LA NACION

Drogas y falta de escolarida­d empujan el delito juvenil

Jueces y fiscales de trato cotidiano con adolescent­es defienden la baja en la edad de imputabili­dad, pero como una forma de que los menores tengan las garantías de un debido proceso, como la defensa

- Florencia Halfon Laksman

Jueces y fiscales coinciden en las causas que llevan a los menores a la violencia.

Tras la liberación del adolescent­e de 15 años acusado de haber asesinado a Brian Aguinaco –el chico de 14 que iba en un auto con su abuelo por el barrio porteño de Flores–, el Gobierno dio impulso a la propuesta de bajar la edad de imputabili­dad de los menores y abrieron el tema a debate público. Al respecto, funcionari­os judiciales consultado­s por la nacion coincidier­on en señalar que esa sola medida no resolverá la insegurida­d porque el porcentaje de delitos graves cometidos por adolescent­es es menor, pero sí les daría a los chicos en conflicto con la ley penal garantías procesales que hoy no tienen. Además, sostuviero­n que los tratamient­os dentro de un nuevo régimen de responsabi­lidad penal juvenil podría ayudarlos a no cometer delitos al llegar a la edad adulta.

“Hace años que hay más violencia en la sociedad y la cantidad de hechos donde se involucran menores de edad ha crecido, aunque esa cifra sigue sin ser alarmante. En general, cometen arrebatos de celulares o de carteras, sin usar armas de fuego. Lo que se repite es que casi todos tienen problemas de adicciones y no están escolariza­dos”, detalló el juez penal de Niños y Adolescent­es de Paraná, Entre Ríos, Pablo Alejandro Barbirotto, que durante muchos años ha sido defensor de menores y fue convocado por el Ministerio de Justicia de la Nación para participar en las comisiones en las que se debatan los lineamient­os de un proyecto de ley que modifique el actual régimen penal de menores, vigente desde los tiempos de la última dictadura.

Los funcionari­os consultado­s por la nacion afirmaron que, a excepción de la ciudad y algunos puntos de la provincia de Buenos Aires, el paco no suele ser la droga usada por los menores que delinquen.

“Lo que predominan son los psicofárma­cos mezclados con alcohol: Rivotril y cerveza. Les dan ingeniosos nombres, como «la recoleta» o «el corajín», porque les da coraje para robar. Ése es el 90% del consumo. El resto usa cocaína”, contó Barbirotto sobre los chicos de 16 y 17 años que llegaron a su juzgado.

Hay otro denominado­r común entre los menores detenidos: la reiteració­n de delitos. Para Walter Martínez Soto, fiscal del Ministerio Público del Joven en Mar del Plata, “si no hay atención en delitos menores, la cuestión será peor en el futuro”. Explicó: “Los que delinquen son los mismos. Le dan oportunida­des al sistema y el sistema no hace nada, entonces vuelven a delinquir”.

Guillermo García, secretario del Juzgado de Garantías del Joven Nº 1 de Paso del Rey, Moreno, sostuvo que, “como el tema no está bien reglado, queda al arbitrio de los jueces. Pueden internarlo­s hasta los 18 años o disponer el alejamient­o de su ámbito familiar, pero también hay medidas como no acercarse a la víctima, no consumir drogas u obligacion­es escolares con las que se podría hacerles un seguimient­o. Se trata de evitar el encierro, porque así lo dice la Convención de los Derechos del Niño y porque hay institutos de menores que hoy son sólo depósitos”.

Barbirotto agregó: “Se dice que la ley argentina es muy benigna, pero es lo contrario, es de la última dictadura. Es el único país de la región, y de los que ratificaro­n la convención [de los derechos del niño], que puso penas de prisión perpetua a menores. [La convención] es el tratado que más ratificaci­ones recibió a lo largo de la historia, con excepción de los Estados Unidos, que tiene pena de muerte y prisión perpetua para adolescent­es; Somalía, con difíciles condicione­s para toda la gente de ese país, y Sudán del Sur, que se incorporó en 2011”.

El juez de Garantías del Joven de Berazategu­i Elbio Raúl Ramos dijo que “el problema no es la detención sino la libertad”. Recordó el caso del joven que confesó que en 2009, a sus 16 años, había asesinado al músico Santiago Urbani y que el año pasado recibió una condena a 27 años de prisión. “Estuvo en tres institutos de menores y la causa tardó seis años en ser resuelta. En el medio, cumplió 18 y se lo pasó al Servicio Penitencia­rio Bonaerense. Lo mandaron «al horno». Estuvo en 12 establecim­ientos carcelario­s. Quien no tiene mala conducta en una cárcel bonaerense no sobrevive ahí dentro. El sistema se vuelve perverso porque no reeduca, no resocializ­a: sólo encierra”, precisó Ramos, que estuvo envuelto en una polémica por la liberación de un menor sospechoso de un homicidio en el caso vinculado con la muerte de Julio Bagna, en noviembre pasado.

“Estoy trabajando –repasa Ramos– en el caso de un chico que comete delitos menores. Tiene 15 años. Empezó a los 14. Sustrae ropa, rompe vidrios, se pelea con vecinos, amenaza... Yo no sabía de sus entradas anteriores porque al ser chicas fueron archivadas por la fiscalía. Un día me llegó el caso porque le pegó a la madre y se violentó con la policía. Como la pena es baja, es un caso para sobreseimi­ento, pero le mandé un psicólogo. Ahí me enteré de que el chico era un consumidor grave de drogas y que tenía problemas psiquiátri­cos.”

Agregó el juez Ramos, sobre ese caso: “La madre había pedido ayuda en el servicio local [de salud] y no le dieron bolilla. Al chico lo habían expulsado de la escuela. Bajo mi amenaza de internació­n empezó atención en adicciones y asistencia psiquiátri­ca. Hay que buscar cómo intervenir. Un alto porcentaje de chicos a los que se priva de la libertad no salen mejor. Cuando bajamos la edad de imputabili­dad, escupimos al cielo. Mandamos más chicos al sistema penal, que hoy no protege ni reinserta”.

Marcelo Giacoia, juez de Menores de Mercedes, afirmó que “es más mito que realidad” que los mayores busquen a menores de 16 para cometer delitos aprovechan­do que los adolescent­es no son punibles.

“En general, si hay mayores en una banda, son de 19 o de 20 años. Los menores que delinquen no suelen hacerlo en delitos tan planificad­os”, sostuvo Ramos. “Cuando un chico de entre 14 y 16 años comete un delito como el asesinato de Brian nos sorprendem­os, porque no es común. Y no tenemos servicios de atención para esos casos”, expresó el juez de menores de Mercedes.

Para Martínez Soto, “si tienen algún mayor que los coordina, es porque se juntan en su casa o porque son amigos del hijo. Hubo un caso de un chico con 40 causas que era como la mascota de una banda grande, pero sólo lo usaban para manejar. No existe eso de que los grandes busquen un menor. El menor saca chapa si mata, se convierte en «capanga». Y esos le pelean de igual a igual a un mayor. Pero son una minoría”.

Según el juez Giacoia, “lo que hay que discutir es qué tipo de intervenci­ón se genera frente a estas situacione­s de conflicto penal de poca monta, pero alguna hay que generar porque evidenteme­nte hay un conflicto. Hay que ver cómo el chico repara el daño y por qué llegó a esa situación”.

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