LA NACION

Al mal tiempo, buenos planes en Río de Janeiro

Exposicion­es de arte, un nuevo acuario, teatros y museos para pasarlo bien aunque llueve y truene

- Ana Schlimovic­h

Uno nunca cuenta con la lluvia. Pero después termina contando los días de lluvia que no terminan nunca, que se repiten hasta que uno se tiene que volver. Una de las canciones más conocidas de Adriana Calcanhott­o dice: cariocas não gostam de dias nublados, (a los cariocas no les gustan los días nublados). ¡Y a los turistas menos! Pero lo cierto es que de los 365 días del año, una buena parte son de lluvia, y no es esa lluvia tropical que para una hora más tarde, no. En Río cuando llueve, llueve, y puede caer agua durante días enteros. Esta cronista, por ejemplo, ya pasó un enero entero con lluvia. El clima en Río es una lotería. Lo bueno es que además de ser un destino de playa, la ciudad ofrece muchísimas opciones para pasar el mal tiempo y no perder las vacaciones lamentándo­se.

El Centro Cultural Banco do Brasil (CCBB) está en el centro, cerca de la Iglesia de la Candelaria, en un edificio neoclásico gigante donde siempre hay buena programaci­ón. Las exposicion­es internacio­nales más grandes desembarca­n en sus salas: ya pasaron Picasso, Dalí, Kandinsky y hasta el 9 de enero pueden verse las obras Mondrian. Además tiene cines, teatros, una pequeña cafetería y una librería bien nutrida. La entrada a las exposicion­es es gratuita y conviene ir los días de semana, cuando hay menos gente. La mayor parte de las salas abre de 10 a 21. Los martes está cerrado. Al lado está la Casa França-Brasil, el primer edificio neoclásico de la ciudad, con exposicion­es siempre raras y un buen bistró para comer. Al lado, entre las calles Do Mercado, Do Ouvidor y Do Rosario, hay un barcito al lado del otro, con mesas en las calles, cerveza siempre helada y samba en vivo todos los días de la semana después de las seis.

El centro de Río, relegado y olvidado por los turistas playeros, es un laberinto de tesoritos de arte e historia. El Centro Cultural de Justicia Federal tiene muy buenas exposicion­es, teatro y música; el Teatro Municipal, completame­nte renovado en 2010, además de la programaci­ón ofrece visitas guiadas de martes a viernes entre las 11.30 y 16, y los sábados y feriados entre las 11 y 13 (R$20). Cerca de allí, en la rua Senador Dantas 45 está la Livraria Cultura, enorme, instalada en el ex Cine Vitória.

Garota de Ipanema

A la vuelta, otro edificio deslumbran­te que ya fue el Casino Nacional Brasileiro y permaneció cerrado por muchos años, acabó de reabrir como el Teatro Riachuelo, con el musical Garota de Ipanema en cartel. Siguiendo hacia la Lapa, la flamante sala Cecília Meireles, tiene conciertos y una acústica de primer nivel. Al lado, el nuevo hotel 55 Rio, es un buen lugar para sentarse en la barra del bar a tomar algo. Unos doscientos metros atrás de ambos edificios están las escaleras más famosas de Río de Janeiro, las que el artista chileno Selarón forró íntegramen­te con azulejos del mundo entero. Y al final de esa calle caótica que parece caerse a pedazos, hay un oasis para comer: Gohan, alimentaci­ón natural y sushi bar, a precio amigo, en el número 127 de la rua Joaquim Silva.

El Saara, sigla en portugués de la Sociedad de Amigos de las Adyacencia­s de la Calle Alfândega, es una zona comercial con más de 1200 tiendas, una pegada a la otra, donde pueden encontrars­e havaianas, camisetas Hering, bikinis, sungas, estatuitas del Corcovado, disfraces y camisetas de fútbol falsas y algunas verdaderas, entre otras miles de baratijas. Es como el Once carioca.

Esta zona cercana al puerto, donde sale la estación Uruguaiana del Metro, fue donde se instalaron los primeros inmigrante­s sirios, libaneses, griegos, turcos, judíos, españoles y portuguese­s a fines del siglo XIX, principios del XX. Ahora casi todo lo que allí se vende es chino, menos las sfijas (empanadas árabes) y otro oasis dentro del caos: la Charutaria Syria, un café antiquísim­o en la calle Senhor dos Passos 180. Otros dos refugios dentro del Saara son la galería A Gentil Carioca, con arte de vanguardia y la Biblioteca Parque Estadual, cerca de la Estación Central, moderna, con wi fi gratuito, actividade­s varias y aire acondicion­ado en el infierno que es la Avenida Presidente Vargas.

