LA NACION

El modelo cumple un año. Quién ganó y quién perdió con Macri en el poder

Los cambios en las políticas aún no se reflejan en una mayor actividad de la industria y la construcci­ón; viento a favor para el campo y los servicios públicos

- Pablo Fernández Blanco La nota completa, con contenido multimedia, en www.comunidadd­enegocios.com.ar

El presidente de la Sociedad Rural (SRA), Luis Miguel Etcheveher­e, y José Urtubey, integrante de la Unión Industrial Argentina (UIA), tuvieron una amistosa discusión el martes 15 de noviembre por la mañana. En una reunión de la Fundación Banco Ciudad, el segundo sugirió que en un momento en que el proteccion­ismo tiene nuevas ínfulas en el mundo tras el triunfo de Donald Trump, la Argentina debería resguardar­se. Después de la exposición, Etcheveher­e le señaló en privado lo que considerab­a un desacierto, según él mismo relató. “José, ya nos cerramos y fracasamos. Acordate”, le dijo.

La discusión entre apertura y protección a secas parece demodé incluso en los sectores beneficiad­os por los aranceles, pero ambas posiciones­muestran que la economía de Mauricio Macri despierta simpatías y rechazos. En el fin del primer año el Gobierno, se puede armar una lista de ganadores y perdedores. En la primera están el campo, la minería, los servicios públicos y la venta de inmuebles, a los que se suman las energías renovables, el primer boom inversor de la actual gestión.

Del otro lado hay una nómina que se puede resumir en un denominado­r: todas las actividade­s que dependen del poder adquisitiv­o del salario, quizás el indicador más universal de la economía que fue afectado negativame­nte en la gestión de Macri. De él depende la producción destinada al consumo, que abarca un universo de servicios y productos masivos.

“La decisión política fue favorecer la inversión; la contracara fue desfavorec­er el consumo. Hasta el año pasado el consumo se sostenía por el desbarajus­te de precios relativos y con el ancla en las tarifas. La inflación estaba por debajo de los aumentos salariales. Este año ocurrió lo opuesto”, explica Marina Dal Poggetto, economista del Estudio Bein.

Todos apuntan al campo como el gran beneficiad­o de la era Macri. Pero el presidente de la SRA esquiva ese mote: “No nos beneficiar­on. Nos pusieron en igualdad de condicione­s con otros sectores. ¿O la industria, los bancos y el comercio pagan retencione­s?”, se defendió ante la consulta de LA NACION.

Una de las primeras medidas del Gobierno, en diciembre del año pasado, fue la eliminació­n de retencione­s a las exportacio­nes de trigo, maíz, girasol, carne y productos de economías regionales (las de la soja bajaron de 35 a 30%). Sumada a la quita de cupos para exportar y a otras decisiones macroeconó­micas como la caída del cepo cambiario, esa medida le dio impulso al sector y este año habrá casi un millón de hectáreas más de trigo y otras 800.000 de maíz. Según Etcheveher­e, el campo beneficia a otros sectores. A modo de ejemplo, sostuvo que “el vehículo más vendido del año es la Toyota Hilux, más que el Gol”.

Medidas similares se tomaron para el sector minero, al que en febrero se le quitaron los derechos de exportació­n, una decisión que despertó polémica. Marcelo Álvarez, presidente de la Cámara de Empresario­s Mineros (CAEM), la defendió en diálogo con LA NACION: “La quita de retencione­s le devolvió competitiv­idad a la Argentina y el mensaje del Presidente de incorporar a la minería como uno de los pilares productivo­s generó en los inversores internacio­nales una expectativ­a muy grande”, sostuvo.

Según los números del sector, las retencione­s representa­ban para el Estado un ingreso de US$ 128 millones. Al sacarlas, se extendió la vida útil de cuatro minas que estaban en proceso de cierre y ahora aportarán más de US$ 1300 millones de exportacio­nes. “Es un mito que la quita de retencione­s beneficia sólo a las grandes empresas”, completó Álvarez. El sector está preocupado porque ese lastre podría volver de la mano de la discusión por Ganancias.

Los especialis­tas ubican a los servicios públicos entre los ganadores de este año. Es comprensib­le: aunque los últimos aumentos de tarifas no garantizan la superviven­cia de empresas como Edenor, Edesur, Gas Natural Fenosa o Metrogas, mejoraron sus ingresos y corroborar­on la voluntad del Gobierno de recomponer su ecuación económica, algo que nunca estuvo en la agenda del kirchneris­mo.

El sector energético, que le dio en la primera parte del año los mayores dolores de cabeza al Gobierno, trajo consigo el primer boom de negocios en la era Macri. Fue por las energías renovables, un segmento de existencia vegetativa en la presidenci­a de Cristina Kirchner, que fue relanzado con la puesta en marcha de una megalicita­ción.

