LA NACION

La Justicia, cada vez más un campo minado para Macri

- Carlos Pagni

Del encantador campamento de verano que Mauricio Macri organizó con su equipo lo primero que quedó excluido fue el debate.

No era la intención. Además, la polémica más ácida del oficialism­o, que se refiere a la estrategia institucio­nal, habría sido imposible. Su promotora, Elisa Carrió, no integra el gabinete. Y está en Miami. La falta de una estrategia institucio­nal clara acumula tensiones en la agenda del Gobierno. Sobre todo porque, al cabo de un año de gestión, la renovación de la Justicia ha sido nula.

En este terreno, lo de Macri ha sido hipergradu­alismo. La baja productivi­dad del Consejo de la Magistratu­ra es una parte del problema. Miguel Piedecasas dejará pronto la presidenci­a a Adriana Donato, para estupor del Presidente. Antes de hacerlo pretende publicar las auditorías realizadas en los juzgados federales de la Capital. El jueves pasado Piedecasas recibió la informació­n cruda, que debe organizar. En los tribunales de Comodoro Py está una de las raíces de la degradació­n institucio­nal que se registra en el país. Por complicida­d, o por asociación con la corrupción, han sido proveedore­s de impunidad para la política. La exhibición de esa radiografí­a, aunque sea imprecisa, provocará polémicas en el Consejo. Un dato significat­ivo: esa inspección fue una iniciativa del Colegio de Abogados que dirige Guillermo Lipera. No se ocurrió a algún consejero. Tampoco a Juan Bautista Mahiques, el representa­nte del Poder Ejecutivo.

El Consejo no pudo destituir al camarista Eduardo Freiler. La Cámara de Casación Penal sigue con cuatro vacantes sin cubrir. En la Sala I de la Cámara Federal Penal, donde sobrevive Freiler, falta agregar un camarista. Lo mismo sucede con la Cámara en lo Contencios­o Administra­tivo. Y con la Cámara Nacional Electoral.

El Consejo debe, además, definir un cargo clave en ese fuero: quién será el juez competente en las cruciales elecciones bonaerense­s. María Servini de Cubría está subrogando el juzgado de La Plata. Pero en la Casa Rosada prefieren reemplazar­la. Ella sugirió un sucesor: Carlos Villafuert­e Ruzo. Sin embargo, José Torello y Pablo Clusellas sugieren a Juan Manuel Culotta, el juez federal de Tres de Febrero. Una saludable señal de independen­cia. Seis meses atrás, Culotta allanó a Jorge Macri la Municipali­dad de Vicente López en una investigac­ión por la compra directa de 20 camionetas Toyota a su hermana, Daniela Macri. Jorge Macri sueña con ser candidato a senador, a pesar de que María Eugenia Vidal prefiera a Gladys González y Facundo Manes.

En la lista de cuestiones pendientes del Consejo está también la cobertura del juzgado federal de Río Gallegos. Es estratégic­o: Santa Cruz ha sido la escena principal de los delitos que se imputan a los Kirchner y a sus subordinad­os, de Lázaro Báez a José López. El concurso para normalizar ese tribunal, que debía celebrarse la semana pasada, fue postergado por lo menos hasta abril. Los postulante­s kirchneris­tas impugnaron a dos jurados y, previendo que no ganarían, consiguier­on la prórroga. En muchos temas, el joven Mahiques, que representa a Macri en el Consejo, tiene una agenda propia. Pero las críticas contra él igual impactan en su padrino, el presidente de Boca y propietari­o de bingos, Daniel Angelici. Su principal acusadora, Carrió, lo calificó de “delincuent­e” en la mesa de Mirtha Legrand. Días más tarde, “Lilita” festejó un aniversari­o de ARI con Vidal y Horacio Rodríguez Larreta. Angelici, enardecido, se quejó ante Macri. Y tuvo una discusión durísima con Larreta. Sin embargo, su blanco principal fue Francisco Quintana, cabeza de Pro en la Legislatur­a porteña. Angelici está en lo cierto: cuando aplaudió a Carrió por decir que “hay que terminar con la concupisce­ncia entre fútbol y política”, Quintana aún no había renunciado a la Comisión de Institucio­nales de Boca. Allí está por Angelici. ¿Ya se habrá alejado? El ministro bonaerense Gustavo Ferrari, todo olfato, fue más previsor: cuando vio los aplausos de Vidal, dimitió a la conducción de Boca. Promete irse antes de Navidad.

Para Macri, que siempre fue desdeñoso con la dimensión institucio­nal de la vida pública, las mortificac­iones judiciales se están transforma­ndo en un problema de primera magnitud. No sólo se demora el Consejo de la Magistratu­ra. La situación procesal de Milagro Sala ha impulsado un complejo juego diplomátic­o frente al cual el Gobierno reaccionó en cámara lenta. De nuevo el gradualism­o.

Presión por Sala

La Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH), que depende de la OEA, conminó a las autoridade­s argentinas, en especial a las de Jujuy, para que liberen a Sala, como había pedido el Grupo de Trabajo de la ONU. En la Cancillerí­a tratan de atenuar el costo citando la Constituci­ón: Sala está en prisión por una orden de la justicia jujeña, por lo tanto, para cumplir con la CIDH deberíamos intervenir los tribunales de la provincia, es el mantra.