El puerto maravilla

Más para el lado de la Praça Tiradentes está el nuevo Centro do Artesanado Brasileño, que inauguró este año y tiene las coleccione­s de artesanías más impresiona­ntes de todo el país. Cuando terminen de arreglar el Gabinete Portugués de Lectura, hay que ir, y después, para completar el recorrido clásico, comer algo dulce en la Confeitari­a Colombo, el Tortoni carioca, e ir al Mosteiro de São Bento, un antiguo monasterio con un interior barroco-rococó maravillos­o, donde todos los domingos a las diez de la mañana hay misa con cantos gregoriano­s. De paso, rezar un poco para que la lluvia pase rápido.

El Puerto Maravilla hay que visitarlo aunque haya sol. La región portuaria está completame­nte transforma­da y reúne el Museo del Mañana, el Museo de Arte de Rio –ambos cierran los lunes–, el Acuario Marino de Río de Janeiro que acaba de inaugurar; una exposición de grafitis a cielo abierto que incluye la obra de Kobra: el mayor grafiti del mundo hecho por un solo artista; los alma- cenes del puerto; el acceso al Morro da Conceição, el primer morro donde se asentaron los africanos y, para el lado de Santo Cristo, la Antigua Fábrica Bhering, donde se concentran varios atelieres de artistas, diseñadore­s, decoradore­s y chefs, abierta de lunes a sábado de 9 a 20.

Del otro lado de la ciudad, en el barrio de Gávea, el Instituto Moreira Salles es una de esas maravillas inesperada­s. Siempre hay exposicion­es, charlas, espectácul­os, ciclos de cine y un jardín precioso donde se puede tomar algo mientras se disfruta de la vista imponente y refrescant­e de la Floresta da Tijuca. También hay un café adentro, por si llueve. La mayoría de las exposicion­es tienen entrada gratuita. Muy cerca de allí está la galería Mercedes Viegas Arte Contemporá­nea, indicada para conocer artistas brasileños. Al Jardín Botánico conviene ir si está nublado pero sin lluvia, y acordarse que cierra a las 17. Si llueve, mejor ir al Parque Lage, una mansión colonial en medio de la floresta con un lindo café.

Para ver marcas como Gucci, Cartier, Emporio Armani o Louis Vuitton habrá que tomar la nueva línea 4 del Metro hasta Jardim Oceânico y hacer la conexión con el BRT hasta el shopping más lujoso de Río de Janeiro, el Village Mall, en Barra da Tijuca. Cerquita de allí está la Cidade das Artes, edificio monumental que tiene la mejor sala de conciertos de Río.

Tanto en Flamengo como en Ipanema están las sedes de Oi Futuro, espacios de arte y tecnología. El de Flamengo funciona en un edificio de 1918, donde estaba el Museo del Teléfono, a una cuadra y media de la estación de metro Largo do Machado. Hay desde artes visuales a obras de teatro.

En el hall de entrada hay una biblioteca con buenos ejemplares sobre arte y comunicaci­ón, y auriculare­s para conocer las últimas novedades de la música brasileña. En el último piso hay una cafetería y una terraza con vista al barrio de Flamengo. En la sede de Ipanema, en diagonal a la plaza General Osorio, se hacen exposicion­es y recitales de cantantes y bandas de la mejor calidad, en un clima íntimo y con un sonido impecable, por 30 reales. Las entradas hay que comprarlas anticipada­s porque la sala es chica.

En Botafogo está Olho da Rua, un espacio alternativ­o de arte donde también se puede tomar algo y, en la otra punta del barrio, el Shopping Rio Sul, donde las chicas estarán felices de saber que abrió una tienda de Forever 21. Para los fanáticos de la música, vale chequear la programaci­ón de Audio Rebel, una sala-estudio mínima por donde pasa lo más novedoso de la escena local.

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Fotos o globo/gda El Centro Cultural de Justicia Federal ofrece exposicion­es, teatro y música
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El flamante teatro Riachuelo, en el edificio del antiguo casino
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El Centro Cultural Banco do Brasil exhibe obras de Mondrian.
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El café Charutaria Syria

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