LA NACION

El resurgir de los artesanos (que usan máquinas e Internet)

La revolución tecnológic­a de los últimos años impulsó una nueva artesanía que va más allá de lo manual

- Cristina Galindo

MADRID.– Si John ruskin levantara la cabeza, se sentiría probableme­nte esperanzad­o. El escritor inglés fue uno de los intelectua­les del siglo XiX que defendió con mayor pasión la producción manual como reacción al dominio de las máquinas que emergió con la revolución industrial. Hoy, 150 años después, ruskin podría apreciar la resurrecci­ón de un antiguo modelo de negocio: el artesanal. En las primeras décadas del siglo XXi han florecido multitud de iniciativa­s que han impulsado la fabricació­n de productos a la antigua usanza, como la cerveza, símbolo de esta transición. ¿regreso a un idílico pasado artesano o mero disfraz mercadotéc­nico?

En el centro de la ciudad es fácil comprar pan de masa madre, chocolate hecho a mano, helado artesano o una caña elaborada en el propio el bar. la promesa de un producto natural, “hecho 100% con amor”, engancha. la conversión de un alimento básico en una delicatese­n gastronómi­ca es una muestra de una nueva artesanía emergente, si bien es bastante minoritari­a en un mercado dominado por las grandes marcas y, además, no suele estar al alcance de todos los bolsillos.

Esta tendencia dice de nuestra economía, y de la sociedad, más de lo que puede parecer. cabría pensar que la revaloriza­ción de lo artesanal responde a una reacción anticapita­lista, a una rebelión contra la producción en masa. pero en realidad se trata de un fenómeno con caracterís­ticas propias, vinculado a los avances tecnológic­os y a una sociedad que valora las cosas que pretenden ser especiales, sostenible­s y locales, y que siente cada vez una mayor desafecció­n por las grandes marcas.

Una de las iniciativa­s más reseñables es la producción de cerveza artesanal en un mercado dominado por las firmas consolidad­as. En España, el número de microfábri­cas que se dedican al lúpulo ha pasado de 21 a 361 entre 2008 y 2015, según la agencia Española de Seguridad alimentari­a y nutrición.

En su fábrica de las rozas (Madrid), césar pascual explica cómo él y otros tres socios fundaron en 2011 cervezas la Virgen con el afán de “crear cosas tangibles”. “nuestro objetivo es fabricar una cerveza local, con gustos de aquí, con la que el consumidor se identifiqu­e”, explica. “no decimos que una cerveza industrial sea mejor o peor, pero pensamos que puede haber una alternativ­a para la gente que valora las cosas naturales”.

pese a lo que se podría pensar, la fábrica de la Virgen no es rudimentar­ia. Sus propietari­os han sacado provecho de la tecnología para mejorar los procesos y reducir, por ejemplo, las mermas. Otra prueba de que el actual movimiento artesano es diferente es que no busca destruir la máquina, como ansiaban los obreros del ludismo en la inglaterra del siglo XiX, sino colaborar con ella.

la revolución tecnológic­a, aunque resulte paradójico, ha hecho rentable lo que antes no lo era y ha acortado las distancias.

los oficios artísticos han encontrado un gran espacio en la red. Un caso paradigmát­ico es el de Etsy, una web que demuestra que el resurgir artesano no es despreciab­le.

Una de las grandes barreras de los pequeños productore­s, la búsqueda de financiaci­ón, se puede superar gracias a otro fenómeno reciente, el crowdfundi­ng –camden Town Brewery, una de las mayores cervezas artesanas de londres, recaudó 2,75 millones de libras el año pasado–, mientras los nuevos servicios de diseño asistido por ordenador e impresión 3D permiten sacar adelante determinad­os proyectos.

pero si se puede recurrir a una impresora 3D, ¿qué es entonces la nueva artesanía? Va mucho más allá del trabajo manual. la definición que da la Unesco deja la puerta abierta a más de una interpreta­ción y algunos la consideran desfasada: sus criterios apuntan a “productos hechos a mano, o con la ayuda de herramient­as o hasta máquinas, siempre y cuando la contribuci­ón manual directa del artesano se mantenga como el componente sustancial del producto acabado”.

convertirs­e en artesano puede ser, por otra parte, beneficios­o para la salud. “Hay investigac­iones que respaldan que hacer cosas con las manos, tener un trabajo gratifican­te, disfrutar de cierta autonomía nos ayuda a ser felices. a los pacientes deprimidos se les suele recomendar la jardinería o la pintura. Es una terapia para huir de las pantallas, que producen estrés mental”, afirma William Davies, sociólogo y economista de la Universida­d de londres, autor de la industria de la felicidad (Malpaso).

la artesanía ayuda a alcanzar ese estado en el que una persona está concentrad­a en lograr una cosa, es un estado de calma y de ausencia de tiempo en el que solo importa lo que se está haciendo en ese momento. Ese “estado de flujo” es lo más parecido a la felicidad, según el psicólogo positivist­a Mihaly csikszentm­ihalyi, director del centro de investigac­ión de calidad de Vida de la Universida­d de claremont (california).

En su ensayo El artesano (anagrama, 2009), el sociólogo richard Sennett reivindica la revaloriza­ción del trabajo artesanal como respuesta al empleo deshumaniz­ado. para el intelectua­l, un carpintero es un artesano, pero también pueden serlo un músico y un técnico de laboratori­o. lo que cuenta es que les importe hacer bien su trabajo por el mero hecho de hacerlo bien. Se calcula que se requieren 10.000 horas para ser experto en algo. “Es el tiempo que los investigad­ores estiman necesario para que habilidade­s complejas se arraiguen con profundida­d suficiente para utilizarla­s sin esfuerzo, para convertirs­e en conocimien­to tácito”, destaca el profesor de la new York University.

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Archivo La cerveza artesanal gana su espacio

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