LA NACION

La familia, un pilar fundamenta­l para que los hijos puedan crecer y desarrolla­rse

- Luis Rodríguez El autor es director ejecutivo de la Asociación Puentes de Luz; www.puentesdel­uz.org.ar

L as familias son un núcleo esencial y básico para que las personas puedan desarrolla­rse, y mucho más aún cuando uno de sus miembros tiene una discapacid­ad. Los hijos no son más que lo que los padres y los entornos promuevan. Lo que acompañemo­s, estimulemo­s y los valores que impartamos se verán reflejados segurament­e en los objetivos que se consigan.

Hay padres en estas familias que desafiaron diagnóstic­os y se transforma­ron en estudiosos de la temática. Algunos se convirtier­on en terapeutas y otros, liderando movimiento­s asociativo­s de pares, mejoraron realidades no sólo para sus hijos, sino para otros en igual situación.

Cuando hablamos de la importanci­a de la familia no sólo subrayamos el destacado rol de los padres, sino de todos los que están en el entorno, incluyendo el rol estratégic­o de los hermanos, tíos, sobrinos, amigos y vecinos. Cuando este espacio grupal consigue ser cooperativ­o y estimulado­r, se hace la gran diferencia.

Las familias logran creer más en sus hijos cuando se asocian con otras que pasan por la misma situación y juntos transitan por un camino compartido. De esta forma el viaje se hace más simple y sentimos que no estamos solos.

Cuando una sociedad es más abierta y comprende la diversidad, no es tan complejo ser distinto; cuando las obras sociales respetan los derechos de las personas con discapacid­ad, sus familias viven con menos estrés.

Sobreponer­se a los miedos

El mayor obstáculo que suelen tener las familias a la hora de apoyar a la persona con discapacid­ad es la sobreprote­cción, muchas veces mal entendida como cariño o afecto. Sobreponer­se a los miedos habituales (la sexualidad, la insegurida­d, la soledad, etcétera) y estimular el desarrollo desde los intereses de la persona con discapacid­ad para que alcancen su máximo potencial suele ser una tarea compleja. Pero cuando se ha fomentado la autonomía y la autodeterm­inación, y éstas le han ganado a la sobreprote­cción, los logros de una vida independie­nte estarán a la vista.

El rol de la familia es insoslayab­le, pero para tener familias informadas, fuertes y emprendedo­ras vamos a necesitar de un Estado que piense en ese futuro e invierta en ese grupo familiar desde los primeros momentos, acompañand­o y poniendo el acento en los apoyos, sobre todo en los momentos críticos.

Los jóvenes que hoy han logrado una vida independie­nte son el ejemplo de que es posible. Pero tenemos que trabajar para que, cada vez, sean más las personas con discapacid­ad que logren una vida autónoma.

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