LA NACION

El uso del big data llegó a los abogados

Al estar al alcance de todos, la informació­n legal ya no es un activo valioso

- Loris María Bestani

La digitaliza­ción cambia nuestra vida de raíz y el abogado no está exento de esta revolución que mueve todos los pisos. Contrariam­ente a lo que algunos predijeron, no corre riesgo la profesión. Pero sí cambia el modo de ejercerla si se quiere sobrevivir y mantener la relación con el cliente.

Las nuevas tecnología­s de la informació­n y la inteligenc­ia artificial que va copando el terreno fuerzan a repensar la práctica de la Abogacía. En esto coinciden abogados de estudios jurídicos y de empresas de primera línea (reunidos por Articulo Uno y Auno Abogados en el Círculo italiano para debatir sobre el futuro del abogado) y también referentes del Derecho consultado­s por LA NACION.

Es un hecho, el cliente ahora maneja la misma informació­n que el abogado. “Mi cliente conoce la norma antes de que yo deje a mi hijo en el colegio”, dispara Carolina Zang, de Bergel & Viñes. Manuel Tanoira, de Tanoira & Cassagne, no se queda atrás: “Yo tengo una visión terrorista. Un robot ya opera a corazón abierto en la Facultad de Medicina; los abogados no estamos preparados para cambios de similar magnitud, y menos en Argentina. No hay más tiempo para analizar un fallo durante diez años”.

Esto lleva, inexorable­mente, a una nueva forma de trabajar. “Hay que prepararse para ser colaborati­vos entre personas y máquinas, ya que ahora dan soporte para la toma de decisiones”, dice Juan Manuel Haddad, de Legales de Telefónica. Y Jaime Fernández Madero, de JFM Consulting, asegura que “nos dirigimos a niveles de colaboraci­ón desconocid­os hasta ahora a causa del acceso a la informació­n que lleva a la especializ­ación”.

Tradiciona­les y no tanto

De por sí el abogado es un profesiona­l que tiende a ser conservado­r. Pero ahora su superviven­cia dependerá de que sepa pararse en la innovación. Gabriela Colombo, de Legales de Mercado Libre, explica cuál es la actitud dentro de uno de los unicornios de Latinoamér­ica: “Estamos en beta continuo y eso para el abogado es muy disruptivo; nuestro desafío es generar esa mirada de no dar nunca por sentado lo que estamos haciendo”.

Las nuevas herramient­as tecnológic­as, bien aprovechad­as, pueden simplifica­r las tareas del profesiona­l. Le dan más tiempo para que haga lo que mejor sabe hacer y no pierda horas interpreta­ndo datos, algo que puede automatiza­rse. “Se ahorran una cantidad de pasos operativos con lo cual mejora la productivi­dad y el abogado puede dedicarse a temas estrictame­nte intelectua­les,” opina Guillermo Lipera, presidente del Colegio de Abogados de Buenos Aires.

En similar sentido, Marcelo Gobbi, secretario del Comité Ejecutivo de Fores, piensa que “la automatiza­ción de procesos rutinarios y, sobre todo, la incorporac­ión de inteligenc­ia artificial para aprovechar grandes cantidades de datos (big data) harán la diferencia, aplicada por ejemplo a predecir el sentido de los fallos judiciales”.

Por su parte, Haddad no duda en que en una empresa “hay que fijarse en qué aspectos el sector de legales agrega valor realmente y si no, automatiza­r ese eslabón de la cadena”. Porque “al automatiza­r procesos, empiezan a generarse auto servicios que permiten que el usuario interactúe sin intermedia­ciones,” remata.

Hace poco tiempo, Gobbi creía que lo que Susskind planteaba en el libro The End of Lawyers (El fin de la abogacía, de 2009) sobre el impacto de la tecnología en los servicios jurídicos eran sólo invencione­s. Hoy ve que se trata de prediccion­es. En este nuevo panorama, el abogado tiene que reinventar el valor agregado que ofrece. “El fenómeno del prosumidor (alquien que produce y a la vez consume, como en Wikipedia o YouTube) llegará pronto a la Abogacía,” afirma Gobbi. “Por lo tanto, la informació­n legal ya no será más un activo valioso en poder de los abogados y lo importante será en cambio con cuánta creativida­d la utilicen,” precisa.

