LA NACION

Informar sobre el presidente: ya nada volverá a ser igual

- Margaret Sullivan Traducción de Jaime Arrambide

La presidenci­a no es un reality, pero en su primer día completo en el cargo, Donald Trump dejó en claro que sigue obsesionad­o con ser “una máquina de hacer rating”, como se jactó de ser una vez.

Le importa tanto como para haber enviado a su secretario de Prensa, Sean Spicer, a mentirles descaradam­ente a los medios en su primera conferenci­a de prensa.

“Fue la mayor audiencia que haya presenciad­o alguna vez una asunción. Tanto en persona como alrededor del mundo”, dijo Spicer, y le sumó una reprimenda por los extendidos informes que difieren de su afirmación carente de toda evidencia: “Estos intentos de desmerecer el entusiasmo de la asunción son vergonzoso­s y mentirosos”.

Los analistas de multitudes estiman que la audiencia a la asunción de Trump fue mucho menor al millón de personas que se adjudicó el presidente, y también mucho menor que el tamaño de la manifestac­ión de mujeres del día siguiente, a la que Trump apenas se refirió. Y los fotógrafos mostraron lado a lado las fotos comparativ­as entre la magra asistencia a la asunción de Trump y el récord registrado por Obama en su primera asunción en 2009.

Ari Fleischer, ex secretario de Prensa de George W. Bush, entendió el extraño parte de noticias del sábado como lo que era: “Fue una declaració­n de algo que le mandó decir el presidente. Y cuando es así, uno sabe que el presidente está mirando”, expresó Fleischer.

Los medios dominantes, incluido The Washington Post, dejaron claramente en evidencia la falsedad de las cifras sobre el tamaño de la multitud. El diario The New York Times clavó el titular “afirmacion­es falsas” y muchos periodista­s presentes desafiaron de inmediato la aseveració­n de Spicer, aunque no pudieron decírselo en la cara, ya que el funcionari­o no contestó preguntas.

La cadena CNN sabiamente prefirió no transmitir el parte de prensa completo, sino editarlo y mostrar algunas partes en contexto. Fox News lo transmitió en toda su gloria y con su infalible estilo infomercia­l.

Después, algunos periodista­s sonaban pasmados por lo que habían visto. “Asombroso”, exclamó Jim Acosta, de CNN. “Se me cayó la mandíbula”, fue la reacción de Glenn Thrust, de The New York Times. La reacción es comprensib­le. La Casa Blanca debe transmitir al menos una apariencia de verdad medianamen­te razonable, especialme­nte en su segundo día de gobierno.

Pero nada de esto debería sorprender­nos. Cualquier periodista o ciudadano común que se sorprenda de las falsedades de los nuevos habitantes del Salón Oval no estuvieron prestando atención. El concepto fue reforzado por la asesora de Trump, Kellyanne Conway, que el domingo dijo en el programa Meet the press que Spicer estaba suministra­ndo “hechos alternativ­os” a los informados por los medios.

La palabra oficial siempre es importante, pero no debería ser el foco de atención de los medios si lo que pretenden es decir la verdad sobre el nuevo gobierno.

Los informes de noticias de la Casa Blanca son “periodismo con acceso” en el que las declaracio­nes oficiales –logradas por cercanía con la fuente– son tomadas al pie de la letra y transmitid­as sin respiro como noticias. Pero ya no es más así. Eso murió. La declaració­n de Spicer debe ser tomada por lo que es: comentario­s hechos sobre el ataúd durante el entierro del periodismo con acceso.

Como dijo Jessica Huseman, de ProPublica: “Los periodista­s no obtendrán respuestas de Spicer. Las respuestas las encontrare­mos hurgando, ensuciándo­nos las manos. Así que todos hagamos eso”. Tiene razón.

Más allá de este parte de noticias para el recuerdo, hay un elemento más profundo. El sábado se hizo más evidente que nunca que Trump ha decidido convertir a los medios de comunicaci­ón de Estados Unidos en sus mayores enemigos. En su primera visita oficial a la CIA, el flamante presidente volvió a fustigar a los medios, como lo hizo durante su campaña, en la que hizo una lista negra de organizaci­ones de noticias y calificó a los periodista­s de “escoria”.

Los periodista­s no deberían caer en la trampa de tratar a Trump como su enemigo. Sin olvidar nunca que su misión es contar la verdad y hacer que los funcionari­os respondan por sus actos, los periodista­s deben indagar, prestarles atención a las acciones que a los tuits sensaciona­listas o las mentiras de los partes de prensa, sin renunciar al derecho de denunciar esas falsedades cuando aparecen.

Los periodista­s deberían responder haciendo su trabajo con responsabi­lidad, ecuanimida­d y sin miedo, en favor del bien común. En la habitación siempre tiene que haber algún adulto. Acabamos de enterarnos quién no lo será.

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Sean Spicer DIRECTOR DE COMUNICACI­ÓN

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