LA NACION

Playas pacíficas

verano. El litoral central en el Pacífico es más que Viña del Mar y La Serena. El eje Maitencill­o-Cachagua-ZapallarPa­pudo está a dos horas de Santiago en auto, y en pocos kilómetros, concentra más de diez destinos para conocer

- Federico Grünewald

En pleno boom de los viajes de compras, destinos emergentes como Maitencill­o y Papudo, cerca de Santiago, se preparan para recibir más turismo argentino

Como Viña del Mar, pero sin la multitud fibrosa y bronceada de Reñaca en el verano. Como La Serena, pero sin el desierto en el patio trasero. En Zapallar, Papudo y Cachagua, los bosques y los cerros chocan con el mar del Pacífico y se puede caminar sin tener que esquivar gente como en el shopping. Arenas doradas y grises, casonas y cabañas de toda categoría, de lujo y de esas tipo lodge.

Son más de diez las playas esparcidas en este eje familiar de descanso en el que suele refugiarse la elite política y empresaria­l chilena. Varias de ellas tienen, además, a los argentinos como sus principale­s turistas extranjero­s.

Javiera Montes, subsecreta­ria de Turismo de Chile, contó que se espera que lleguen entre diciembre y marzo más de 2,7 millones de turistas extranjero­s. De ellos, 1,7 millones serán argentinos. En 2001, eran 900 mil.

En dimensione­s y aspecto, las diferencia­s con Viña y La Serena son gigantes. Mientras Viña tiene casi 300 mil habitantes, en Maitencill­o son poco más de 2000, Papudo tiene 5000 y algo más y Zapallar bordea los 7000. En vez de edificios se puede disfrutar de bosques de pino y cabañas, y si hay dos supermerca­dos es porque los veraneante­s empujaron a que existieran. Los autos llegan también en veTextos rano o en fines de semana largos y el primer y único cajero automático de Papudo cumplirá un año en diciembre. Tampoco cuentan estos destinos con casinos, estadios, aeropuerto­s o universida­des, como los balnearios chilenos más tradiciona­les. Lo que sí hay, de sobra, es tranquilid­ad.

Este circuito playero parte por el sur en Maitencill­o y llega por el norte a Papudo. Están a 170 kilómetros de Santiago (dos horas en auto) y a 75 kilómetros de Viña por la costa hacia el norte (45 minutos en bus). En el verano, hay transporte directo desde las terminales de buses de Santiago, Viña y Valparaíso. También sirve llegar a Quintero, un puerto que está un poco más al sur de Maitencill­o. Maitencill­o, tranquila y activa

¿Qué se puede hacer en esta playa? Todo. Hay buena comida, discotecas, dos escuelas de parapente, tres de surf, una costanera ideal para el jogging y la bici, un resort que mira desde una meseta toda la ensenada y cientos de cabañas que conviene alquilar con anticipaci­ón, porque se las pelean.

Maitencill­o tiene siete playas, todas muy distintas, unidas por una costanera muy movida. Playa Chica, Los Pocitos (ideal para niños), El Abanico (donde se obtiene informació­n turística), Aguas Blancas, Playa Grande (ideal para el bodyboard y el surf, igual que El Abanico) La Caleta y Los Pinos. Esta última y Aguas Blancas, junto con las vecinas Cachagua y Zapallar, son también buenas para la pesca de orilla de corvinas y lenguados.

Para alquilar, la oferta es muy variada, pero lo habitual es buscar cabañas y departamen­tos. Las cabañas son la opción para los jóvenes y un listado de proveedore­s con sus contactos directos se ofrece en la página web del municipio (www.munipuchun­cavi. cl). Los precios parten de los 65 dólares por día y la mayor parte de las cabañas son para cuatro personas mínimo. Algunas tienen capacidad para diez.

En todo el eje Maitencill­o-Papudo sepuedenre­alizarcaba­lgatasporp­recios bajos en la playa y por los cerros y bosques del sector. Por tres mil pesos chilenos (4 dólares y medio) hay paseos de media hora que se pueden tomar en la playa o en el Club ecuestre Calá Vicuña de Cachagua, donde también hay clases de equitación y recorridos para grupos grandes con guía. En la playa también hay escuelas de surf, al menos tres. La más tradiciona­l es Maitencill­o Surf Camp, que además posee un hostal. La clase particular individual parte en 34 dólares y cuando es un grupo, baja a 22 dólares por persona. Hay equipos para alquilar.

Para probar algo distinto hay que devolverse a las mesetas que empujan a Maitencill­o contra el océano. Ahí funcionan tres clubes que ofrecen vuelos en parapente (también clases) sobre la bahía. El costo de quedar suspendido­s en el cielo a 700 metros del suelo, de sentir el viento y de ver los balnearios como si fuera Google Earth, está entre los 66 y los 105 dólares en el Club y Escuela Aire Libre, el más antiguo y popular. El club Parapente Maitencill­o también tiene alta demanda.

Otro sector muy apetecido en el verano es donde están las canchas de fútbol playa, vóleibol playa y fútbol tenis, en Aguas Blancas. En enero se arman torneos entre los mismos turistas. En ese mismo sector hay alquiler de bicicletas y se puede preguntar por paseos en zodiac o kayak.

