La Davis es de todos, pero el poder siempre fue y será de los jugadores
Lo dijo un entrenador hace unos cuantos años, tampoco demasiados: “Es una pena que no se haya ganado esta final, porque entonces él ya podía dejar de jugar la Davis y aparecer sólo cuando quisiera”.
No importa quién sea “él”, lo relevante es ese dato que de tanto en tanto preferimos olvidar: el tenis es un deporte esencialmente individual; cuando funciona como equipo es más milagro que lógica. Y es eso, su esencia individual, lo que explica esta Argentina que dará ventajas dentro de dos semanas ante Italia. ¿Suficiente para alarmarse? Suficiente para preocuparse, incluso en un tenis nacional que en los últimos años demostró que también sin figuras puede sacar adelante series más que complejas.
Nada cambiará lo que sucedió en la noche croata del 27 de noviembre de 2016: gloria pura del deporte argentino. Una pena que, diez semanas después, esa gloria no sea compartida en un ida y vuelta por el grupo completo del triunfo heroico y los miles de hinchas del tenis y de la Davis que estarán en Parque Sarmiento para confirmar de primera mano que sí, que la copa está ahí. Aquí.
Es completamente comprensible lo que le sucede a Federico Delbonis, el coloso del quinto punto que regresó a una Azul que nunca volverá a ser la misma para él: ya no es un vecino más, sino uno de los hombres más importantes que jamás haya nacido allí. Y se lo hacen notar. A él, un consecuente cultor del perfil bajo y la tranquilidad, estas semanas le resultaron más que difíciles. Desgastado física y emocionalmente, llegó al Abierto de Australia apenas para cumplir. Como era lógico, perdió. Lo mismo le sucedió a Guido Pella.
Pero a diferencia de Delbonis, Pella será parte del equipo en Parque Sarmiento. Nadie en su sano juicio le exigiría a Delbonis el nivel de noviembre, pero nadie, tampoco, parece haber tenido el grado suficiente de persuasión para hacerle entender que se va a perder algo maravilloso: competir con la camiseta de su país y en su país inmediatamente después de haber ganado la Copa Davis. Incomparable el amor y agradecimiento que bajarán desde esas tribunas. Inédito. Es una de esas oportunidades que se les da a muy pocos y una sola vez en la vida. Delbonis, convencido seguramente de que hace lo correcto, se la pierde.
Se la pierde también Juan Martín del Potro, que optó razonablemente por no jugar Australia y prepararse a fondo para una temporada en la que tiene posibilidades serias de hacer algo muy importante.
España, que se cansó de ganar la Davis, se desintegró temporalmente como equipo en 2014 y su entonces capitán, nada menos que un hombre de los pergaminos de Carlos Moyà, explicó por qué: “El tenis es un deporte muy distinto al fútbol, al baloncesto. Los jugadores no dependen para nada de su federación”.