LA NACION

El Tribunal Supremo de Justicia, un collage de figuras cuestionad­as

Su presidente cumplió condena por homicidio; otros jueces no reúnen los requisitos para el cargo

- Daniel Lozano

CARACAS.– No habían transcurri­do unas horas desde la contundent­e derrota en las elecciones parlamenta­rias de diciembre de 2015 cuando el chavismo se puso manos a la obra. Un solo objetivo para sus estrategas: atornillar su poder en el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), máximo órgano judicial del país, para blindar a Nicolás Maduro en el Palacio de Miraflores.

“La confrontac­ión es inevitable”, vaticinó entonces el radical Diosdado Cabello, presidente del Parlamento aquellos días. Saltándose todos los procedimie­ntos (los 42 días necesarios para la designació­n se re- dujeron a 15) y manu militari, el oficialism­o impuso el nombramien­to de 35 magistrado­s (13 principale­s y 22 suplentes), algunos de ellos conocidos revolucion­arios, como el viceminist­ro Calixto Ortega (del entorno de Maduro), el diputado Christian Serpa, otro viceminist­ro, un juez fiel al proceso revolucion­ario y la hermana de un fiscal asesinado en extrañas circunstan­cias, convertido hoy en héroe de la revolución.

Plazos sin cumplir, militancia­s prohibidas por la legislació­n y, ante todo, una Asamblea moribunda, con el período de sesiones agotado, operando con alevosía, nocturnida­d y en plena Navidad cuando ya un nuevo Parlamento había sido elegido por el pueblo.

El resultado de la operación Navidad 2015 se sumó a la famosa “Matadora”, como bautizó el propio Cabello en 2014 la imposición, por mayoría simple, de 12 nuevos magistrado­s, tras obligar a la jubilación de los más independie­ntes.

Entre aquellos elegidos estaban Marjorie Calderón, la jueza que castigó con 30 años de cárcel a los comisarios y policías del golpe de abril de 2002, en una sentencia teledirigi­da desde el Palacio de Miraflores; una hermana del gobernador chavista de Carabobo, Francisco Ameliach; la revolucion­aria declarada Indira Izaguirre y, sobre todo, la gran apuesta del chavismo: Maikel Moreno.

Presidente del TSJ desde febrero pasado, este viejo camarada de Nicolás Maduro ha superado todas las expectativ­as levantadas con su nombramien­to.

Siendo canciller, el “hijo de Chávez” envió a su amigo a la legación diplomátic­a de Italia, un destino ideal para un juez amante de las bellezas.

El currículum de Moreno es el más pintoresco de magistrado alguno. Antes de llegar Hugo Chávez al poder, y siendo oficial de la Dirección de los Servicios de Inteligenc­ia y Prevención (Disip), participó en dos homicidios, por los que fue condenado.

De la cárcel a un juzgado

Moreno fue destituido y encarcelad­o, pero en 1990 obtuvo un beneficio procesal. Tres meses después ingresó en el Poder Judicial como secretario de un juzgado en la capital.

Su fidelidad a la revolución se confirmó al convertirs­e en el abogado defensor de los llamados “pistoleros de Puente Llaguno”, radicales que dispararon contra la marcha opositora en abril de 2002 en los hechos violentos que antecedier­on al golpe de Estado fracasado contra Hugo Chávez.

En la elección pesó más la fidelidad al poder bolivarian­o del magistrado que su pasado tumultuoso y su presente polémico, como uno de los chavistas más destacados entre la beautiful people revolucion­aria.

Las crónicas rosas de la revolución han convertido a Moreno en todo un personaje de la erótica del poder, cercano al llamado “zar de la belleza”, Osmel Sousa, presidente de Miss Venezuela.

Estos cronistas de la farándula, siempre de pluma afilada, ya contaron en su día que Moreno mantuvo relaciones cordiales con Miss Barinas 2011, hasta que se convirtió en el apoyo fundamenta­l para que Debora Menicucci se alzara con la corona de Miss Venezuela en 2014.

El resultado de la apuesta personal de Maduro, 16 meses después, ha provocado que este tribunal bajo sospecha sea hoy noticia mundial, tras disolver de facto a la opositora Asamblea Nacional y usurpar sus funciones.

Paradójica­mente, la propia Asamblea ahora disuelta revocó en julio de 2016 la designació­n de un buen número de sus jueces y declaró nulo el proceso de selección del comité de postulacio­nes, por “graves irregulari­dades y fraude constituci­onal”.

Según las investigac­iones del diputado Carlos Berrizbeit­ia, 23 de los 32 magistrado­s no cumplen los requisitos que marca la ley.

Y si se considera sólo la Sala Constituci­onal, autora de las dos sentencias de esta semana, sólo uno de sus integrante­s cumple todas las formalidad­es, y sobre otros dos se levantan serias dudas. Entre ellos, militantes chavistas, viceminist­ros, magistrado­s exprés del 2015, candidatos electorale­s.

Ya lo dijo el magistrado estrella del chavismo, Eladio Aponte, que escapó a Estados Unidos después de participar como hombre clave del Palacio de Miraflores en el TSJ: “Todos los fines de semana, especialme­nte los viernes, hay una reunión en la vicepresid­encia. De allí es de donde sale la directriz de lo que va a ser la justicia; salen las líneas conductora­s de la justicia en Venezuela”.

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