Los radicales van más allá. Solidarios con su correligio­nario Gerardo Morales, justifican que Sala esté tras las rejas. La CIDH arguye que se la castigó por protestar. Morales y los líderes de su partido lo admiten. Pero aclaran que por ese cargo ya fue excarcelad­a. Algunos, como Ernesto Sanz, reconocen que esa detención fue un error. Todos explican que Sala sigue en la cárcel por un caso de extorsión a cooperativ­istas para apropiarse de fondos públicos destinados a viviendas. Y que, como presionó a testigos, merece la prisión preventiva. En la UCR rechazan que sea al revés: que esos delitos se le imputaron para mantenerla en prisión. El entredicho terminará en la Corte, antes de fin de año. Si Sala queda libre, ¿Báez reclamará lo mismo para sí? Su trance es bastante similar. Aunque a él nadie lo llora.

Los radicales apuestan a que el juicio oral, en febrero, convierta a Sala en un Schoklende­r. Pero la discusión sobre esta controvert­ida líder forma parte de una trama regional que facilita el trabajo de Jorge Taiana, su defensor internacio­nal. El ex canciller conoce el terreno tanto como Leandro Despouy, el representa­nte del oficialism­o ante los organismos internacio­nales de derechos humanos. Es un duelo cifrado: Despouy fue el verdugo del kirchneris­mo cuando era auditor de la Nación.

El primer detalle relevante es que quien sigue el caso Sala en la CIDH es Paulo Vannuchi, un brasileño que fue ministro de Derechos Humanos de Lula da Silva. Para Vannuchi debe ser apasionant­e reclamar garantías procesales a Macri, un aliado de Michel Temer, a quien su partido acusa de golpista. Vannuchi tuvo, además, un respaldo inesperado. Luis Almagro, el secretario general de la OEA, pidió por Sala. Es raro que el titular de la OEA se pronuncie sobre un tema antes de que lo haga la CIDH. Salvo que tenga motivacion­es políticas para hacerlo. Almagro puede tenerlas. Él aspira a la presidenci­a de Uruguay, amparado por José Mujica. Su problema es que acaba de recibir un coscorrón de Mujica por haber condenado la persecució­n de opositores en Venezuela. Es posible que, reclamando por Sala, Almagro haya querido compensar ese pronunciam­iento.

El jefe de gabinete de Almagro es, además, un lobbista del kirchneris­mo: Gustavo Cinosi. Ex socio del antiguo abogado de Báez, Jorge Chueco, compinche de negocios de los Alperovich, Cinosi es íntimo de Carlos Zannini. Sin embargo, su influencia puede ser equívoca. Porque Zannini, que iba a ser el “garante del proyecto” secundando al desviacion­ista Daniel Scioli, se refugió en el Banco de Santa Cruz, de los Eskenazi, y tramita una opulenta jubilación en la provincia. Zannini está muy lejos de Sala. Además, Almagro no convocó a Cinosi por los Kirchner, sino porque le habría conseguido el aval de Washington para dirigir la OEA. Un perfecto doble agente, como sugiere su apellido.

Sobre los gestores del reclamo por Sala puede haber malentendi­dos. Sobre su objetivo, no. El kirchneris­mo pretende convertir a la líder piquetera en el Leopoldo López de Macri. Aunque el venezolano jamás haya tocado una moneda. Martirizar a Sala puede resolver un problema a los feligreses de Cristina Kirchner: Macri no acepta ser el presidente ajustador y represivo que ellos necesitan. La denuncia de que Sala fue puesta en cautiverio por razones políticas aproxima a Macri con ese identikit. Además, la saga tiene otro propósito: es un ensayo general por si un juez dicta la prisión preventiva de la señora de Kirchner.

El problema fractura al kirchneris­mo. Horacio Verbitsky, titular del CELS, que patrocina a Sala, denunció a sus antiguos compañeros, los piqueteros Emilio Pérsico y Fernando “Chino” Navarro, y también al consultor de la Santa Sede Juan Grabois, de pactar la emergencia social con el Gobierno traicionan­do la causa de Sala. Los acusó de ser colaboraci­onistas subordinad­os a Jorge Bergoglio.

Grabois contestó desde su cuenta de Facebook. Aseguró que nunca olvidará a “la Flaca”, como llama a Sala, de la que también es abogado. Y reprochó al titular del CELS haber recibido fondos de la Fundación Ford, del British Council y de la Fuerza Aérea durante la dictadura. Verbitsky debe explicar de tanto en tanto su vínculo aeronáutic­o. Pero nunca se lo habían enrostrado desde el campo nac&pop.

La denuncia de Verbitsky se volvió más significat­iva porque Cristina Kirchner la hizo suya. Al reproducir­la en las redes sociales, ella adhirió a las descalific­aciones contra Bergoglio.

Se podría pensar, entonces, que Sala quebró un vínculo que parecía inquebrant­able. Sería un error. Ese lazo se rompió antes. Y no fue por Sala, sino por alguien mucho más polémico sobre quien no pesa una prisión: Aníbal Fernández, cuya postulació­n en la provincia el Papa nunca pudo tolerar.

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