Un debate que tiene conexión local
Los responsables de los grupos más grandes del país responden sobre grises y transparencias
Ignacio Iraola (Grupo Planeta) y Juan Ignacio Boido (Penguin Random House) confirmaron que los reglamentos vigentes impiden que los jurados declaren desierto un premio. Obviamente no serán ellos quienes admitan entonces que la calidad literaria queda, de hecho, subordinada a un segundo plano. Sobre los mecanismos de control que buscan garantizar la transparencia de los procedimientos en los que participan delegaciones de varios países, Boido garantiza que “no hay conexión entre los jurados de preselección (que son anónimos) y el jurado de finalistas”. Se refiere al premio Alfaguara, para el que “cada país tiene su jurado de preselección que lee y selecciona sus candidatos y luego, en España, se vuelven a leer esos candidatos y se seleccionan los finalistas.
“La editorial abre la convocatoria al premio y la comunica a todos y se puede presentar cualquiera. Además, lo pueden hacer con seudónimo, que sólo se develará en caso de ganar”, dice Boido sobre la invitación a participar de los certámenes que hacen las empresas a los autores sobre los que más fichas de éxito apuestan. Sobre la pertenencia al grupo editorial de los participantes, Iraola explica que “la editorial anima a los autores para que se presenten a los premios, porque creemos que la competencia estimula y prestigia al galardón”.
¿Sirven los concursos para encontrar nuevos talentos? Boido no tiene dudas: “Siempre está esa posibilidad. El Premio Clarín dio a conocer a muchos autores, entre los más emblemáticos a Claudia Piñeiro; en su momento el Premio de Nueva Novela de Página/12 redescubrió a Aurora Venturini, y el Herralde [Anagrama] también dio más proyección a autores en toda la lengua, como Alan Pauls”.
Otro de los problemas que en el pasado reciente han opacado el prestigio de algunos de los galardones es el robo de la creación literaria ajena. En la era tecnológica por exclenecia, el plagio sigue siendo un serio riesgo. “Las bases de los premios especifican claramente que el escritor se hace responsable de que la obra original e inédita”, dice Iraola. Pero Boido admite que “es imposible rastrillar cada texto en busca de un plagio. Se confía en la experiencia y las lecturas de los jurados. De otra forma habría que pasar cada texto por un escáner borgeano en busca de esas citas o robos. Lo cual es, además, técnicamente imposible”. Silvina Premat