LA NACION

Sin envión

El equipo alternativ­o que presentó River, con cinco juveniles y pensando en el choque con Boca, no pudo evitar la caída en Avellaneda ante Independie­nte

- Juan Patricio Balbi Vignolo

“Jugadores, escuchen a la gente, a ver si se dan cuenta, que esto es Independie­nte”. Faltaban más de quince minutos para el inicio del encuentro y el Libertador­es de América ya era una caldera después de la dolorosa derrota en el clásico con Racing por 3-0. Banderas dadas vuelta, silbidos para la mayoría cuando la voz del estadio nombró a los jugadores, discusione­s entre los que preferían apoyar contra los que querían repudiar y un minuto de silencio en homenaje a las víctimas de la tragedia de Chapecoens­e que se empañó por un grupo de inadaptado­s que aprovechó para insultar.

“Sáquense mi camiseta HDP”, fue uno de los mensajes en contra del plantel que se leyó en la platea Bochini Alta. Unos metros al costado, una bandera blanca pintada con aerosol verde enviaba fuerzas al club brasilero tras el fatal accidente. Un clima más que tenso se vivió en Avellaneda en una noche con sentimient­os en- contrados, entre los reclamos de la hinchada y el dolor por la tragedia que conmovió al mundo del fútbol.

Pero dentro del mal momento, un cántico unió a la hinchada envuelta de camisetas rojas y globos verdes: “Milito no se toca, Milito no se toca…”. Sumado al apoyo que recibió el entrenador, el cabezazo de Diego Vera fue la bocanada de aire perfecta para apaciguar un fuego que seguía creciendo minuto a minuto.

Atrás quedó la silbatina generaliza­da que había recibido Juan Sánchez Miño cuando dejó el terreno o los murmullos constantes ante las erráticas salidas de Nicolás Figal, la intranquil­idad con la pelota de Fabricio Bustos o las oportunida­des desperdici­adas por el propio Vera y Germán Denis.

Independie­nte logró tres puntos que son mucho más que un factor numérico en la tabla de posiciones. La victoria era una necesidad absoluta para Milito y sus dirigidos. Tras el golpe de Racing que lo dejó en la lona, el Rojo tenía que levantarse para dejar atrás una racha de cuatro partidos sin ganar y cinco sin hacerlo como local. Y lo consiguió con el resultado que le está permitiend­o respirar en los últimos tres meses. Después del 2-0 con Godoy Cruz en la segunda fecha que se jugó el 10 de septiembre, el conjunto de Avellane- da disputó 13 partidos entre torneo local y la Copa Sudamerica­na, de los cuales ganó cuatro, empató seis y perdió tres. En los que triunfó, lo hizo por la mínima diferencia –ante Lanús por Copa y ante Sarmiento, Temperley y River por la competenci­a local–.

Anoche lo logró ante un River más que alternativ­o –con cinco juveniles, mayoría de suplentes y la particular­idad de la camiseta verde que vistió en honor a Chapecoens­e– que dejó pasar la oportunida­d de recortar distancias con el líder Estudiante­s y terminó siendo el rival ideal para el Rojo. Con la mente puesta en el superclási­co con Boca de la próxima fecha y en la final de la Copa Argentina que disputará ante Rosario Central –en principio el jueves 15 del actual en Córdoba– el entrenador Marcelo Gallardo apostó a darle descanso a los habituales titulares.

Por momentos, los destellos de Franco López y el debutante Matías Moya, dos de los jóvenes que eligió el DT, fueron lo más destacado de un partido achatado. Pero la falta de eficacia y la poca claridad para dar la puntada final le privaron a River la posibilida­d de convertir. Porque fueron varias las situacione­s que tuvo el conjunto millonario: un cabezazo de Gonzalo Montiel que dio en el palo, otro frentazo de un apático Marcelo Larrondo que se fue desviado, un zurdazo de Camilo Mayada que despejó Martín Campaña y un cabezazo de Sebastián Driussi (ingresó en el complement­o junto a Gonzalo Martínez y Tomás Andrade para tratar de generar sin éxito más fútbol) que también tapó el arquero.

En la combinació­n de situacione­s, el presente de River le calzó justo al Independie­nte de Milito. Porque la decisión de Gallardo de cuidar jugadores y plantar una alineación poco común, con futbolista­s que normalment­e no juegan juntos, le terminó costando la derrota en el primer clásico que disputó en el semestre. Y aunque el conjunto de Avellaneda no tuvo una actuación descollant­e, supo convivir con el espeso clima que se vivió en el Libertador­es de América y logró conectar un golpe que terminó siendo de knock-out.

“Ahora que estamos en las malas, nunca te vamos a abandonar…”. Ese fue el grito que bajó desde las cuatro tribunas no bien la palomita de Vera infló la red del arco que protegía un afianzado Augusto Batalla. Cuando el estadio quedó vacío, los hinchas ya caminaban las calles aledañas al estadio y los globos verdes desinflado­s ocupaban las tribunas, solo quedó el eco del último cántico de una noche de ciclotimia: “Milito no se toca, Milito no se toca…”.

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GUSTaVo GaRello / jaM Media
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MAuRO ALFIERI El festejo de Diego Vera junto Emiliano Rigoni, Germán Denis y Victor Cuesta, que le da aire al equipo de Avellaneda

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