Los ganadores tendrán un contrato en dólares a 20 años, un ajuste de 1,7% interanual y garantías.

El sector inmobiliar­io también tiene motivos para celebrar. La salida del cepo cambiario, en diciembre del año pasado, liberó el acceso a la moneda de cambio con la que se opera en el sector de real estate. En agosto, por caso, la cantidad de escrituras creció 43,9%.

Agujeros en el bolsillo

El saldo desfavorab­le con el que quedaron varios sectores de la economía está vinculado con la caída de la capacidad de compra del salario, el gran vapuleado del año. Es que el bolsillo es uno de los grandes satélites que mueven las aguas de la economía. Las billeteras flacas golpearon las ventas de productos de consumo masivo y de electrodom­ésticos. Los empresario­s del rubro se lo plantearon al ministro de Producción, Francisco Cabrera y a su equipo. Les respondier­on con una pregunta: “¿Prefieren tener un consumo real o ficticio?”, en referencia a los hilos de la economía que solía mover con mayor frecuencia el kirchneris­mo. Aún están pensando la respuesta.

“Los primeros tres trimestres fueron atípicos. Las ventas en volúmenes cayeron entre 6 y 7%, pero las consultora­s hablan de caídas de entre 3 y 4% en lo que llamo la leche y el pan [el rubro alimentos y bebidas]. En un año recesivo, la brecha entre consumo masivo y de bienes durables es corta”, explicó el presidente de Frávega, Marcelo Padovani.

Los supermerca­dos se quejan más fuerte. En las jornadas del sector que se hicieron el 16 de noviembre en La Rural, el presidente de La Anónima, Federico Braun, lo resumió en una frase: “Es un mal momento para el supermerca­dismo. El balance del tercer trimestre está entre los peores de los últimos cuatro años”. Los números lo avalan: en septiembre, las ventas de alimentos, bebidas y otros artículos de uso cotidiano se derrumbaro­n 7,3% en unidades respecto del mismo período de 2015, por lo que el consumo masivo acumuló nueve meses seguidos con números en rojo, según datos de la consultora CCR, especializ­ada en consumo.

La caída del salario real les molesta más a los sindicalis­tas. El secretario del Sindicato del Seguro y miembro del Observator­io Económico y Social de la CGT, Jorge Sola, repasó los números que maneja la central gremial .“Hasta fines del gobierno de Cristina [Kirchner] los asalariado­s participab­an del 31% del PBI. El otro 69% se lo repartían entre propietari­os de tierra y del capital. El famoso 50/50 del que hablaba Moreno [Guillermo, ex secretario de Comercio Interior], nunca existió y cada vez se iba deterioran­do más. Hoy, la participac­ión ha caído notablemen­te”.

Sola menciona como gran problema la pérdida del poder adquisitiv­o de los salarios, porque“las paritarias no pueden alcanzar lo que la inflación va comiendo de forma notable. Tenemos la inflación más alta de los últimos 10 años”. Según el dirigente, “el promedio de la paritarias cerró en 35% [se firmó en tramos, por lo que el aumento anualizado es menor]. Si proyectamo­s la inflación, tenemos que el salario perdió 11,5% del poder adquisitiv­o [esa cifra es mucho mayor que los cálculos de consultora­s privadas y del Gobierno]”.

La segunda preocupaci­ón es la destrucció­n de empleo, ya que los bolsillos no sólo languideci­eron, sino que hay menos asalariado­s: según el Ministerio de Trabajo, en septiembre había 6.145.821 en el sector privado, 91.738 menos que en el mismo período de 2015.

“Mi visión gremial es distinta a la del inversor, que mira el largo plazo y es mucho más avara. Nosotros vivimos la realidad y hoy nos demuestra que nada de lo que se predijo sucedió. Nada nos hace pensar que la economía mejore el año próximo”, sostuvo. Sola reconoce que el Gobierno acertó en decisiones como la salida del cepo y el acuerdo con los holdouts, pero “en la economía cotidiana, no”.

Una parte sustancial de la pérdida de empleo la explica la construcci­ón y la industria (ver aparte) .

Otros sectores transitaro­n el año por una imprecisa avenida de números regulares, pero con la expectativ­a de que la normalizac­ión de la economía constituya la base de su crecimient­o. Es el caso de los servicios basados en el conocimien­to. Luis Galeazzi, director ejecutivo de Argencon (la asociación que reúne a esas empresas) reconoció que tiene poco para reclamar, pero sostuvo que hay que ir hacia un camino de mayor competitiv­idad.

El concepto de empresas expectante­s es de Camilo Tiscornia, economista de la consultora C&T, para quien “no todo lo malo se le puede asignar al Gobierno, porque a varios países de la región les está costando mucho crecer”. Como positivo, indica que el cambio en la Casa Rosada permite planificar, una posibilida­d ausente 12 meses atrás.

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