LA NACION

Cuando Ellerstina empezaba a pasar calor, mantuvo fría la cabeza y llegó adonde quería

- Xavier Prieto Astigarrag­a

Así como en algún momento de la temporada se pensó en un posible triunvirat­o de grandes coyuntural­es, de equipos que estuvieran en reales condicione­s de llegar a finales de Triple Corona, Ellerstina se encargó de levantar una mano para pedir que nadie se apurara. Para reafirmar que grandes del polo de hoy hay dos, por más que Alegría venga reuniendo figuras y subiendo escalones desde hace años.

Una semifinal del Argentino Abierto era el escenario ideal para demostrar si la cuestión era de dos o de tres. Los de magenta tenían que dar el golpe sobre la mesa y llegar a la final de Palermo, como lo habían hecho en 2013, aunque ahora con Guillermo Caset en lugar de Pablo Pieres. Los de blanco, dar el presente, no dejar dudas de su poderío y alcanzar ese partido decisivo en el que siempre tienen que estar como mínimo, por poderío y aspiracion­es. Por obligación de club grande.

Talento y caballos sobran en General Rodríguez. Lo que complica estructura­lmente a La Z es la cuestión táctica que la aqueja desde 2011: poseer cuatro delanteros y ningún defensor vocacional. Y también lo que a veces le jugó malas pasadas, la consistenc­ia psicológic­a, no perder la concentrac­ión ni la fortaleza mental cuando las cosas se ponen cuesta arriba. O ni siquiera.

Un 9-7 a comienzos del sexto chukker de una semifinal del Argentino no es ni por asomo un partido liquidado. Pero si el que está 7-9 es el favorito, el que debe confirmars­e superior, el que tiene más por perder que por ganar, la presión pasa a jugar un papel importante. Y en ese sexto período subió la temperatur­a. No la ambiental, que por cierto ya era muy alta y hacía mella en caballos y jugadores, sino la psíquica. De un encuentro espectacul­ar, pleno de polo de ataque y abierto y escaso en infraccion­es (nueve en cinco parciales), se pasó a un desarrollo trabado, más cerrado (cinco faltas en esos siete minutos). Y Ellerstina, que no se siente plenamente a gusto en ese contexto, se manejó bien. Aprendió a jugar ese polo hace tiempo y sabe sacarle rédito. Con un 3-0 en ese lapso, pasó a un 10-9 global y ya nunca soltó el liderazgo en el tablero.

Hasta entonces no estuvo cómodo. Alegría se le plantó de igual a igual, encantado con el golpe por golpe. Con el rendimient­o de siempre de Hilario Ulloa (10 goles de handicap en todos los partidos) y un buen aporte de Lucas Monteverde, sin que Caset y Frederick Mannix desentonar­an. Sin temores ni complejo de inferiorid­ad. De hecho, en el juego era un poco más, tanto que era lógico ese 9-7. Claro que había que sostenerlo. Con jue- go, con caballos y con cabeza.

Pero faltó de lo segundo y de lo tercero, y entre ambos provocaron que faltara de lo primero. Ellerstina se valió de su condición de fábrica de equinos y tuvo resto físico; eso le dio confianza, y la confianza redituó en juego. Con aquel 3-0 del sexto tiempo, se dio ánimo. Los Pieres, hasta entonces parcos en la cancha, empezaron a alentarse. Y las dudas cambiaron de palenques. Otro 3-0, en el séptimo, volcó definitiva­mente el resultado y la clasificac­ión para la final, hasta un 15-11 que no reflejó lo que le costó a La Z la victoria.

“Tenemos que jugar como lo hicimos en la segunda mitad. Lo que pasó en la primera es mérito de ellos. Sabíamos que el partido iba a definirse en el séptimo y el octavo chukkers y tuvimos el final que queríamos”, valoró Gonzalo Pieres (h.). Y miró hacia la definición del próximo sábado frente a La Dolfina, que la mayoría esperaba. “Esta vez llegamos mejor de la cabeza que en Hurlingham, porque ahora sabemos que se puede. Es un plus muy grande para nosotros”, destacó el mayor del cuarteto.

Una vez más, Alegría se quedó a las puertas del zarpazo. Lo degustó en 2013 pero nunca lo repitió. Es el tercer equipo, claramente, por handicap y por resultados. No le alcanza. Para dar el salto necesita más en caballos, justo lo que tuvo el rival. Y más en mentalidad. Justo, también, lo que mantuvo frío Ellerstina cuando más apretaba el calor. El calor de una semifinal de Palermo.

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AAP / MATÍAS CALLEJO Pablo Pieres tira al arco, soportando el pechazo de Mannix; el goleador tuvo su mejor tarea para que La Z pasara a la final
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