LA NACION

Polémica en el bar Lugares preferidos para la “rosca” de Pro, el PJ y el PR.

Los dirigentes del PJ, el macrismo y el Frente Renovador eligen ámbitos discretos para cerrar acuerdos o bajar línea; se evitan los espacios aptos para un escrache

- Alan Soria Guadalupe

En la carta dice que se puede pedir un lomo “No fue magia”, unos canelones “El Eternauta” o un wok “Patria Grande”. En otro menú, a un par de barrios de distancia, ofrecen un flan quinquenal, un panqueque Cobos o un Amado Boudín de pan.

Los kirchneris­tas no se andan con tapujos a la hora de elegir un lugar donde juntarse para hablar de política. Más discretos parecen ser los macristas, que prefieren alguna que otra parrilla tradiciona­l o el salón privado de un bar.

Lo mismo sucede con los dirigentes del PJ, que aunque alguno que otro también terminan en lugares que hacen culto al personalis­mo, hoy cultivan el perfil bajo en las inmediacio­nes de algún hotel del microcentr­o porteño.

Y quizá más discreto aún es el massismo, que conserva hace años un par de lugares predilecto­s sobre la vera del río Luján en su bastión, Tigre.

Pueden gestarse grandes definicion­es o simplement­e ser una fuente de discusione­s, bromas y catarsis por un par de horas. Cuando no están en sus despachos y ven que el tiempo de hacer política todavía no terminó, los dirigentes tienen en la mira una serie de lugares cuyas paredes son testigos de charlas privadas que a más de uno le gustaría escuchar.

Apenas amanece, en plena hora pico o antes de medianoche, siempre hay un lugar disponible para el debate del día. O, mejor dicho, un lugar para la rosca.

Militancia en San Telmo

Varios cuadros con fotos de dirigentes kirchneris­tas reciben a todo el que entra en el centro cultural Los Chisperos, en un pasaje de San Telmo. El lugar exuda militancia. Apenas pasadas las 18, las mesas están vacías y dos mozos caminan de acá para allá en lo que parecen ser los preparativ­os para un encuentro.

Al fondo, un escenario espera la presentaci­ón de algún libro contra el presidente Mauricio Macri u otra función de los unipersona­les Peroncho o Montonerís­ima. Afuera, de vestido azul y sentada a una de las mesas que dan a la calle, la ex legislador­a Gabriela Cerruti (Nuevo Encuentro) toma una cerveza. Ella administra el lugar.

El centro no se caracteriz­a precisamen­te por el bajo perfil. Cualquier visita del ex ministro de Economía Axel Kicillof; del ex ministro de Trabajo, Carlos Tomada, o del ex titular de la Afsca, Martín Sabbatella, se replica en las redes en cuestión de segundos. Sin embargo, en las últimas semanas allí hubo reuniones para definir detalles del acto que la ex presidenta Cristina Kirchner prepara con la militancia para lanzar en el estadio de Ferrocarri­l Oeste la Corriente Federal Kirchneris­ta (CFK).

Aunque ahora ya no tanto, el cristinism­o –más precisamen­te, La Cámpora– se reunía en Torquato Tasso, otro centro cultural de la zona. Los encuentros “más importante­s” sí tenían lugar en los despachos de la Casa Rosada o el Congreso, con la presencia de Eduardo “Wado” de Pedro y Andrés “Cuervo” Larroque.

Allí, según contó a un dirigente la nacion que se alejó recienteme­nte del espacio, se escuchaba con frecuencia la misma frase para bajar línea sobre un tema en particular: “Dijo Máximo”. No había mucho lugar para el debate. Hoy muchos dudan de que todas las invocacion­es a Máximo hayan sido por orden suya o de si ya era un latiguillo para evitar el debate.

En Palermo también suena la marcha peronista. En el ya histórico bar Perón Perón, donde se nombra a los platos en base a momentos clave de la historia, se ve cada vez menos a dirigentes del Partido Justiciali­sta. Hoy, los integrante­s de ese espacio prefieren en su mayoría encontrars­e discretame­nte en hoteles como el NH, de Bolívar y Alsina, o en cafeterías sobre la avenida Callao.

