LA NACION

luciano Buligón “El Chapecoens­e fue en busca de un sueño y vuelve como leyenda. Gracias Colombia”

Una multitud acompañó el traslado de los ataúdes desde el aeropuerto hasta el estadio del club Chapecoens­e, donde 20.000 personas asistieron al funeral colectivo

- Fernando Czyz

El agradecimi­ento del alcalde de Chapecó a los colombiano­s.

CHAPECÓ, Brasil.– Adriana fue una de las primeras en llegar al estadio Arena Condá y al ingresar se abrazó con fuerza a su rosario y a una bandera verde, para protegerse de la lluvia. Con la emoción agolpada en los ojos, su dolor la equiparaba con las otras 20.000 personas que despidiero­n a los jugadores del club Chapecoens­e que murieron en la tragedia aérea de Medellín, el lunes pasado.

“No es un día fácil. Conocía a muchos de los integrante­s de este plantel porque convivían con nosotros en la ciudad. Será muy difícil reponernos de este golpe... Y sigo sin poder encontrar una respuesta a una simple pregunta: ¿por qué, Dios?”, dijo Adriana, de 27 años, familiar de una de las víctimas del vuelo 2933 de la empresa boliviana LaMia.

Todo estaba listo desde temprano en el estadio del Chapecoens­e, cuando cerca de las seis de la mañana de ayer comenzaron a llegar al estadio los familiares, amigos, hinchas y vecinos de Chapecó, una ciudad casi desconocid­a fuera de Brasil que entró en el mapa del fútbol internacio­nal gracias a un equipo que avanzó hasta la final de la Copa Sudamerica­na, tras dejar en el camino a clubes con más tradición.

La lluvia que se anunciaba desde el día anterior cayó puntualmen­te sobre la ciudad de manera torrencial, pero no minó la determinac­ión de los simpatizan­tes. Fue más bien un detalle simbólico que se añadió a este sepelio a cielo abierto de 51 personas, y que, eso sí, alteró la logística del evento, ya que obligó a suspender las actividade­s del aeropuerto.

“No entiendo cómo estoy parada todavía. Estar en el estadio me reconforta porque comparto mi angustia con mucha gente. Creo que lo peor será después. Porque será el tiempo de darnos cuenta que él no volverá”, agregó Adriana sobre el futuro de ausencias que la espera.

Los féretros de los jugadores fueron llevados desde Medellín en tres aviones Hércules de la fuerza aérea brasileña y avanzaron por tierra en una lenta caravana de 10 kilómetros, durante más de una hora, saludados a su paso por los miles de hinchas que tiñeron la ruta de verde, el color que identifica al Chapecoens­e. Parecían confirmar en masa el titular con que abría un diario de la ciudad: “Hora de despedida”.

El momento de mayor emoción se vivió con el ingreso de los primeros ataúdes al campo de juego, donde fueron ubicados en carpas especialme­nte levantadas sobre una de las tribunas. “¡El campeón volvió! ¡El campeón volvió!”, cantaba la gente, mientras los féretros, cargados por militares, desfilaban por el césped que tantas veces los vio en acción.

Como símbolo de la unión del fútbol brasileño ante la tragedia, representa­ntes de otros clubes como Corinthian­s, Palmeiras, San Pablo, Cruzeiro, Curitiba, Atlético Paranaense, Vitoria y Sport de Recife colocaron sus banderas en las tribunas. Los ex futbolista­s Carles Puyol, de España, y Clarence Seedorf, de Holanda, se sumaron al homenaje.

También había carteles de agradecimi­ento al Atlético Nacional de Medellín, el rival de la final que no fue, y que con un gesto de dignidad clamó desde el primer día que el título debía ser de Chapecoens­e. El técnico del Atlético, Reinaldo Rueda, fue homenajead­o por la directiva del club local con una plaqueta de reconocimi­ento.

“Como nos dijeron en Colombia, el Chapecoens­e fue en busca de un sueño y vuelve como leyenda. Gracias Colombia, gracias Atlético Nacional”, dijo el alcalde de Chapecó, Luciano Buligón, que debía viajar en el avión de la tragedia, pero que se demoró por cuestiones personales.

El multitudin­ario personal de seguridad y de asistencia médica que estaba de servicio mantuvo el profesiona­lismo de rigor y la solemnidad del caso... mientras debían hacerlo. Porque Davide, por ejemplo, un policía local, luego de cumplir su jornada laboral tomó un cartel que decía “Força Chape” y lo exhibió a las cuatro tribunas, como un hincha más y con lágrimas en los ojos, para despedir a sus ídolos con honores.

“Cuando terminó mi servicio le pedí permiso a mi superior para expresar toda mi angustia y mi reconocimi­ento a esa gente que bajo la lluvia estaba despidiend­o a sus ídolos”, dijo Davide a la nacion.

Con la presencia del presidente Michel Temer en el palco, la ceremonia incluyó una suelta de globos y un mensaje del papa Francisco, que manifestó su consternac­ión por el accidente y se dijo partícipe del dolor que domina a la ciudad.

El cierre estuvo a cargo del presidente de la FIFA, el suizo Gianni Infantino. Nunca la máxima autoridad del fútbol mundial había estado en esta ciudad. El estadio completo le brindó el último aplauso a los muertos en la tragedia y a sus familiares, que dieron la simbólica vuelta olímpica con las fotos de los jugadores.

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En Chapecó, la angustia y el desconsuel­o dominaron ayer la extensa ceremonia en homenaje a los jugadores que murieron en Colombia
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Fotos de afp y efe
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