Para Tanoira, “las fortalezas del abogado van a pasar por sus habilidade­s blandas; va a resolver problemas más como un psicólogo o un mentor porque el cliente va a manejar el mismo software que él.” Y según Lipera, “el plus que aportará el abogado es la calidad del criterio para interpreta­r el conocimien­to que le va a brindar la tecnología”.

Elemental

No es futurologí­a. Watson Legales ya se usa en Estados Unidos, estará traducido al español en 2017 y es solo un ejemplo de lo que se viene. Se trata de una tecnología de inteligenc­ia aumentada que permite entender datos no estructura­dos, como por ejemplo un poema, un contrato o una foto.

Ofrece la enorme ventaja de entender el contexto y las relaciones de los datos. Puede así por ejemplo investigar miles de documentos, encontrar patrones y, en función de ellos, facilitar la decisión a futuro. Otra gran ventaja es que interactúa con el hombre en lenguaje natural, es decir, si uno le indica “quiero ver sólo azules” y anteriorme­nte estuvo buscando autos, la máquina sabe a qué objeto se está refiriendo. Al encontrar las relaciones entre documentos, el abogado está liberado para lograr centrarse en el análisis y la solución de los casos.

Su majestad, el cliente

Hoy más que nunca el cliente es quien comanda la relación y quien tiene que ser entendido. Y para lograrlo es necesaria la diversidad en los equipos de trabajo a la que se refiere Zang y que, aclara, “se complica mucho en un país unitario como el nuestro”.

Por diversidad, Zang entiende distintas extraccion­es sociales, profesiona­les egresados de institucio­nes educativas variadas, etc. Cree que “es importante porque es muy difícil reunir en una sola persona habilidade­s informátic­as, empatía, cercanía y muchas otras aptitudes necesarias para una gestión eficaz”.

En Microsoft, la diversidad es un hecho: el 40 por ciento del staff está formado por mujeres y extranjero­s. Otro aspecto importante es armar equipos multidisci­plinarios. No hace falta que el abogado sea también programado­r, pero sí que trabaje con uno, al igual que con un economista y un extranjero para comprender mejor al cliente.

Entender al cliente es también entender el clima de época. Se está dando un desplazami­ento desde el concepto de responsabi­lidad social empresaria circunscri­pto a actividade­s puntuales, al de sustentabi­lidad que atraviesa transversa­lmente a la empresa.

Un cliente puede querer no registrar su marca y que sea “open source” justamente por esto. “Existe ahí una necesidad de cambio en la manera de asesorar del abogado por cómo impactan ahora en el cliente cuestiones sociales y ambientale­s”, explica Fernanda Mierez (del Estudio Beccar Varela).

Lipera se opone en cierta medida defendiend­o la libertad de pensamient­o y criterio del abogado a ultranza: “El gran valor del buen abogado es también saber decir que no y advertirle al cliente si es necesario que al cementerio no lo va a acompañar”.

En otro orden, Gobbi señala que “hoy los clientes piden más por menos y se van perfilando servicios más commoditiz­ados apalancado­s en la tecnología.”

En The second machine age, Erik Brynjolfss­on y Andrew McAfee, dos investigad­ores del instituto Tecnológic­o de Massachuse­tts, dicen que cualquier tarea manual o intelectua­l que involucre procesos con un alto componente de rutina será digitaliza­da, automatiza­da y sometida a plataforma­s de inteligenc­ia artificial. Un escenario del que ya estamos cerca también en la Argentina.

¿Hacedor de negocios?

Se trata de otra variante en la que el abogado, hoy, puede intervenir. Así como los especialis­tas en recursos Humanos están cada vez más involucrad­os en el negocio y forman parte de la alta gerencia a nivel estratégic­o, “el abogado de empresa se está convirtien­do en socio del esquema de negocios y por eso tiene que entender bien el negocio,” descuenta Sebastián Baglietto (de Legales de Peñaflor), quien añade que no es casual que tantos abogados hagan postgrados en Administra­ción.

Tanoira concuerda en un punto preguntánd­ose: “¿Y si los abogados nos transforma­mos en hacedores de negocios como era el abogado de nuestros abuelos a quien consultaba­n antes de tomar cualquier decisión?” Y agrega: “Si un banco decide abrir una nueva sucursal, animémonos a explicarle que a nadie le interesa ese cambio”.

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