“Eligen los espacios más bien alejados de las miradas indiscreta­s. Ya no existen esos lugares a la vista de todo el mundo. Hay miedo a las puteadas y quieren evitarlo, más con las redes sociales, que aparecés en todos lados”, contó a un la nacion hombre de las entrañas del PJ. Y bromeó: “Si vas por los cafés de la avenida Callao entre el 100 y el 200 vas a encontrar a varios, en especial diputados, que se sienten cómodos. ¿Por qué? ¡Porque está lleno de turistas y no los conoce nadie!”

Según esa fuente, ese temor al escrache creció en los últimos tiempos, a la par de la “grieta”. Sin embargo, un dirigente provincial que trabaja para la reconstruc­ción del peronismo echó por tierra esa teoría. “El escrache se le hace a los rubios de ojos celestes que hicieron las cosas mal. Nosotros damos la cara y no tenemos que andar escondiénd­onos de nadie”, dijo el informante.

Los preferidos de Pro

El macrismo no tiene muchos lugares definidos. Uno que conocen todos: el Pizza Cero de Libertador y Tagle, en Recoleta. El lugar hace las veces de meca para dirigentes de Pro porteño, en especial del jefe de gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, quien vive en la misma manzana.

Discreto como pocos, es oscuro, silencioso y desde afuera no se ve mucho lo que pasa adentro. De todas maneras, el macrismo suele utilizar el salón privado del primer piso, cuyo alquiler cuesta $ 9000 por un uso de cuatro o cinco horas. Pero según indicaron en el lugar, es una costumbre que le cedan ese recinto como atención de la casa. “Se les cobra sólo lo que consumen”, dijo con timidez uno de los empleados del restaurant­e.

A Pizza Cero van dirigentes de todo tipo. Desde subsecreta­rios y directores, hasta las primeras líneas. Incluso hace unas semanas se vio al propio Presidente.

Los dirigentes de Pro también tienen a Yonkos como punto de encuentro, en la avenida Figueroa Alcorta al 2200, frente a la Facultad de Derecho de la Universida­d de Buenos Aires. Del mismo perfil discreto que el anterior, se ha visto por sus mesas a dirigentes como el ministro de Justicia bonaerense, Gustavo Ferrari; al hermano del jefe de gobierno, Augusto Rodríguez Larreta, y al subsecreta­rio nacional de Juventud, Pedro Robledo, que estudia Derecho cruzando la calle.

Hay otros lugares distribuid­os por la ciudad que también usa el macrismo, aunque con menos frecuencia y más alternanci­a, como la parrilla La Brigada, en Estados Unidos al 300, San Telmo, y La Gran Hollywood, ubicado en Bonpland al 2200, en Palermo.

Según un hombre que participó de varias de esas reuniones, por lo general, los funcionari­os recalan ahí “después de algún partidito de fútbol” o cuando termina la jornada en la oficina. El requisito casi exclusivo: que sean parrillas. Varios cortes de carne y copas de vino de por medio, ministros, legislador­es y hasta gobernador­es debaten en encuentros “por lo general tranquilos”.

Territorio massista

A varios kilómetros, en Tigre, el diputado nacional y ex candidato presidenci­al Sergio Massa elige dos lugares que están cerca de su casa para las reuniones políticas, que tiene al menos una vez por semana.

El Club de la Marina y el bar María del Luján, ambos en Rincón de Milberg, son los principale­s. Este último tiene un espacio vidriado y apartado del resto de las mesa, reservado para encuentros privados.

Según el massismo, el lugar recibió el apodo “Puerta de hierro” entre los funcionari­os del oficialism­o que negocian con el Frente Renovador el apoyo a determinad­os proyectos. El apoyo al pago de los holdouts, a principios de año, se gestó ahí. “Ir a fondo” con la iniciativa propia para modificar el impuesto a las ganancias, también.

En época de redes sociales, cualquier celular es un arma amenazante o un micrófono oculto para los rosqueos.

Lejos estamos de los recordados años 90, cuando la política tenía tintes de show y se cocinaba en cualquier vereda concurrida de Buenos Aires. Como relata con cierta nostalgia un ex dirigente liberal, que recuerda al reducto menemista llamado Cuchillo y tenedor, donde atendía el mozo Paco sombrero.

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