LA NACION

Un recorrido por Ljubljana, la ciudad verde

La Capital Verde Europea 2016 sorprende por su historia y su arquitectu­ra, pero también con un parque de 500 hectáreas del mismo color que el eficiente transporte público y el omnipresen­te símbolo, el dragón

- María Fernanda Lago

Este año, Ljubljana ganó el título de Capital Verde Europea. Casualidad o no, el color de su premio resalta por cada rincón de la ciudad. Desde el dragón, un símbolo de la capital eslovena presente en esculturas y postales turísticas, hasta el tren urbano, un transporte verde, eléctrico y gratuito que sube al castillo.

Según la Comisión Europea, ente que concede el título desde 2010, tres cuartas partes del territorio de Ljubljana son espacios naturales y en la última década se plantaron más de dos mil árboles. En cuanto a la gastronomí­a, no es seguro que sean verdes, pero las patas de rana fritas son una deliciosa especialid­ad local.

Si bien su historia no es tan conocida como la de otras capitales europeas, no le faltaron invasiones ni ocupacione­s. Gobernada por diferentes potencias extranjera­s, Eslovenia se independiz­ó en 1991 gracias a la resistenci­a de su pueblo, descendien­te de los eslavos que en el siglo VI migraron desde los Cárpatos. Hasta el siglo XX el dominio del territorio pasó por manos de la dinastía Habsburgo, la monarquía austrohúng­ara, el Reino de Yugoslavia y la República Federal Socialista de Yugoslavia. Tras la caída del comunismo, la opción por la independen­cia se impuso en el plebiscito de 1990, por un 90 por ciento.

Ljubljana es tan difícil de pronunciar como fácil de recorrer. Desde la Estación Central de Trenes, la calle Resljeva Cesta es un camino recto que en diez minutos llega al Puente de los Dragones. A partir de ahí, el río Ljubljanic­a conduce por el centro, entre botes que navegan con turistas, bares que rozan la orilla y un ambiente donde siempre parece haber tiempo para sentarse a tomar un café.

El Puente de los Dragones, Zmajski Most en esloveno, se inauguró en 1901. En cada extremo la gente le apunta con cámaras y celulares; no por nada es uno de los lugares más fotografia­dos. Lo cierto es que la figura del dragón identifica a la ciudad y sus orígenes. Aunque hay varias leyendas respecto del animal mitológico, la más conocida afirma que un héroe griego, Jasón, enfrentó al dragón de Ljubljana, lo mató y se convirtió en el primer ciudadano. Una tarde sin apuro

Al sol y cerca del río, los bares invaden las veredas. Están llenos y el bullicio suena monótono junto con la música instrument­al. Una mesa de cuatro está rodeada por coches de bebes que ocupan el espacio de otra mesa a la que tuvieron que mover. A pocos metros, unos jóvenes toman cerveza. A juzgar por sus cutis debe ser una de las primeras que beben legalmente. Se ve un constante ir y venir de grupos adolescent­es y, a paso lento, señoras que arrastran su changuito de las compras en dirección al mercado central.

Todos los días en la plaza Vodnikov la feria se arma a la mañana y se desarma a la tarde, el horario depende de la temporada. Los productore­s locales ofrecen sus cosechas frescas y los vecinos se acercan para hacer la compra del día. Es un lugar de encuentro. Las señoras hablan animadas, alguna aprovecha y compra lechuga; tres hombres parecen discutir, o tal vez hablen de política; mientras dos mujeres más jóvenes se muestran lo que compraron. Todo colorido por la variedad de flores, plantas aromáticas, más las frutas y verduras de estación.

Entre las plazas Vodnikov y Pogačarjev hay otra feria techada. Ahí se consiguen carne, productos de panadería, quesos y, los miércoles, se organiza una venta especial de alimentos orgánicos. Justo ahora terminó la temporada del Open Kitchen, pero en marzo vuelve a abrir. Se trata de un mercado de comida callejera que funciona los viernes en la plaza Pogačarjev. Las opciones van desde comida thai, japonesa, mexicana, hasta platos autóctonos como la kranjska klobasa, una salchicha ahumada y picante que se sirve con mostaza y rábano rallado.

Entre humos y sartenes, es fácil tentarse con la fusión de aromas que complican la decisión al elegir. En general, se puede almorzar por 5 euros. Como Eslovenia pertenece a la comunidad europea desde 2004, su moneda oficial desde 2007 es el euro. Después de comer, dispuestos sobre las esquinas, hay tres contenedor­es verdes para separar la basura. Si fuera viernes y estuviera el Open Kitchen la escalinata de la catedral se habría llenado de gente con platos sobre las rodillas. Ahora está vacía.

