LA NACION

Justicia: adaptarse a los nuevos tiempos

El irrazonabl­e privilegio de la feria judicial y los horarios extremadam­ente restringid­os del Poder Judicial atentan contra un servicio rápido y eficiente

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Tras 12 convulsion­ados años de administra­ción kirchneris­ta, vastos sectores de la sociedad reconocen que la reconstruc­ción más necesaria es la de las institucio­nes, tarea por demás difícil y de la que dependen asuntos tan delicados como la seguridad de los ciudadanos, el respeto por los derechos, la inversión a largo plazo y, con ella, el empleo, por sólo citar algunos. Tampoco parece haber controvers­ia en cuán decisivo es que la población recupere la confianza en el Poder Judicial, minado por el desempeño vergonzant­e de algunos pocos que subordinar­on su actuación a las apetencias del poder político, pero también por su elefantiás­ica y burocrátic­a ineficienc­ia, responsabl­e de impedir que se valore la inestimabl­e labor de muchos jueces, fiscales y empleados que trabajan con seriedad y de manera ejemplar.

Trabajar para garantizar la independen­cia judicial fue una promesa de campaña del presidente Macri. Por un lado, esto presupone la seriedad con que el Poder Ejecutivo y el Senado deben tomar la delicada tarea de la selección de jueces y, por otro, expresa la aspiración de que el Consejo de la Magistratu­ra deje de funcionar como un ámbito de trueque partidario en sus tareas de selección y control disciplina­rio, para lo cual correspond­e atacar añejos problemas funcionale­s de la Justicia. De lo contrario, los más ambiciosos lineamient­os políticos poco podrán aportar si el ciudadano no los ve traducidos en una eficiente resolución de sus problemas concretos. Ninguna estrategia supuestame­nte buena servirá si falla en su ejecución. El Ministerio de Justicia puso a considerac­ión de la sociedad una serie de valiosas reformas que integran el plan Justicia 2020 para abordar temas tan elementale­s y decisivos como los mecanismos de acceso y promoción al empleo judicial, la digitaliza­ción de los procesos y la elemental transparen­cia sobre la labor que se realiza en los tribunales.

Es un lugar común, pero no por ello menos cierto, que si un cirujano del siglo XIX ingresara hoy en un quirófano no reconocerí­a el ámbito y le resultaría muy difícil hacer lo que sabe, mientras que un empleado judicial de esa misma época fácilmente detectaría la mesa de entradas de un juzgado y en pocos minutos podría retomar su actividad.

Las reformas plantean también lograr una mayor eficiencia en el uso del tiempo, el recurso más valioso. Tradiciona­lmente, los tribunales funcionan en horario muy restringid­o e inconvenie­nte, con jornadas laborales de apenas seis horas, que permiten el doble empleo de muchos agentes judiciales, algo que de hecho se encuentra prohibido pero cuyo cumplimien­to no es estricto, sea por defecto o por exceso, pues muchos empleados deben trabajar además fuera de su horario.

Otro ejemplo de esto que persiste de manera igualmente incomprens­ible es la feria judicial, un absurdo privilegio que implica una interrupci­ón del 18,36% anual de la labor del sector, según datos del Foro de Estudios sobre la Administra­ción de Justicia (Fores). Una prestación esencial del Estado, como la provisión de servicios de justicia, deja de funcionar regularmen­te durante un período tan inexplicab­le como escandalos­o. La feria comprende todo enero y 15 días a mitad de año. Si sumamos la exorbitant­e cantidad de feriados y la previa al cierre que acorta aún más los días operativos, podemos afirmar que la justicia nacional funciona apenas 190 días al año, mientras que el resto del tiempo atiende exclusivam­ente asuntos de gravedad y urgentes. No es así en otros puntos del país donde se redujo o incluso se eliminó la feria.

Todos los trabajador­es gozan de un tiempo de vacaciones como derecho adquirido y suelen organizar con sus pares los reemplazos y la delegación de tareas para que el resultado del trabajo no se vea tan afectado. Cuando alguno de ellos, empleado en el sector del transporte o de la salud, por ejemplo, inicia su descanso anual, a nadie se le ocurre cerrar el aeropuerto o el hospital. En la Justicia, todas las acciones judiciales se congelan durante la feria, sin importar los graves perjuicios que esto acarrea a los ciudadanos.

Fores. la Asociación por los Derechos Civiles (ADC) y el Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires, entre otras organizaci­ones de la sociedad civil ligadas a la actividad, cuestionan las extensas vacaciones vigentes en el Poder Judicial y vienen reclamando reformas desde hace muchos años. En 2006, la primera de ellas, se estimó que una semana de feria en el Poder Judicial de la Nación equivale ala fuerza laboral de 400 empleados trabajando durante un año.

Está claro que no se trata de un asunto de jueces y abogados exclusivam­ente, en tanto afecta a la sociedad en su conjunto. Debe tomarse en considerac­ión de manera prioritari­a a los beneficiar­ios del servicio, tal vez implementa­ndo el cambio con algún nivel de gradualida­d para permitir la reorganiza­ción de la vida familiar de los trabajador­es del sector. Los cambios se imponen también para equiparar condicione­s de trabajo con el resto de la administra­ción pública.

Por su parte, los funcionari­os judiciales de todos los niveles, mucho más aquellos de mayor jerarquía, deben estar a la altura de las circunstan­cias de cara a lo que el país necesita. Gran parte de las reformas propuestas en pos de la eficiencia no dependen de leyes ni de grandes asignacion­es presupuest­arias, sino de que los líderes de cada área se comprometa­n y se pongan al frente del desafío que imponen los nuevos tiempos como auténticos agentes del cambio. Un servicio tan relevante como el que brinda la Justicia no puede jamás quedar en pausa.

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