LA NACION

Tan bueno que hace parecer principian­tes a los adversario­s

La Dolfina arrasó a Cría Yatay y pasó a la final; nunca ganó por menos de 10 goles en el torneo

- Xavier Prieto Astigarrag­a

La final puede ser otra historia. Va a ser otra historia. No la tiene ganada, ni mucho menos. Hurlingham 2016 es la prueba: vencía por tres tantos con medio chukker por jugar y perdió, contra Ellerstina. Pero el camino que va trazando La Dolfina, lo que va haciendo en su recorrido hacia el partido más grande del año, vale por sí mismo. Y maravilla.

Se sabía que Cría Yatay era el rival más débil en una definición por el pase a una final del Argentino Abierto en los 17 años de La Dolfina en la Triple Corona. En el debut en Palermo 2016 lo había superado por 22-7, desacelera­ndo en el último chukker. Pues en esta semifinal no aflojó nada. Apretó hasta el cierre, como si necesitara igualar para pasar a un suplementa­rio. Tanto, que David Stirling estampó el 27-4 con un golazo a falta de... 26 segundos.

¿Tan malo es Cría Yatay? No; es excelente La Dolfina. Es cierto que al debutante en el certamen todavía le queda grande una semifinal del Abierto, con sus 30 de handicap, pero también que se la ganó en buenísima ley. Fue mejor que Washington en la resolución de su zona, y que La Aguada-Las Monjitas en su cuarto de final. Va a subir de valorizaci­ón, por supuesto. Y parece tener un lindo futuro. Pero aún no le da como para asustar un poco a este cuarteto que suele merodear récords.

Y que bien podría marcar otro, el de diferencia de tantos acumulada: nunca triunfó por menos de 10 (227 a Yatay, 18-8 a Washington, 20-10 a Alegría y 27-4 a Yatay). La situación de luto, con el escudo de Cha- pecoense en el pecho y la diana fúnebre antes del partido, no le quitó ni un ápice de furia polística. En los primeros tres chukkers estableció parciales de 3-1 (9-3 total). La proyección daba un contundent­e 24-8. Pues no: el resultado definitivo fue una paliza aun mayor, la tercera según los registros disponible­s de la historia del Abierto, luego del 30-4 de La Espadaña a Coronel Suárez II en 1988 y el 27-3 del mismo vencedor a Nueva Escocia en 1985, y a la par del 28-5 de Ellerstina (con Adolfo Cambiaso) a Los Indios en 1998.

Los caballos de La Dolfina, descansado­s durante diez días (aunque algo pesados, según Nero), hicieron buena parte. Otra, el talento ofensivo de sus piezas, con un inusual aporte de su back: 9 goles. Y otra, algo que se nota menos: la defensa. Es muy difícil pasar a los de blanco, como lo exponen los 29 minutos que Cría Yatay pasó sin anotar. Juanma Nero es la principal bandera en la marca, pero ayer se vistió de goleador. Como si le faltara a este equipazo que hizo que el club alcanzara su 16ª final de Palermo en 17 años.

La del sábado será otra historia, sí. Por ahora, La Dolfina allana el trayecto a fuerza de goleadas.

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R. Néspolo Cambiaso, con el escudo de Chapecoens­e

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