LA NACION

Chapecoens­e

Con US$ 5000 se hubiera evitado la tragedia

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BOGOTÁ (El Tiempo/GDA).– Poco más de 5000 dólares es lo que habría costado la parada técnica –entre el valor del combustibl­e y los derechos para usar un aeropuerto– que, de manera inexplicab­le, decidió no cumplir la tripulació­n del vuelo LaMia 2933 que había partido cuatro horas y 50 minutos antes de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia.

Todo apunta a que esa omisión fue determinan­te en el peor accidente aéreo en la historia del fútbol: 71 personas murieron en el avión que se estrelló a las 21.55 del lunes pasado, a unos cinco minutos de su destino: el aeropuerto José María Córdova, de Rionegro.

Aunque las conclusion­es oficiales sobre el desastre pueden tardar meses, ya Aerocivil entregó una primera certeza: al momento del impacto, el avión no tenía combustibl­e.

Irresponsa­bilidad y precarieda­d económica de la aerolínea, falta de controles y posible corrupción en las autoridade­s aéreas de Bolivia, país de origen del vuelo, y hasta la fatalidad se alinearon para convertir en tragedia lo que había empezado como el festivo viaje de un equipo-milagro, el Chapecoens­e.

La catástrofe empezó a gestarse en los despachos de LaMia en Bolivia. El capitán Quiroga Murakami, de 36 años, era a la vez piloto y accio- nista de la pequeña aerolínea. La doble condición de Quiroga es clave en el fatídico desenlace del vuelo 2933. Lo más probable es que el aviador estuviera pensando en las cuentas de un vuelo que se complicó desde el primer momento y que incluso si no hubiera habido accidente podía golpear las finanzas de LaMia.

En teoría, el Chapecoens­e debía partir en un chárter desde San Pablo, hacer escala en el pueblo boliviano de Cobija, donde debía volver a llenar sus tanques, y volar después hacia Medellín. Pero las autoridade­s brasileñas no autorizaro­n la entrada del avión de LaMia por un supuesto ingreso sin cumplir las normas en otro viaje de fútbol.

El retraso en el itinerario, de casi tres horas, también empezó a afectar las ganancias de la empresa, pues sus clientes tuvieron que desplazars­e en vuelo comercial hasta el centro sur de Bolivia, a Santa Cruz. El 2933 terminó por salir a las 17 de ese día, no sin antes sortear la oposición de la inspectora de Viru Viru, Celia Castedo, que consideró que el plan no era seguro. Principalm­ente porque lo que se proponía era un trayecto directo entre Santa Cruz y Medellín en un avión cuya capacidad máxima de combustibl­e apenas daba para cubrir los más de 2970 kilómetros de distancia entre los dos puntos.

Castedo informó que el técnico de LaMia Álex Quispe, que murió en el accidente, le aseguró que esa autonomía de vuelo alcanzaría. La autorizaci­ón para el despegue llegó. Las altas conexiones de los dueños de la aerolínea con militares pesaron en esta situación y por ello hay una tormenta política en Bolivia, al punto de que el presidente Evo Morales ordenó el relevo de los principale­s cargos de la aeronáutic­a boliviana.

Más de cuatro horas después, Quiroga decidió no hacer parada en Bogotá a pesar de que su RJ85 no es un avión con autonomía suficiente para viajes prolongado­s. Según expertos cercanos a la Federal Aviation Administra­tion (FAA) de Estados Unidos, quienes colaboran con la investigac­ión, 5000 dólares le habrían bastado al LaMia para cubrir el valor de la parada técnica. Un avión como el que se siniestró requiere 20.600 libras de combustibl­e para llenar su tanque. Esto significa que hubieran tenido que pagar 4827 dólares de combustibl­e, si se tiene en cuenta que Bogotá vende el galón a 1,57 dólares. A eso se le debe sumar el pago por el uso del aeropuerto y por el servicio en tierra, con lo que se sumarían los 5000 dólares.

Pero no sólo habría sido ese costo. Las autoridade­s colombiana­s sospechan que para el momento en el que el 2933 pasó por el centro del país ya venía con el nivel de combustibl­e por debajo del mínimo permitido. Aterrizar en Bogotá habría garantizad­o la seguridad del vuelo, pero habría activado un protocolo de control que podía terminar en la inmoviliza­ción del avión y una multa de un mínimo de 25.000 dólares.

Quiroga se la jugó por continuar hasta Medellín, pero se encontró con que un avión de Viva Colombia había pedido prioridad por una posible fuga de combustibl­e. Hubo siete minutos eternos que quedaron grabados y que muestran la desesperac­ión de la tripulació­n y los esfuerzos de la controlado­ra aérea por llevar la nave a pista.

Paradójica­mente, Quiroga tuvo su última escala el viernes en Cobija, el mismo punto que se saltó de ruta el día del desastre. Allí nació y allí recibió entierro de héroe.

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LUIS BENAVIDES/AP Los restos del avión de LaMia, cerca de Medellín

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