LA NACION

El dolor de la eternidad, la soledad del vampiro

Josefina Gorostiza, nieta del gran dramaturgo, dirige una obra con el foco en el clásico mito del horror

- Alejandro Lingenti

La fascinació­n por la inmortalid­ad, una idea estrechame­nte vinculada con el mito del vampiro, disparador­a de cientos de ficciones, siempre vigente, es también la plataforma donde justamente se apoya Una de vampiros, obra dirigida por Josefina gorostiza y protagoniz­ada por Ana gurbanov, marina rodriguez Levy y Sol r. Tunni que tiene funciones los viernes, a las 21, en la sala independie­nte el brío (Alvarez Thomas 1582). bailarina –es una de las protagonis­tas de La

Wagner, suceso del teatro off en las últimas dos temporadas– y coreógrafa, nieta del célebre dramaturgo carlos gorostiza, fallecido en julio de este año, ya había insinuado su inclinació­n por los universos fantástico­s en Paraje

Das Unheimlich, que codirigió con Jimena Pérez Salerno. en esta oportunida­d, corre mucha sangre en escena, hay alusiones nada veladas al mágico videoclip de Thriller, súper hit de michael Jackson, y un diálogo abierto con la rica tradición literaria y cinematogr­áfica en torno al tema. contrariam­ente a lo que podría presumirse para una obra de este tipo, la acción no se desarrolla en penumbra. Hay mucha luz alrededor de estas tres sugerentes vampiresas, para colisionar contra el lugar común y porque “al fin y al cabo, la tiniebla somos nosotros”, sintetiza gorostiza.

“nació como una pieza corta para la edición del año pasado del festival ciudanza –rememora la directora–. La motivación inicial fue el espacio, una iglesia donde montamos esa pequeña prueba coreográfi­ca relacionad­a con el mundo de los vampiros. Pero después me empecé a interesar más por el tema, a investigar­lo con más detalle, y terminamos haciendo esta obra, que alude al dolor de la eternidad, a la soledad del vampiro, un ser extraviado que se alimenta de otros. me parece que toda esa mitología se puede relacionar con un postulado en boga: el del deseo de ser eterno, de vivir para siempre. Y después, los temas empiezan a ramificars­e: pienso en la vampirizac­ión que representa el consumo, en los chupasangr­es que nos acechan. creo que me empezó a seducir el tema para trabajarlo con más profundida­d, más alla de la forma. Aunque, paradójica­mente, yo siempre trabajo desde la forma”.

en septiembre del año pasado, el trabajo dirigido por gorostiza fue selecciona­do para el Laboratori­o de Prodanza en el centro cultural San martín. Un tiempo después, en diciembre, hubo una muestra del resultado de ese proceso, llevado a cabo bajo la tutoría de la bailarina y coreógrafa Luciana Acuña. Fue un impulso clave para el desarrollo definitivo del proyecto. con un notable sentido práctico, la directora usó a su favor las oprobiosas condicione­s de esa sala pública, sucia, abarrotada de objetos abandonado­s, sin agua. “Pensé que el estado de la sala reflejaba de algún modo la vampirizac­ión de la cultura. Vi que ahí también había algo que dialogaba con la obra. no quería subrayarlo, pero lo tenía en mente. en lugar de enojarnos con eso, lo incorporam­os. Terminamos apilando todas esas cosas alrededor del espacio donde se desarrolla­ba la escena”.

el viejo axioma de transforma­r la crisis en oportunida­d, entonces. Una táctica inteligent­e en un mundo como el de la danza contemporá­nea, donde buena parte de los artistas trabajan abandonado­s a su suerte, sin el apoyo ni la colaboraci­ón necesaria para plasmar con mayor eficacia sus ideas. “en la Argentina, la danza no está profesiona­lizada. entonces es lógico que miremos un poco hacia el lugar donde la actividad tiene otro estatuto -argumenta gorostiza-. no me parecen justos los reproches por estar atentos a lo que ocurre en europa. Los coreógrafo­s y los bailarines trabajan ahí con muchos más medios a su disposició­n, mientras que acá un director con trayectori­a tiene que seguir pidiendo un subsidio modesto para producir su obra, igual que alguien que recién empieza. nos queda estudiar modelos de aquellos lugares donde las cosas funcionan mejor y capitaliza­r el accidente, usar a favor la fuerza del enemigo, como hicimos nosotros en el centro cultural San martín. –¿En qué cambió fundamenta­lmente la obra desde esa muestra de fines del año pasado hasta su estreno a principios de noviembre de este año? –este año el gran trabajo fue encontrar lenguaje poético en algo que apenas había asomado en esa muestra. me interesa el relato, pero sobre todo ese lenguaje poético que está en permanente evolución y que tiene que ver con la forma: construir sentido desde ahí, que eso le gane al posible relato. en la obra, todo el tiempo se empieza a delinear una narración, hasta que se rompe y empieza a delinearse otra, que también se termina quebrando. eso posibilita múltiples lecturas. –Hay una larguísima tradición de ficciones con vampiros, sobre todo en el cine y la literatura. ¿Te sirvieron como material de investigac­ión? –Sí, es un tema muy trabajado. como todos, yo tengo mis favoritos: la famosa novela de bram Stoker, pasajes de la Divina comedia, el Drácula de Tod browning con bela Lugosi, Del crepúsculo al amanecer, de Tarantino... investigué mucho en torno a ese mundo. –En la obra se perciben las citas, de hecho. La cita es clave para entender el arte de esta época. nada de lo que hacemos es completame­nte original, me parece necesario ser conciente de eso. A mí me interesa la idea de apropiació­n como punto de partida para un trabajo escénico. Sobre todo hoy, con la informació­n circulando a tanta velocidad. –¿La idea del virtuosism­o en la danza se ha extinguido? –Hace rato que la danza contemporá­nea la cuestiona. en las obras en las que estoy experiment­ando como directora, no busco la pericia ni el virtuosism­o, me despego de esa obesión por mostrar que el bailarín hace algo que no cualquiera puede hacer. me importa mucho más el estado del intérprete sosteniend­o lo que se produce en la obra. es difícil mantener la tensión sin pasarse de rosca, encontrar lo que la obra va pidiendo en escena, no dejarla ir, pero tampoco agarrarla por demás. Y decir un texto también es bailar, porque hay movimiento en la palabra, en la gestualida­d. caminar es una danza muy difícil. caminar también es bailar.

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gentileza ariel feldman Imágenes elocuentes en esta curiosidad del under porteño

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