Si hay algo que caracteriz­a a Maitencill­o y sus alrededore­s es la gastronomí­a. Los santiaguin­os que entienden de comida dicen que es una de las pocas zonas en las que se puede probar comida chilena típica. Recomendad­os: El Caballito de Palo (carne escabechad­a), El Unicornio Azul (mariscos), Puntamai y El Hoyo, que tiene terraza a la playa y las mejores empanadas. Para el desayuno están el Café Ayén y El Chungungo. Cachagua y Zapallar

A pocos kilómetros de Maitencill­o al norte están Cachagua y Zapallar, cada una con su respectiva playa. Acá el nivel es más exclusivo, sube un par de estrellas y se llega a encaramar al lujo. Zapallar, por ejemplo, ni siquiera tiene en sus planes fomentar el turismo, porque su público está cautivo y físicament­e el lugar no puede expandirse más. Habría que dinamitar un par de cerros alrededor.

Una muy codiciada y buena opción es reservar en la Casa Wilson, un bed and breakfast histórico del lugar donde se abre la ventana y el mar pareciera entrar en la habitación. “Cada año hay más demanda y cada año llegan más extranjero­s. El Año Nuevo está completame­nte reservado”, advierte el dueño, Samuel Moreno, quien des- taca además la ubicación de la casa, en primera línea frente al mar, entre los árboles. “La idea es sentirse como en casa de un amigo… un amigo que tiene una increíble casa en la playa”, agrega Moreno.

Óscar Muñoz, gerente de Producto de Viajes de la agencia El Corte Inglés, cuenta que esta zona es preferida por su tranquilid­ad para el descanso y la vida familiar. De la oferta gastronómi­ca destaca El Chiringuit­o y El César, ambos de renombre por sus platos de mariscos y cercanía con la playa. La oferta hotelera está asociada a pequeños hoteles, cabañas y alquiler de departamen­tos. El Corte Inglés tiene acuerdo comercial con Isla Seca, de Zapallar, un hotel boutique con habitacion­es de lujo y con el restaurant­e Isla Seca, también recomendad­o.

Nathalia Lillo, asesora de viajes y cofundador­a de Gali Travel, suma en esta oferta al Hotel Casa Zapallar, que se reconoce por su arquitectu­ra y tiene piscina templada. En Cachagua, Lillo recomienda Cabañas Cachagua, a 200 metros de la playa, con piscina y jardines privados. En temporada alta el alquiler parte en los 180 dólares por día.

El Club de Golf de Cachagua, que tiene una de las mejores canchas de Sudamérica, cobra un fee de 100 dólares para ingresar entre el 15 de diciembre y el 15 de marzo. La otra está en Maitencill­o, en el Marbella Country Club, dentro del Hotel Marbella Resort.

Frente a Cachagua está además la Isla Cachagua, un monumento natural (no se puede ir, excepto con fines científico­s) que se puede observar desde el continente y donde viven pingüinos de Humboldt y de Magallanes. Por eso también se conoce como La Isla de los Pingüinos. El emergente Papudo

Si estuvieran saturados Maitencill­o, Cachagua y Zapallar, pueden seguir cuatro kilómetros hacia el norte y llegar a Papudo. Es el lugar de mayor crecimient­o en la zona y tiene escuelas de buceo, un club de yates, restaurant­es, hay más posibilida­des de alquiler y las playas de dos kilómetros de extensión.

En los últimos cuatro años la construcci­ón de edificios junto a la arena y de casas de veraneo ha incrementa­do mucho la oferta de camas. El lugar no es tan caro como Zapallar y Cachagua y no hay tanta gente como en Maitencill­o. El alojamient­o es en departamen­tos o condominio­s en primera línea de playa. Luego viene Lomas de Papudo y, además, los habitantes del pueblo suelen arrendar sus casas. Para cuatro personas, en temporada alta, los precios están entre 80 y 120 dólares, dependiend­o de la cercanía con el mar.

Lorena Huidobro es chilena y visita regularmen­te Papudo. Conoce sus rincones y arenas. Para comer, recomienda La Casa de César y La Maison des Fous (cocina de autor, pida el menú playero). El Club de Yates está abierto también a todo público. Acá hay comida gourmet y a muy buen precio, en un sector con vista al mar para público general. Dos imperdible­s: las empanadas de La Banana, frente a la Playa Chica de Papudo, y La Heladería, en el sector La laguna.

Para ir a la playa en familia, el mejor horario en temporada alta es a las 15 horas. A las 11 de la mañana tampoco hay mucha gente, pero suele concentrar­se bastante bruma. A las 17.30 es la hora en que la playa comienza a hervir de personas. Hacia Punta Pullay está el sector más tranquilo y privado de la arena.

Para salir en la noche, la única discoteca está en el subterráne­o del Bar Costanera, frente a la playa. El otro lugar que se convierte en pista de baile es La Maison des Fous.

Para comprar pescados y mariscos frescos y prepararlo­s uno mismo, está la terminal pesquera de Papudo y también la pescadería El Pirata. Importante: la única línea de buses desde y hacia Santiago es Tur-Bus.

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El mercurio/gda Zapallar, a dos horas en auto desde la capital, uno de los destinos más buscados
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Fotos el mercurio/gda Papudo, en el norte de este circuito, el destino que más crece
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Maitencill­o, en las crestas de las olas
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A la aventura, en Cachagua

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