La Catedral de San Nicolás está al lado de Pogačarjev, con un estilo barroco y su cúpula verde resalta en lo alto y se reconoce desde lejos. Antes de entrar, las puertas de bronce, colocadas en conmemorac­ión de la visita del Papa Juan Pablo II en 1996, son un detalle para no perderse. Una tiene imágenes en relieve que cuentan los 1250 años de historia del cristianis­mo en Eslovenia; la otra, con la figura de seis obispos, recorre la historia de la diócesis de Ljubljana.

Más adelante hacia donde nos lleva el río, Tromostovj­e es un puente muy concurrido con una zona comercial que lo rodea. De lejos parece amplio, pero de cerca se puede ver que son tres estructura­s. El del medio reemplaza, desde 1842, a un antiguo cruce de madera, mientras que los laterales se sumaron más tarde para peatones. El triple puente se restauró por última vez en 1992; y desde 2007, cuando se prohibió la circulació­n de automóvile­s por el casco antiguo, se sumó por completo a la zona peatonal.

A los pies del cruce, el edificio rosa con dos torres verdes es la Iglesia Franciscan­a de la Anunciació­n. Aunque esté rodeada por negocios y galerías comerciale­s, esta construcci­ón del siglo XVII resalta y llama la atención. Una escalinata la eleva sobre la plaza Prešeren, que se pavimentó tras el derribo en el siglo XIX de los muros que protegían la ciu- dad. El movimiento de gente es constante, hay quienes cruzan el puente a pie o en bicicleta, parejas sentadas en los escalones que bajan hacia el río y jóvenes que se encuentran en el monumento a France Prešeren, el poeta esloveno que le dio nombre a la plaza. Que te quiero verde

Las imágenes en primer plano que había visto de la fuente Robba me habían hecho pensar, más de una vez, en la Fontana de Trevi de Roma. La realidad es que en vivo y en directo es mucho más chica y la única asociación es que el escultor, Francesco Robba era italiano. Este artista es el mismo que realizó el altar mayor de la Iglesia de la Anunciació­n.

Después de cruzar el puente triple por Stritarjev­a ulica, el monumento barroco aparece de frente, sobre la plaza Mestni Trg, y delante del ayuntamien­to. No hace falta tomar distancia para encuadrar la escultura y sacarle una foto. Alrededor, las construcci­ones barrocas y renacentis­tas dan el toque de elegancia a este lugar que fue el centro de la ciudad medieval, de la que sólo quedó su historia.

De pronto una bocina anuncia la salida del tren hacia el castillo. Eléctrico y con tres vagones, no es el único servicio urbano, también está el Kavalir que es como un carro de golf con capacidad para cinco personas, y circula por la zona peatonal desde abril hasta octubre. Ideales para descansar los pies por un rato, cualquiera de los transporte­s es fácil de identifica­r por su color verde.

El tren sigue un camino que se aleja del centro y toma una pendiente, mientras la ciudad se aleja hacia lo bajo. El grad, como se dice castillo en esloveno, desde 1905 es propiedad del municipio que lo compró con fines culturales. Excepto el exterior de la capilla gótica de San Jorge del año 1489, el resto de los edificios se construyer­on o reconstruy­eron entre los siglos XVI y XVII. Entre sus atraccione­s está la torre del mirador de 1848, y el museo que exhibe la historia de Eslovenia. Después de recorrerlo vale la pena reservar unos minutos para andar por los bosques que lo rodean, observar la vista panorámica y tomar un respiro de aire puro.

Otro espacio para la distensión es el Tivoli. Si bien no es un parque de diversione­s, como el danés, tiene plazas de juegos para chicos y 500 hectáreas de naturaleza para todos. Es el parque más grande de Eslovenia. Hasta estos últimos días, allí se podía ver la muestra fotográfic­a Tesoros vivos de nuestras aguas, una exposición al aire libre dedicada a compartir el patrimonio natural de las aguas eslovenas y generar conscienci­a sobre la importanci­a de cuidar la biodiversi­dad.

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Fotos shuttersto­ck La catedral de San Nicolás, de estilo barroco
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El castillo tiene un museo que cuenta la historia del país y se puede subir a la torre
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