LA NACION

Problemas para la AFIP

La agencia recaudador­a central detectó “múltiples irregulari­dades” y demoras para alertar sobre facturas apócrifas

- Hugo Alconada Mon LA NACION

Una auditoría revela que la sede de Bahía Blanca encubrió a Lázaro Báez.

Bahía Blanca resultó un verdadero agujero negro para la Administra­ción Federal de Ingresos Públicos (AFIP). Allí se durmieron durante años las fiscalizac­iones contra las sociedades que emitieron facturas truchas para Lázaro Báez y se intentaron acomodar los papeles para que esa operatoria multimillo­naria nunca saliera a la luz, según surge de un informe de auditoría interna de la propia AFIP cuya copia obtuvo la nacion.

Ese informe detectó múltiples “irregulari­dades” en las fiscalizac­iones, que registraro­n una “demora injustific­ada” que no fue casual. Sirvió para proteger durante años al presunto testaferro de la familia Kirchner. Y evitó que la justicia de esa ciudad y los tribunales federales de Comodoro Py pudieran avanzar sobre el posible “delito precedente” para las supuestas maniobras de lavado.

Identifica­do como “informe preliminar de auditoría interna” y fechado a fines de octubre pasado, el informe se centró sobre lo ocurrido dentro de la División de Fiscalizac­ión N° 3 de la Regional Bahía Blanca de la AFIP desde mediados de 2011 en adelante, y provocó desde entonces un terremoto institucio­nal dentro y fuera del organismo tributario.

¿Por qué? Porque provocó el desplazami­ento de los primeros sabuesos y el cierre temporario de esa regional, como también una ofensiva del kirchneris­mo sobre el juzgado federal de esa ciudad, según surge de documentos oficiales y testimonio­s en expediente­s judiciales a los que accedió la nacion.

El informe de la Subdirecci­ón General de Auditoría Interna de la AFIP se centra en particular en lo que hizo –o dejó de hacer– la “línea” sobre Grupo Penta SA y Calvento SA, dos sociedades de la familia bahiense Ficcadenti, que proveyeron facturas truchas a Austral Construcci­ones y a Constructo­ra Patagónica Argentina, que a su vez también le facturó millones a la empresa de Báez, tal como la nacion reveló en octubre de 2014 tras una investigac­ión durante los anteriores diez meses.

Las conclusion­es de los auditores son elocuentes. La primera, la “excesiva dilación de los tiempos insumidos para analizar si la firma Calvento SA correspond­ía ser incluida en la Base E Apoc”, es decir, el listado oficial de usinas de facturas apócrifas de la AFIP. La segunda, “demora injustific­ada en la tramitació­n de la OI” sobre esa misma sociedad bajo sospecha, es decir, la “orden de intervenci­ón” de los nuevos sabuesos que asumieron el caso.

¿La tercera y última conclusión? “Irregulari­dades en las tareas de control diligencia­das para evaluar si la firma Grupo Penta & Cía. SA ameritaba ser considerad­a una usina dedicada a la venta de facturas apócrifas y, en consecuenc­ia, la falta de definición respecto de su efectiva inclusión en la base [E Apoc] respectiva.”

Esas demoras fueron deliberada­s, según da a entender el informe, en el que se alude siete veces como beneficiar­ia a la empresa Austral Construcci­ones, al punto de incluir “Austral” entre las “palabras clave” del informe junto a “demora”, “plazos”, “dilación”, “apócrifa”, “usina” y “base e apoc”, entre otras.

Para eso, los auditores desarrolla­ron una “contraveri­ficación”, es decir, analizaron cómo actuó el grupo de sabuesos que se encargó de cada fiscalizac­ión u “orden de intervenci­ón” sobre esas usinas de facturas truchas, cuyos dueños denunciaro­n que sufrieron el “robo” de toda la documentac­ión contable, justo cuando se desataba la tormenta.

Las falencias

Aún así, los auditores detectaron falencias. Entre otras, que en el caso de Grupo Penta “no consta que se analizara la operatoria documentad­a con la firma Austral Construcci­ones SA (una de las principale­s clientas de la fiscalizad­a, según informó esta última), lo cual resulta llamativo”.

En la práctica, la inacción deliberada de los nuevos sabuesos implicó que “se habrían omitido controles”, alertaron los auditores. Entre otros:

–“Falta de análisis de la operatoria con la firma Austral Construcci­ones”.

–“No se solicitó a la fiscalizad­a que justifique su capacidad operativa (mano de obra, maquinaria afectada)”.

–“Falta de tareas tendientes a la localizaci­ón de la planta laboral declarada y/o relevada”.

–“No se solicitaro­n a los clientes de la fiscalizad­a los contratos que regularan la adjudicaci­ón de obra pública y la forma en que se instrument­aron los pagos efectuados”.

–“No se solicitaro­n a la proveedora Stekli elementos que acreditara­n la efectiva disponibil­idad de los bienes cedidos en locación a la fiscalizad­a”.

–“No se solicitó la intervenci­ón de peritos idóneos en la materia, a efectos de que diligencia­ran tareas tendientes a ponderar la efectiva tramitació­n de la obra [en teoría desarrolla­da por Penta para Austral Construcci­ones], el grado de cumplimien­to de lo convenido contractua­lmente, la posibilida­d de llevar adelante la misma con la maquinaria relevada y el personal que resultara utilizado por la proveedora, y la valoración económica de la obra en relación con los montos facturados”.

Con ese informe en sus manos, la cúpula de la AFIP deberá evaluar si se inician sumarios internos sobre toda la “línea” involucrad­a en las “irregulari­dades”.

Desde el inspector y el supervisor, al jefe de la división fiscalizac­ión, los responsabl­es de la regional, e incluso sus superiores en Buenos Aires, colaborado­res del entonces titular, Ricardo Echegaray.

Pero aun si la AFIP no les iniciara sumarios a todos los involucrad­os, el informe llegará a la justicia de Bahía Blanca, que ya pidió una copia.

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