicas y los precios de bienes transables internacio­nalmente. por ello, las empresas llamadas “formadoras de precios”, en realidad no forman nada; lo único que hacen es responder proporcion­almente a lo que ocurre con sus costos variables, o sea que no hacen nada más que transferir a sus precios de venta, según su margen histórico, exactament­e los aumentos en los salarios, en las tarifas públicas o en el tipo de cambio.

Serían los porcentaje­s de aumentos salariales, convenidos en paritarias, los que inducen incremento­s de precios, asumiendo un dólar quieto y terminados los aumentos tarifarios. pero estos incremento­s pueden ser convalidad­os , o no, por la variación en la demanda agregada controlada por la autoridad monetaria. Suponiendo que las paritarias determinar­an una tasa de aumento de salarios del 20% anual, porque ese es el número que los sindicatos estiman será la inflación futura, esa resultará la tasa de inflación de la economía. pero si la autoridad monetaria consigue administra­r la demanda agregada para que los precios aumenten sólo un 15%, causará que no se venda todo lo ofrecido a los precios aumentados, se frustrarán las ventas y tendremos recesión. podríamos decir que son los sindicatos quienes fijan la tasa de inflación, mientras el Banco Central fija la tasa de recesión.

La recesión es consecuenc­ia de que los sindicatos pronostica­n una inflación futura superior a la tasa objetivo del Banco Central. El daño, lamentable­mente, lo sufrirán el margen de las empresas y quienes terminen desemplead­os sean trabajador­es registrado­s o no registrado­s. para recuperar la caída de ventas, las empresas reaccionar­án disminuyen­do su margen histórico, o sea con un menor traslado a sus precios de venta de los aumentos en sus costos variables. Las empresas modifican transitori­amente su margen ante una suba o caída de sus ventas y según sus estimacion­es de la elasticida­d-precio y del tamaño del margen.

resumiendo: el único modo de minimizar una recesión, dada una política de disminuir la inflación, es que los sindicatos acepten la tasa de inflación objetivo del Banco Central como líUno mite a sus pedidos de aumentos.

Si los sindicatos difieren con la Banco central, la consecuenc­ia será un período recesivo y de desempleo tan extenso e intenso como sea necesario para que las empresas reduzcan sus márgenes y los sindicatos cambien sus reclamos de subas salariales.

La caída de ventas y el desempleo funcionan como incentivos para que se produzca la coincidenc­ia entre estimacion­es sindicales y la autoridad monetaria. La fantasía de algunos críticos, opinando que se podía disminuir rápidament­e una inflación heredada del 30% , eliminar restriccio­nes cambiarias y subsidios tarifarios sin recesión, no registra antecedent­es históricos e indica un desconocim­iento del mecanismo de formación de los precios. por ello surge siempre la propuesta racional de que se intente un acuerdo macroeconó­mico entre el Gobierno, empresas y sindicatos.

Es obvio que económicam­ente la recesión no le conviene a nadie. El problema es que siempre hay considerac­iones políticas, que son las que usualmente impiden alcanzar la solución más beneficios­a para todos.

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