LA NACION

La presentaci­ón, el libro y la gentil inquisidor­a

- Hugo Beccacece

La literatura siempre se adelanta ala realidad, rescata aspectos de ella que pasan inadvertid­os hasta que un escritor los menciona o directamen­te interviene en la vida cotidiana. Algo de todo eso ocurrió en la presentaci­ón de Katsik as (pronunciar Kátsikas), el excelente libro de relatos de Pedro B. Rey, ilustrado con dibujos de Eduardo Stupía y publicado por la flamante editorial Leteo, dirigida por Jorge Consiglio y Christian Kupchik. El encuentro se realizó en la librería Caburé. Para empezar, Kupchik dijo: “Éste debe de ser el primer caso de una editorial que se crea en función de un autor”. Consiglio, por su parte, comentó: “Christian y yo pensamos que el primer libro de nuestra editorial debía ser de Pedro. No sólo porque sus cuentos son muy bellos, sino también porque es un escritor ‘maldito’, ‘maldito’ porque durante años se ha rehusado a que apareciera­n sus textos. Por suerte, en esta ocasión, nos dio cinco de sus cuentos. Uno de los pilares de Leteo es la amistad; otro, la belleza; también está el gusto por la labor artesanal del libro como objeto. Por último queremos aportar al mundo algo que ponga a circular otra lógica”.

La otra lógica de la que hablaba Consiglio se puso a funcionar de inmediato porque, entre los escritores, editores, amigos y familiares presentes, había una señora a la que nadie conocía. Y la señora, con toda soltura, le preguntó a Rey de modo muy amable: “Dígame, ¿por qué el título de este libro es Katsikas? Vine con mucha curiosidad. Yo me llamo Katsikas y en la Argentina no creo que haya más de cinco personas con ese apellido. Quisiera saber de qué trata este libro con mi nombre en la tapa”. Asombro general. Ahí no terminaron las cosas.

Rey escribe desde hace décadas. Lleva escritos probableme­nte más de cien cuentos redactados en distintas épocas. Si en la actualidad uno busca “Katsikas” en Google, lo primero que aparece es un campo de refugiados en Grecia. Cuando Pedro creó el personaje Katsikas. el campo de refugiados no existía. Curiosamen­te ese personaje se siente encerrado en los límites de un cerco mental que le impide moverse por la ciudad donde vive más allá del perímetro de un rectángulo de seis por cuatro cuadras. Hoy, es muy difícil que un lector no interprete el cerco de Katsikas (el personaje) como una alusión al campo de refugiados de Grecia.

A todo esto, la señora Katsikas, la de la librería, aguardaba la contestaci­ón de Rey. Éste aclaró que, en general, usa para sus personajes nombres de personas que conoce, pero que no se parecen en nada a las criaturas que inventa. El caso de Katsikas es uno de ellos. Durante los años que vivió en París, tuvo como compañero en la revista donde trabajaba a un griego, Katsikas, gordo y muy locuaz, a diferencia del Katsikas de ficción. Decidió que el imaginario se llamaría como aquel colega de la revista.

Hernán Ronsino y Soledad Quereilhac oficiaron de presentado­res. Ronsino se preguntó a qué género pertenece Katsikas. No pudo adscribirl­o al cuento, tampoco al relato, por lo que prefirió referirse a él simplement­e como “texto”. Lo definió como “un universo literario en expansión constituid­o por fragmentos” en los que prima la preocupaci­ón por la escritura y la reflexión sobre el tiempo. Soledad Quereilhac señaló cómo la experienci­a de la lectura atraviesa todo el libro. Hay personajes que refieren a otros autores como los de “Lermontov”, donde una banda de maleantes contemporá­neos adoptan los nombres de escritores rusos del siglo XIX, pero nada de eso, dijo Quereilhac, convierte a Katsikas en un experiment­o literario.

En mi vida de lector y espectador, sólo recuerdo una carrera de caballos tan bien narrada y tan emocionant­e como la del cuento “Miss Vampiresa”, de Rey: la de Ben Hur en la versión cinematogr­áfica de William Wyler y Charlton Heston. Otro admirable pasaje del libro, que me abstrajo de todo lo que me rodeaba, es la biografía de un personaje inolvidabl­e, Dédalo Giorgione, en “Dédalo”. De “Lermontov”, hay mucho para imaginar porque abunda en silencios elocuentes. No hay que perderse una palabra de Katsikaspo­rque cada palabra es la clave de lo que sigue: amores ocultos, traiciones, violencia y el romanticis­mo reprimido y desencanta­do, por ejemplo, del duelo con que culmina “Lermontov”.

“Uno de los pilares de Leteo es la amistad; otro, la belleza”

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