LA NACION

Tras los homenajes, el secretismo acompañó a Fidel a la tumba

En una ceremonia privada en el cementerio de Santa Ifigenia, las cenizas fueron depositada­s por su hermano Raúl

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SANTIAGO DE CUBA.– Luego de nueve días de duelo, los restos de Fidel Castro finalmente descansan en paz. La urna con las cenizas del líder de la revolución fue depositada en el cementerio de Santa Ifigenia de Santiago de Cuba, cerca del lugar en el que está enterrado el líder independen­tista José Martí, en una ceremonia solemne y privada, envuelta en un gran secretismo.

Los restos de uno de los protagonis­tas del último siglo, que gobernó con mano de hierro durante casi 50 años, reposan luego de recorrer durante los últimos cuatro días los casi 1000 kilómetros que separan La Habana de Santiago de Cuba.

El hermano de Fidel Castro y actual presidente cubano, Raúl Castro, fue quien depositó la urna de cedro con las cenizas del héroe de la Sierra Maestra en el interior de una roca que, según algunas informacio­nes, fue traída de ese mismo enclave montañoso desde el que el ejército de barbudos protagoniz­ó su lucha guerriller­a.

La piedra grisácea, de más de cuatro metros de altura, es similar a la instalada en el Mausoleo del II Frente Oriental, en la montaña de Mícara, donde reposan los restos de Vilma Espín, esposa de Raúl Castro, fallecida en 2007.

“No hubo discurso, fue muy sobrio, sólo las cenizas fueron enterradas ante la familia, miembros del gobierno y funcionari­os”, dijo la número tres del gobierno francés, la ministra de Medio Ambiente, Ségolène Royal, una de las invitadas extranjera­s a la ceremonia, a la que no tuvo acceso la prensa. En el lugar estuvieron la esposa de Fidel, Dalia Soto del Valle; sus hijos, y los mandatario­s Nicolás Maduro, de Venezuela, y Daniel Ortega, de Nicaragua.

Salvas de cañón sonaron en La Habana al inicio de los funerales de Fidel, que murió el 25 de noviembre último, a los 90 años. Así finalizó una semana de multitudin­arios tributos al ex guerriller­o barbudo que montó un régimen comunista a menos de 200 kilómetros de Estados Unidos y fue implacable con los

opositores.

Al grito de “yo soy Fidel”, millones de cubanos le rindieron homenaje en las calles y plazas y al paso de la caravana con las cenizas, que recorrió la isla.

“El duelo termina, lo que no termina es lo que dijo [Fidel], lo que nos enseñó. A partir de mañana [por hoy] es otra Cuba, pero que sigue por lo mismo”, señaló José Luis Soria, un reciclador de 42 años.

Muchos cubanos creen que la isla mantendrá el rumbo que trazó Fidel y que prometió continuar su hermano Raúl.

“Todos los cubanos tenemos confianza en Raúl. Y después de él, hay otros”, señaló Daniela Lozano Díaz,

una ama de casa de 52 años, que dijo tener a Fidel “en el corazón”.

Anteanoche, Raúl Castro anunció que las autoridade­s no permitirán que calles o monumentos lleven el nombre del líder, según éste lo hizo expreso como su última voluntad.

“El líder de la revolución rechazaba cualquier manifestac­ión de culto a la personalid­ad y fue consecuent­e con esa actitud hasta las últimas horas de vida’’, dijo Raúl con la voz por momentos entrecorta­da durante el acto en la Plaza de la Revolución en Santiago. La iniciativa será llevada a la Asamblea Nacional, el parlamento de la isla, a fin de ratificar la prohibició­n.

Raúl también juró que defenderá la revolución socialista. “Ante los restos de Fidel [...] juramos defender la patria y el socialismo”, dijo el presidente, de 85 años.

Sin apartarse del régimen de partido único, Raúl Castro está empeñado en una serie de reformas para oxigenar el modelo de corte soviético mientras avanza en el proceso de acercamien­to con Estados Unidos iniciado en diciembre de 2015.

En medio del embargo estadounid­ense, la lenta y cauta apertura ha permitido que los cubanos trabajen por cuenta propia, viajen fuera del país libremente y llegue más inversión extranjera.

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Marcelino vázquez hernandez/ ap Raúl Castro saluda la tumba de su hermano, en Santiago de Cuba

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